Imagen de portadaImagen de perfil

El Freud De la villa

Arte
Invitame una birra

Cien poemas y un café

Cargando imagen
La veo a ella chapando en la vereda con el Coqui. Estaban el Bocón, Javo, el Monito del fondo, fumando un porro en la esquina. Son los hampones del barrio. Años más tarde me daría cuenta que le teníamos miedo sólo porque se drogaban y robaban bicicletas de los patios de las casas de los vecinos. Pero ahí estaban. En esa joda donde nadie los invitó. Éramos todos pibes, salvo Caro y Tamara, la chica que me tenía enamorado, pero a ella le cabían los pibes malos. Yo quería pertenecer a esa banda de jovencitos con conjunto deportivo que aterrorizaban a las señoras de la cuadra aspirando pegamento. No quería que ella me siga viendo como un gil, virgo y encima sin un peso en el bolsillo. Yo también quería robar como los pibes. Tenía el dato de una casa abandonada con todos los muebles adentro. El dueño había muerto y nadie había venido a reclamar nada. Era mi vecino, don Fredy. Un viejo nazi que coleccionaba escopetas y del que poco conocíamos. En el medio de la ronda de baile, sonaba "La cumbia Doris" y hacíamos palmas entre nosotros, todos varones. Las dos pibas estaban en la suya. Cuando salí a mear al costado del alambrado de atrás, le dije al Monito que tenía algo para hacer. El after de la joda iba a ser el robo a la casa de mi vecino. De repente me encontré entre los maleantes planeando un hecho. Olían a porro, Poxiran, y vino barato. Uno de los pibes me preguntó si dentro de esa casa había tubos, "si, garrafas hay" respondí. "No, boludo, hablo de televisores" me respondió y me dejó en ridículo ante la mirada perdida de los demás pichones de delincuentes. Bueno, ya fue, activemos, dijo el Bocón. Y allá fuimos...
Ver más