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“Helen Keller: la mujer que no aceptó su destino”
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Helen Keller (1880-1968) fue una escritora y activista de origen estadounidense, impulsora entre tantas causas del voto femenino.
Nació el 27 de junio de 1880 en Tuscumbia, Alabama, en una casita rodeada de madreselvas y rosas amarillas en el seno de una familia de gobernadores y generales. Su abuela paterna era sobrina de Robert E. Lee, líder del ejército confederado en la Guerra de Secesión y su abuelo materno descendía de John Adams, el segundo presidente de los Estados Unidos.
El destino de Helen Keller era convertirse en una pequeña y despreocupada princesita sureña, pero a los diecinueve meses unas fiebres, probablemente provocadas por la meningitis, la dejaron sorda y ciega y poco después también perdió el habla.
Con menos de dos años su contacto con el mundo se frenó virulentamente. La impotencia que sentía sumada a la sobreprotección con la que fue criada provocaba en ella constantes ataques de ira y un sufrimiento insostenible. Toda la familia giraba en torno a ella y su mayor preocupación era qué iba a ser de Helen en su vida adulta. Nadie esperaba que Helen pudiese llevar nunca algo parecido a una vida normal.
La familia Keller viajó al norte, donde el prestigioso logopeda- terapeuta del habla - Alexander Graham Bell (sí, el mismo que patentó el teléfono) les puso en contacto con el Instituto Perkins para ciegos. El doctor Anganos, les ofreció la posibilidad de una joven profesora se trasladase a Alabama con la familia. Y así llegó Anna Sullivan a la vida de Helen Keller, tres meses antes de que cumpliese los siete años. Anne se graduó con honores en ese Instituto . Había sido una de sus alumnas más destacadas y ahora estaba preparada para ser una de sus profesoras más influyentes.
En cuanto se instaló en Tuscumbia, Sullivan fue consciente de la gravedad de la situación. La frustración de Keller había generado en ella un comportamiento violento y casi asalvajado que su familia toleraba o más bien ignoraba. Lo primero que solicitó fue que ambas viviesen apartadas para romper el círculo vicioso entre Helen y sus padres y frenar los constantes chantajes emocionales de la niña. Una vez solas Sullivan comenzó a desarrollar un método educativo que consistía en hacer que Helen tocase un objeto para después deletrear su nombre sobre la palma de su mano en un intento de hacerle comprender que cada cosa tenía un nombre.
Hasta que un día tras pasear cerca de una fuente, Anne colocó la mano de Helen bajo el agua y deletreó sobre ella la palabra “agua” y de pronto, aquella primera palabra infantil que según sus padres había sido pronunciada de manera tan temprana que casi parecía un milagro, brotó en ella como el líquido de la propia fuente. Agua. “De golpe el misterio del lenguaje me fue revelado”, escribió sobre aquel momento. Aquel día, después de que el agua hiciese la luz, Helen aprendió más palabras: madre, padre, hermana, maestra…
Gracias al esfuerzo de Sullivan, que diseñó unas cartulinas con relieves, Keller empezó a leer y un nuevo mundo se abrió para ella. Matemáticas, zoología, botánica, historia, griego, francés, alemán, latín...ningún saber esquivaba su interés.
A su vez, inició un lento proceso de aprendizaje del habla con Sarah Fuller, de la Escuela para Sordos Horace Mann, también de Boston. Aprendió a leer los labios colocando los dedos sobre los labios y la garganta del interlocutor mientras le deletreaban las palabras simultáneamente.
Era una lectora voraz. Gracias al sistema Braile pudo imbuirse en la obra de Homero, Kipling y Shakespeare.
A los 16 años siguió cumpliendo sueños y se matriculó en la Escuela Cambridge para preparar el ingreso en Radcliffe, el centro femenino de la Universidad de Harvard, en el que se graduó con honores. En Radcliffe surgió otra de sus grandes pasiones, el activismo. Tras tomar conciencia de la situación de los ciegos que pertenecían a las clases más humildes y de la estrecha relación entre discapacidad y pobreza se interesó por los derechos de los trabajadores y comenzó a apoyar los movimientos socialistas femeninos. Esto le llevó a ser investigada por el FBI y verse incluida en una lista de "comunistas peligrosos". También luchó por el voto femenino, se interesó por los derechos de los afroamericanos y por la neutralidad de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. Profundamente pacifista, años después visitó Hiroshina y Nagasaki donde dio discursos contra la guerra. Sus ideales fueron motivo de burla en los periódicos, los mismos que habían alabado su capacidad de superación y la habían convertido en un icono nacional.
Sullivan acompañó a Keller durante cuarenta y nueve años hasta su muerte. en 1936 después de un período en coma, con Keller sosteniéndole la mano a su lado. Tras su deceso, Polly Thomson ( Polly Thomson comenzó a trabajar para la familia Sullivan-Keller en 1914 como secretaria. Se convirtió en una compañera constante tanto para Anne Sullivan como para Helen Keller. Tras la muerte de Sullivan en 1936, se convirtió en la principal compañera de Keller. Originaria de Escocia, Polly Thomson permaneció con Keller hasta su propia muerte en 1957.) y ella se mudaron a Westport, Connecticut. Su muerte significó una pérdida severa para Keller, quien en 1929 había escrito: «Ofrezco una súplica temblorosa al Señor, porque si ella se va, voy a quedar realmente ciega y sorda».
Keller falleció a los 87 años mientras dormía, el 1 de junio de 1968. Después de llevarse a cabo el funeral, fue incinerada y sus cenizas fueron colocadas en la Catedral Nacional de Washington junto a las de Sullivan y Thomson.
Visibilizar la inclusión de la discapacidad… fue la causa que atravesó su vida entera .
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