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PESAJ CON UNA SILLA VACÍA
Por Dani Lerer
En horas nos sentaremos a la mesa del Seder para recordar la salida de Egipto, el pasaje de la esclavitud a la libertad. Como cada año, recitamos: “Bejol dor vador jaiab adam lirot et atzmo keilu hu iatza mi-Mitzraim.” —“En cada generación, cada persona debe verse a sí misma como si ella misma hubiera salido de Egipto”.
Pero este año esa frase resuena con una herida abierta. Porque este año, mientras comemos el maror para recordar la amargura de la esclavitud, no necesitamos viajar 3300 años atrás para entender lo que significa estar cautivo. Hoy, en este mismo momento, hay 59 personas secuestradas en Gaza que llevan 553 días en cautiverio.
Pesaj es la fiesta de la libertad. Pero ¿cómo celebrarla plenamente cuando sabemos que hay familias con una silla vacía en la mesa, con platos servidos que nadie tocará, esperando el regreso de sus seres queridos?
La Hagadá nos enseña a no ser indiferentes. Nos llama a recordar no solo el dolor antiguo, sino también el sufrimiento presente. Nos empuja a preguntar, a incomodarnos, a no mirar hacia otro lado. Porque si hay algo que aprendimos como pueblo es que la memoria sin acción es solo nostalgia.
Este año muchas familias sumarán un símbolo nuevo al plato del Seder: una vela, una cinta amarilla, una foto, una oración. Y también el compromiso de seguir hablando, gritando si hace falta, para que el mundo no olvide.
Libertad no es solo un ideal. Es una urgencia. Y este Pesaj, más que nunca, lo sabemos en carne viva.
Que llegue pronto el día en que podamos decir “Daienu” porque todos nuestros hermanos estarán de vuelta en casa.
Jag Pesaj Sameaj. Y que sea, de verdad, un tiempo de libertad.
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