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Temblor de otoño
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Todo mira al sol: esa es la hipnosis, los ciclos que retornan por magia del Olvido.
Guardar acovachados en álamos brillantes, tatuajes de su luz, soles fractales. Gozar del ardor ido, su quieta levedad; soltar la lucha, ocre, y ser salida. Ahí el truco.
A veces las lenguas se desarman, cruzan puentes de exógeno destino como piedras lanzadas a otros cielos; otras, se enredan, se tropiezan, atragantan el mensaje, hasta henchir el ego y la apatía.
Después, nos atormenta el barroquismo, hablar sin decir nada que pudriéndose en la tierra alumbre nuevos trigos. Se secan, se humedecen, nos mienten verdades tangenciales o caen del ancho cielo conquistado hasta la precisa hendija en la que cabe; moneda que conmueve a las conciencias que piensan el mundo poroso ―y con hendijas—.
Sucede que las lenguas se vuelven invisibles y el paisaje se acrisola bebiendo lo plácido, lo tenue y lo otoñal.
Vivir el ansia de soltar el brote de sentir el tedio de esperar las ganas de pensar el tiempo de jugar las frases de acabar y dar la vuelta. Hasta que entienda el ciclo que es sólo un juego adentro de otro juego, intimidad de esferas lúdicas multiplicadas que crean la porfía de ser o estar, aunque *vayamos* lanzados al vacío, en vértigo de luz y sin remedio.
/19. Sol
Ph. Moni Baez
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