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C. R GOTTA

Escritura y literatura
Invitame un Cafecito

Hambre

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La señorita Florencia escribía las vocales en la pizarra para sus alumnos. A ella no le habían avisado de la alumna nueva que estaba en las últimas filas del aula, como tampoco vio la transpiración de su frente y los nudillos blancos de sus puños sobre el pupitre. Faltaba poco para el recreo y se notaba por el desinterés de los chicos que inquietos sobre la silla miraban los juegos del patio por la ventana, como también se escuchaba el sonido de los paquetes de galletitas que no paraban de apretar. Cuando la seño Flor vio el reloj de pared que faltaban cinco minutos dejó las tizas en el borde del pizarrón y decidió poner un poco de orden a sus alumnos antes del receso. Fue en ese momento que al pasar la mirada por las mesas que vio a la nena nueva, con su pelo suelto hasta la espalda y escribiendo muy concentrada en su cuaderno rojo. Pensó que en la próxima hora, le daría una cálida bienvenida a Martina, como detalla su colgante plastificado. Preguntó en voz alta si todos habían terminado de copiar todo y respondieron sí al unísono, entonces la seño se dio vuelta para agarrar el borrador y dejar todo limpio para la próxima hora. Pero en un segundo, el ruido de los chicos se apagó completamente. Extrañada, volteo nuevamente y tuvo que taparse la boca con las dos manos para no gritar. Todos estaban desmayados y formando un gran charco de sangre en el piso. La única que parecía inmune a semejante tragedia era la nena nueva sentada sobre la mesa de la primera fila, con el pelo rubio pegado a la cara mientras se chupaba los dedos manchados de rojo. La seño, desconcertada, le grito: - ¡Martina! ¿Qué hiciste? La nena se asustó ante el reto y comenzó a llorar fuerte, tanto que al gritar se podía ver como los mocos caían y se mezclaban con la sangre de sus colmillos.
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