"Cuando Kang vio venir el espadazo que lo llevaría al otro mundo, se dibujó en su cara una mueca que podría parecer dolorosa. En realidad era una pequeña sonrisa. La sonrisa de saber que moría defendiendo el hogar de la familia que lo acogió. Tirado en el suelo, sintió la fuga de su sangre y sintió también una extraña tranquilidad al ver que ninguna de las sombras a su alrededor correspondía a la de su amigo enjombre. Recordó las veces que el delgado hombre-insecto llegó a las puertas del fuerte huyendo de hordas de enemigos que lo hubiesen comido vivo... Huyendo del mismísimo desierto. <Esta vez el enemigo llegó antes que Armando, JAJ!> pensó para sí mismo justo antes de desvanecerse. Kang volvió a abrir los ojos quién sabe cuántas horas después. Entendió por sus vendajes que alguien le había dado la oportunidad de seguir vivo para luchar otra vez. La gente que presenció la situación describe el grito que vino después como el grito de un monstruo al que solo se le puede tener compasión. Kang se arrastró a pesar de sus heridas hasta el cadáver de un pequeño hombre-insecto, de su pequeño amigo. Armando si había llegado al fuerte y e incluso se las arregló para tratar las heridas de sus compañeros en medio de la masacre. Pero ¿A qué costo?"