...tomabas venganza de los que no te daban lo que vos querías. Lo interesante de tu punto de vista, es que tu verdad siempre parecía completamente válida y aceptable y te esmerabas en sobrecargar de faltas y errores a tus "enemigos" para justificar tus acciones contra ellos, pero jamás creí que iba a convertirme en tu enemiga de un segundo al otro, sin haberte un daño concreto, sin saber que una de tus grandes heridas era el rechazo y el abandono, y que la gente herida y enojada es la más peligrosa. Pasaron los días y me tratabas normal, con distancia pero bien, sobretodo frente a mí familia que te tenía aún de invitada de honor sin saber que éramos ya enemigas declaradas y tan solo una semana más tarde, nos revolcamos por primera y última, vez con tus juguetes alrededor nuestro en el suelo y completamente vestidas...humilladas, furiosas y escandalosas en la vereda de mí casa, con todas tus cosas afuera, los perros callejeros ladrando y mí niñera de la infancia mirando de refilón la escena esperando el colectivo enfrente. El único vestigio de ese revolcón violento en la vereda, fueron unas incipientes gotas de sangre alrededor de tu boca y un rasguño a la altura de mí nariz y pómulo, moretones salpicados por todos lados y varios mechones de pelo rubio, naturales y teñidos, enredándose y volando con el viento invernal y helado de ese 12 de julio, un día antes de que cumplas los famosos 19 años que decías tener cuando te preguntaban la edad en los boliches. Tu venganza no me arruinó la vida como prometiste, pero si que me mostró lo más profundo y oscuro de ese iceberg que tanto temía ver,y cuando nade y empecé a flotar por fin en la superficie debilitada por el frío y los golpes, pude ver que por fin se había empezado a alejar de mí, para vagar por el mundo en busca de nuevos objetivos que eventualmente se hundirian tras tu paso errático y destructivo.