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2 | Happy endings
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Después de mi tercer vaso de vermú y su quinta cerveza, y de un par de bailecitos con mucho franeleo, Guille y yo ya estábamos apunto caramelo, así que le susurré en el oído si quería conocer la vista desde el tercer piso.
Subir hasta allí después de haber estado tomando, y con tacos, resultó casi una tarea titánica, pero no iba a dejar que eso me detuviera.
Al entrar, dudé si poner traba en la puerta o no, porque ¿y qué si alguien nos descubría? Después de todo, era parte de la emoción.
—Estás hermosa —dijo intentando sonar seductor. Yo le devolví el cumplido con una sonrisa juguetona mientras lo acorralaba contra la mesa de pool.
—Y es mi cumpleaños… y ¿sabés que hace uno en los cumpleaños? —pregunté mientras le bajaba la bragueta del pantalón.
Me relamí los labios y él dibujó una sonrisa endemoniada. Me tomó de la barbilla y acercó su boca a la mía. Yo acaricié sus labios con mi lengua y luego metí mi mano por debajo de su ropa y acaricié su miembro. Me sonreí al notar que ya estaba duro.
—¿Estás así de duro por mí? —pregunté poniendo tono de inocente y haciendo un puchero.
Me dio un beso suave y como sentí que la excitación estaba haciendo que empezara a mojarme también, decidí ponerme manos a la obra y me arrodillé.
A decir verdad, no sabía si él tenía mejor vista mirando hacia el lago, o yo, viendo su pene, duro y gordito. Me sonreí, lo besé y lo metí en mi boca. Mi lengua hacía su trabajo y sabía que lo hacía bien porque Guille no dejaba de gemir. Las veces que lo miré, él tenía los ojos cerrados, y tuve ganas de decirle que los abriera y que no se perdiera la vista.
Cuando mis rodillas pedían un descanso y mi entrepierna pedía atención, me puse de pie y él sin perder tiempo me tomó y me subió sobre la mesa de pool.
Primero, pensé que iba a ponerse el preservativo para terminar con el asunto, pero él se subió también a la mesa, se acomodó boca abajo, pasó mis piernas sobre sus hombros y hundió rostro entre mis piernas.
A esta altura yo estaba tan mojada que temí ahogarlo. Pero él parecía sediento, porque lo que hizo ahí abajo me hizo gritar como hacía tiempo no gritaba. Puede que fuera sólo un juguete para mí, pero Ken definitivamente sabía lo que hacía.
—Estás tan rica, Barbi —susurró, y de pronto sentí una explosión en mi sexo.
—Cogeme, Guille, cogeme ya —imploré, y entonces ya no le quedó más remedio que obedecer.
Mientras él se ponía el forro, aproveché para acomodarme en la mesa. Esta era mi fantasía y la iba a cumplir como yo quería, así que me puse en cuatro, mirando hacia el lago y esperé que me penetrara.
Primero introdujo sus dedos y saboreó mi sexo con su lengua un poco más, asegurándose que estuviera lista para él. Y luego sí, sin que tuviera que pedírselo de nuevo, me embistió. Una vez, y otra y otra.
Ken no se cansaba, y yo ya estaba viendo las estrellas, tanto en mi cabeza, como las que brillaban en el cielo de la noche y que se reflejaban en el lago.
—Dale, hermosa, acabá para mí, gritá, así… —decía él.
Cerré mis ojos y me concentré en lo que sentía. Mis senos bamboleaban, mis músculos querían contraerse… estaba cerca.
—Más, Guille, más —pedí, porque lo sentía venir—. Haceme acabar.
Y lo hizo. Un par de embestidas más y sentí que mi cuerpo tembló, el espasmo recorrió mi cuerpo y después de proferir un último gemido de placer, caí rendida en la mesa de pool de la casa del novio de mi mamá.
«Fantasía cumplida», pensé con una sonrisa gigante en la cara.
—Gracias —murmuré y luego sentí una nalgada cariñosa como respuesta de él.
—Feliz cumpleaños, bombona.
🌙
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