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"Nombres".- de Leonardo Romani
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“Nombres”.- de Leonardo Romani
José María y María José vivieron los primeros treinta años de sus vidas confundidos. Ambos estaban seguros que gran parte de ese desconcierto había nacido el mismo día que sus padres tomaron la decisión de darles nombres ambiguos y babélicos.
Nombres compuestos, mitad de varón y mitad de mujer, para un hombre y una mujer, intercambiados y asustados, entreverados. Ambos se sentían traicionados por sus propios nombres que se complotaban con sus cuerpos en contra de sus deseos, de sus más profundos deseos.
Se conocieron en un grupo de terapia, compartiendo un espacio común con otras personas que se sentían distintos desde diferentes lugares; su sexualidad, sus géneros, su gustos o sus personalidades. Las doce personas que se juntaban dos martes por mes en ese lugar estaban convencidas sólo de una cosa, se sentían atrapadas en cuerpos que no les pertenecían, en vidas que no disfrutaban o estereotipos que ya no las representaban.
José María sintió, desde que empezó a sentir, que la parte femenina de su nombre lo representaba mucho más que ese áspero José. De niño jamás pudo disfrutar de los juguetes de los estantes celestes y al crecer siempre miró más las piernas de los hombres que las de las mujeres.
A María José le pasaba lo mismo pero al revés. Nunca rosa, nunca, nada, ni las medias. Aún recuerda cuando su madre tuvo que elevar bastante la voz delante de la directora del colegio para que no pusiera reparos en que María se vistiera de granadera y no de dama antigua para los actos. También hubo que insistir para que a la hora de gimnasia María José se convirtiera en la goleadora del equipo de fútbol y no del de hockey.
Los dos tenían tanto en común que las reuniones quincenales les parecieron muy poco y decidieron compartir mucho más que ese espacio que los había amontonado. Poco a poco descubrieron que juntos podían vivir toda la vida escuchando a Spinetta, sentados en la alfombra de un living tímidamente iluminado y con una copa de vino en la mano.
Pero todavía necesitaban resolver algo. A José le gustaba todo lo masculino de María y a María le gustaba todo lo femenino de José, pero había cosas que resolver y que podían llevarles mucho tiempo y explicaciones. Ninguno de los dos tenía ganas de perder tiempo ni de dar explicaciones.
Esto fue lo que pasó. Mejor dicho, lo que ellos decidieron que iba a pasar. Se mudaron juntos a una nueva casa, sin recuerdos de sus degeneradas vidas. A la hora de desempacar, José María acomodó en la mitad del ropero que le pertenecía, en su mesita de luz y en el lado derecho del botiquín del baño, y como a él le gustaba, todas las femeninas pertenencias de María José. Al mismo tiempo María José ordenó también a su exclusivo parecer todas y cada una de las cosas que hasta esa tarde eran de José María y que este ya no iba a necesitar.
Esa primera noche mientras cenaban con velas, y en una tan sencilla como emocionante ceremonia, intercambiaron sus documentos de identidad, y nacieron de nuevo.
FIN
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