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"Punk rock".- de Leonardo Romani
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"Punk rock”.- de Leonardo Romani
Entre los 14 y los 18 años de edad Matías escuchó prácticamente sólo bandas de punk, de punk rock en realidad (no es lo mismo se preocupó en aclarar Matías durante todos esos años). Sex Pistols, Ramones y The Clash al principio, pero cuando se sintió capaz de participar de los pogos se compró todos los discos de Attaque 77 y no se perdió casi ningún concierto.
La lenta pero inevitable transformación en un burgués común y corriente lo fue llevando a escuchar todo tipo de música a excepción de reggaetón. Nunca, jamás, ni en una fiesta Matías iba a mover su cuerpo al ritmo de un reggaetón, se lo había jurado a él mismo y pensaba cumplirlo. Pero más allá de que sus listas de reproducción se iban volviendo cada vez más heterogéneas y contradictorias, su corazón seguía latiendo al ritmo de los bicordes distorsionados de esa cercana adolescencia que se resistía a terminar y se escondía detrás de canciones de punk rock.
Hacía más de tres meses que Matías quería ir a tomar algo con Carolina, una chica morocha y alta que trabajaba de recepcionista en la empresa del padre de Matías y a la que este iba tres veces por semana a realizar tareas de cadetería.
A Carolina se le fueron acabando las excusas al mismo tiempo que le crecían las ganas de aceptar las invitaciones de Matías. Así fue que un viernes de abril le dijo que no podía ir al cine porque iba a ver la banda del hermano de una amiga, unos pocos segundos después le preguntó si quería acompañarla.
Matías aceptó inmediatamente.
-¿Te gusta el punk? –le preguntó Carolina.
-Casi exclusivamente –respondió Matías.
-Lo único que te voy a pedir es que no me mientas –se apuró a plantar bandera la morocha con cara de fastidio -odio que me mientan.
Matías le pidió permiso para usar la computadora de la recepción y luego de aporrear un par de teclas y mover apurado el mouse abrió en el modo de pantalla completa una foto de la tapa de “Trapos” de Attaque 77, un disco en vivo que la banda dedicó a sus fans y en la cual no sólo sus seguidores eligieron todos y cada uno de los temas que sonaron sino que en la portada la banda posó con todo su público detrás. Unos movimientos más con el ratón bastaron para que Matías le mostrara a Carolina que el aparecía en esa imagen, con el puño derecho en alto y la cara desorbitada.
Carolina sonrió y le anotó la dirección del pub donde iban a tocar un par de horas más tarde “Los Exiliados”.
-A las once en la puerta –fue lo único que agregó.
A pesar de estar un poco fuera de ritmo Matías pasó dignamente el recital. Sólo cayó al piso dos veces durante ese único pogo que duró todo el show sin interrupción alguna y hasta pudo, a puro codazo, comprar cervezas dos veces en la barra para tomarlas con Carolina, despampanante en musculosa blanca, jeans claritos y zapatillas de lona.
Volvieron caminando luego del concierto (de los recitales se vuelve caminando). Matías la acompañó a Carolina hasta la casa. Eran unas veinte cuadras que las caminaron todas repasando los detalles del show. Matías se mostraba contento y tarareaba el hit de la banda, aunque no recordaba bien la letra, Carolina reía y disimuladamente acercaba sus caderas a las de Matías en clara señal de comodidad.
En la puerta de su casa Carolina jugó con las llaves más de diez segundos, Matías interpretó correctamente la señal y le dio un beso más largo que la mayoría de las canciones de “Los exiliados”.
Después del beso Carolima abrió la puerta para entrar a su casa.
-¡Pará! –la detuvo Matias-. Me pediste una sola cosa y no puedo no cumplirla. Me pediste que no te mienta. Flaca, la banda que vimos hoy es horrible. Esos pibes son malos en serio, suenan como si cada uno tocara un tema distinto y las letras parecen panfletos de una lista del centro de estudiantes de un colegio secundario. El bajista se quedó dormido al tercer tema y ni ellos de dieron cuenta, lo despertaron cuando se bajaron del escenario. Son quizás la peor banda de música que escuché en mi vida.
Carolina detuvo el sincero discurso con una desquiciada seguidilla de besos que fueron acompañados con algunas perceptibles caricias por debajo de la remera de Matías a la altura del abdomen.
- Yo no entiendo nada de punk. Ni siquiera escucho punk, o rock. Pero ni mi amiga va a ver al hermano porque dice que tocan tan mal que prefiere escuchar a dos perros peleando. Yo sólo quería alguien que me acompañara y que no me mienta ¿Nos vemos mañana?
- Si, si por supuesto –respondió Matías -¿Qué te gustaría hacer?
-A mí me encanta el reggaetón, escucharlo y bailarlo. Mañana hay una fiesta en La Plata que solo pasan reggaetón y voy a ir con amigas. ¿Querés venir? ¿Te gusta el reggaetón?
-Si… por supuesto que voy… me encanta el reggaetón.
FIN
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