Hacia mediados del siglo XVI, la iglesia católica romana comenzó a dejar más clara y reafirmar su doctrina y prácticas, esforzándose para combatir el impacto de la reforma protestante. Este esfuerzo, conocido la "contrarreforma", reconocía el valor educacional e inspiracional de las imágenes visuales y demandaba artistas para trabajar en un estilo que favorecía la claridad y el fervor dramático. En 1627, Francisco de Zurbarán vivía y trabajaba en el municipio provincial de Llerena, España. Imaginó un Cristo crucificado suspendido más allá del tiempo y el espacio. Conforme a lo que dicta la contrarreforma, el artista representó el acontecimiento teniendo lugar no rodeado por una multitud sino de manera aislada. La austera figura, que surge de un fondo oscuro, ha sido idealizada tanto en su belleza serena y llena de gracia y en su representación elegante y humanizada como en su rostro individualizado y de profundo realismo. La luz intensa destaca los detalles anatómicos, los delicados pliegues del paño de pureza blanco y un trozo de papel combado en la base de la cruz, en el que aparecen el nombre del artista y la fecha de la obra. Sobre la obra: - Técnica: Óleo sobre lienzo - Tamaño: 168,9 x 109,8 cm - Puedes visitarlo en el Museo de Arte de Ponce, Puerto Rico