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Roxana Galvez

Arte
Compartiendo un cafecito

El árbol torcido-parte II

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Cuando el árbol torcido dejó de luchar, estalló en mil colores y ya no estaba ni en la tierra ni en el agua. Había llegado a la profundidad de la creación y se encontró entre dos grandes polaridades que se abrazaban entre si. La noche destellaba estrellas, oscuridad y un sol entre medio brillaba como el fuego. En el otro extremo, el día, expansivo y rojizo, envolvía una tierna luna que iluminaba con suavidad. Los colores se fundían y entremezclaban, la galaxia entera danzó al oír la música y el color. Una pincelada tras otra, con soltura, sin mente, volando desde adentro del alma, hacia el papel. El árbol floreció aún mas y sintió su fuerza. Una fuerza que no era de él sino que venía a través de él. Desde sus raíces, desde el viento que lo rodeaba, desde esa misma tensión que casi lo había quebrado. Se sintió unido ente aquellos mundos, podía sostenerse. Sus raíces eran profundas y su tronco macizo. Sus ramas bailaron a la luna y al sol. Dieron gracias a Dios por la vida y por esa energía inmensa que fluía hacia todas direcciones inundándolo todo de algo nuevo, mágico y envolvente. Florecía y soltaba las hojas marchitas, ya sin contener nada que fuera pesado. Crecía y crecía, aún en medio de la tensión y la oposición. Se decidió a jugar este juego ya sin miedos. Jugar e improvisar, día a día, reverdeciendo.
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