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Un caramelo Media Hora

Escritura y literatura
Invitame un cortado en jarrito

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Ya son las siete y media. La reja se cierra detrás mío y otra puerta se abre, dando paso a un perro impacientado que empuja a su amo para salir a la calle. La lengua afuera y la cola oscilante.El ruido del chorro de orina chocando contra el árbol. La urgencia de la libertad. Y ahora su hocico mojado rozando mi mano. Mis pasos. Los últimos grillos de la noche y el primer canto de los pájaros en la mañana. Cambia el semáforo y la calle desierta. El trote de un tipo en shorts y remera azul que lleva medias tres cuartos blancas y parece agitado. El Silbido de una pava y el perfume a tostadas emergiendo de la ventana. Una cortina agitada por la brisa, dos segundos. Y luego la carrera de una mujer que llega tarde a algún lado, el sonido de sus tacos apurados apagándose con la distancia. Una escoba solitaria que barre hojas y polvo. El agua corriendo por la acequia y el sonido cristalino siguiendo mi andar. Más pájaros y otros pasos que ahora se confunden con los míos, hasta que suena a aspersores y todo huele a tierra mojada. Cruzo la plaza. Una alarma que se pone ON y otra que se pone OFF. Aroma a café y medialunas. El ruido de un motor. Dos, tres, ocho y ya no los cuento. El movimiento de las hojas en los árboles, filtrando la luz del sol de manera rara en el pavimento. Una persiana metálica que sube. Y mi andar. Y un juego de sombras. Una mirada de costado. Una bordeadora, un delantal manchado de verde y olor a pasto recién cortado. El hombre que va caminando con un bastón de tres pies, los bancos vacíos, la luz de las farolas y el sol mezclándose. Una bocina. Un grito. Una señal agitando la mano. Un gesto y un dedo de gesto. La llave entrando en el candado. La reja que sube y la puerta que se abre. Ya son las ocho.
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