Imagen de portadaImagen de perfil

El Freud De la villa

Arte

La señora de los vientos

De todas las balas que le tiraron, ¿Cuál habrá sido la que definitivamente lo mató? ¿Quién disparó desde adentro del Fiat Siena gris? Raquel se pregunta una y otra vez. Él había salido convertido en otra persona del penal. Era pibe, una vida por delante. Nadie entiende que pudo haber pasado. "Mi hijo sólo salió para comprar pan y picadillo, me lo sacaron, me lo mataron" grita Raquel en la puerta de la comisaría, donde vecinos marcharon pidiendo seguridad.
Ver más

SUSCRIBITE AL FREUD

La piba que me gusta se vino desde Villa Devoto hasta mi barrio, en la periferia de General Pacheco. 800 pesos le cobró el Uber, precio elevado por mucha demanda, aunque me parece un precio razonable, son casi 30 kilómetros. Saludó tímidamente a los pibes que estaban conmigo, su perfume importado quedaba impregnado y mezclado con el olor a escabio que teníamos encima. Avisó una hora antes que venía, nosotros desde las 19 horas que estábamos tomando birra en la vereda. Se trajo su mochila Prüne, algo de maquillaje y ropa para un eventual 'me quedo a dormir'. Ella es muy bonita, parece salida de alguna serie española de moda, es muy flaquita, mediana altura, ojos bien marrones, pelo ondulado y una voz de locutora que al oírla se me hace estar escuchando FM Aspen. Mi cuarto es un quilombo y el baño un desastre. No sé cómo decirle que para tirar agua hay que usar el balde naranja de 20 litros. ¿Y si se quiere bañar? Tengo que cargar el calefón con una jarra, enchufarlo durante 15 minutos y luego ir regulando la temperatura, agregando o sacando. Pienso que sería una buena idea ir a un telo, pero no sé qué onda, tampoco tengo plata, un turno cuesta 700 pesos, me dice unos de los pibes. Me dijo que salió sin cenar, en la casa estaban cocinando canelones y vinieron unos tíos, estaba aburridísima. ¿Dónde podemos pedir unas pizzas? Yo invito, dijo. Uno de los chicos se ofreció para ir a encargarlas, tres grandes de muzza $320 reza el cartel de la rotisería. Mientras esperábamos me pidió pasar a casa para que le cargue el celu. - La verdad que me da cosa que te quedes, yo no vivo como vos, no tengo las mismas comodidades, no tengo microondas ni cafetera- le decía. - ¿Vos sos boludo? Yo vine a verte a vos, no a tu casa - Contestó.
Ver más

SUSCRIBITE AL FREUD

Estés donde estés, seguro te habrás levantado tipo 8 de la mañana a pelar papas y a preparar la mesa para amasar fideos caseros. Le gritaste a alguno que quiso meter mano en la preparación. Te enojaste con otro que mojó el pan en el tuco. Pusiste “Puerto Montt” de Los Iracundos a volumen alto. Alguien te ceba mates en el solcito. Preguntaste qué salió anoche en la quiniela. Regaste algunas plantas. Cambiaste la música, ahora suenan Los Palmeras, de los primeros discos. Estés donde estés, ahora seguro descansás de la crueldad de este mundo injusto. Y estás tranquila que dejaste todo en orden por acá, que te extrañamos pero seguimos firmes. Desde que te fuiste hace frío, es tu ausencia, de una. Aunque la tristeza no sabe de climas. Mientras el resto de la gente se pregunta cómo recuperarse de este año, yo me pregunto: ¿cómo recuperarse de todos estos años juntos? Preparo el mate, pongo Los Iracundos, miro a la nada misma y sonrío, porque no puedo llorar, no me sale. Algún día miraremos la misma luna, te lo prometo.
Ver más

SUSCRIBITE AL FREUD

María entendió todo. Se empoderó hace unos años luego de una relación posesiva que derivó en una depresión y varios intentos de suicidio. Su infancia en uno de los barrios más populosos en el límite con Capital Federal no fue feliz. Violencia familiar, abusos, hambre, y una madre que no podía con todo; ese es el paisaje que recuerda de aquellos años. Se cansó de amar giles que no la valoraban. Un día decidió que no le iba a faltar nunca más nada en la vida. Costó. Arrancó cartoneando y con sus primeros pesos ahorrados se compró un par de zapatillas. Luego la vida se encargó de brindarle otras posibilidades y comenzó a trabajar de camarera. El próximo paso sería irse a vivir sola. María no cree en la meritocracia. Al que le toca le toca, dice. En sus ojitos ya no se nota la tristeza, esa que cargamos desde niños porque nos criamos en el sufrimiento. María baila, ríe, coge, come en lugares caros pero también entra a las villas por esos siempre tan tentadores choripanes. María nunca se olvida de donde viene. Ayuda a su familia, porque ahora le va bien. No necesita de ningún hombre con ganas de poseer y que le saque en cara en algún momento de todo lo que le brindó. María tiene amantes. María no se involucra en historietas ni tampoco se come cualquier chamuyo. María es compañera. María es un desastre, pero un bendito desastre. María no quiere ser la primera ni la última, ella quiere ser prioridad siempre. Y está perfecto. Si te quieren a medias, vos querete el doble.
Ver más

Cien poemas y un café

La veo a ella chapando en la vereda con el Coqui. Estaban el Bocón, Javo, el Monito del fondo, fumando un porro en la esquina. Son los hampones del barrio. Años más tarde me daría cuenta que le teníamos miedo sólo porque se drogaban y robaban bicicletas de los patios de las casas de los vecinos. Pero ahí estaban. En esa joda donde nadie los invitó. Éramos todos pibes, salvo Caro y Tamara, la chica que me tenía enamorado, pero a ella le cabían los pibes malos. Yo quería pertenecer a esa banda de jovencitos con conjunto deportivo que aterrorizaban a las señoras de la cuadra aspirando pegamento. No quería que ella me siga viendo como un gil, virgo y encima sin un peso en el bolsillo. Yo también quería robar como los pibes. Tenía el dato de una casa abandonada con todos los muebles adentro. El dueño había muerto y nadie había venido a reclamar nada. Era mi vecino, don Fredy. Un viejo nazi que coleccionaba escopetas y del que poco conocíamos. En el medio de la ronda de baile, sonaba "La cumbia Doris" y hacíamos palmas entre nosotros, todos varones. Las dos pibas estaban en la suya. Cuando salí a mear al costado del alambrado de atrás, le dije al Monito que tenía algo para hacer. El after de la joda iba a ser el robo a la casa de mi vecino. De repente me encontré entre los maleantes planeando un hecho. Olían a porro, Poxiran, y vino barato. Uno de los pibes me preguntó si dentro de esa casa había tubos, "si, garrafas hay" respondí. "No, boludo, hablo de televisores" me respondió y me dejó en ridículo ante la mirada perdida de los demás pichones de delincuentes. Bueno, ya fue, activemos, dijo el Bocón. Y allá fuimos...
Ver más