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Encanto Jacarandá

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Episodio 13: "Aristóbulo del Valle - Salto Encantado"

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"Hallazgo del Salto mi primer salto ese que me hizo desplegar las alas ese que irrumpió el conformismo Primero el Amor luego la aventura..." Dos mañanas después de llegar a La Pacha, decidimos ir a Aristóbulo del Valle con dos objetivos claros: Ir a la Feria Franca y al mirador de la ruta sito en plena serranía misionera -ese que habíamos pasado de sopetón con el micro-  cerca de varias comunidades guaraníes, a unos kilómetros del pueblo. Cuando llegamos a la Feria Franca -que suponíamos sería en alguna plaza o en la vía pública-, advertimos que era dentro de un galpón, y que por ser Miércoles se reducía a cinco puestos. A cada uno le compramos algo. Salvo a la chica de los churros que nos dió el agua para el mate, y al pibe que resultó ser nuestro amigo (no tenemos la certeza de que la rúcula que adquirimos del puesto de al lado fuera de su chacra). Mientras Cele charlaba con la señora del puesto de los jabones artesanales, Agus conversaba con Cristian que entre esas cosas le tiró el dato del queso artesanal. Ambas conversas fueron fructíferas: Un inmenso jabón de mamón y mucha dicha desparramada entre recetas y sonrisas de dos hacedoras de jabones artesanales y otras alquimias. Y el dato del queso... Conseguimos de una buena vez la miel; un tomatito; el primer pan artesanal. Nos fuimos hacia el queso. Nos pasamos, compramos papel higiénico, y volviendo hacia lo que creíamos era la verdulería que vendía el queso, nos reencontramos con Cristian. Cuando llegó a esa verdulería en la cual vendían el queso, preguntó por nosotros. Imaginó que nos habíamos pasado. Nos esperó y nos lo vendió al mismo precio que lo compró. Era el último pedazo de queso. Como si eso fuera poco nos llevó al mirador...una vez allí, nos regaló dulce de mamón para comer con el queso. Y mucha lechuga...nos hicimos compinches. Nos contó que es docente, que hay poco laburo de eso en la provincia y que se volcó a la chacra... Mientras comíamos unos sandwiches de rúcula, tomate y queso en esa vista descomunal conversamos con una pareja que podrían ser nuestrxs padres. Tocamos la vicuñita a dos quenas y nos grabaron. Nos dijeron que a pesar de ir para el otro lado, nos llevarían hasta un punto más próximo al Salto Encantado. Nos dejaron entre intersecciones de rutas. Acomodamos los petates y cuando elevamos la cabeza, estaba llegando el mismo auto del que habíamos descendido. La señora nos dijo que íbamos a tener que caminar demasiado, y que ellos nos llevarían hasta la mismísma entrada del Salto Encantado... Salto Encantado 💦 Allí, Encanto Jacarandá estaba en su salsa....emmmm...en su salto.... Leímos la leyenda del Cartel, a viva voz, y en varias ocasiones para nosotrxs y la gente presente: "En el momento justo en el que fue descubierto el salto, tuvo difusión una leyenda sobre su origen. Tragedia de amor inspirada en el seno de una comunidad aborigen Guaraní, que habitó el Valle del Cuñá Pirú. Habitaban el gran valle dos tribus históricamente enemigas, el cacique de una de ellas Aguará (zorro), tenía una bella hija llamada Yate-í (dulce). El de la otra tribu se llamaba Yurumí (Oso Hormiguero), cuyo hijo Cabure-í (pequeño búho), era un excelente cazador y valiente guerrero. Quiso el destino que los jóvenes se conocieran durante una cacería y naciera el amor entre ambos. Sus padres no lo admitieron y su odio estalló en una gran batalla. Durante la lucha Yate-í lloró al ver morir a su padre y sus lágrimas al tocar el suelo, se iban transformando en pequeños hilos de agua. Cabure-í al observarla, dejó las armas y corrió para compartir su dolor. En ese instante cientos de flechas de ambos bandos acribillaron a los jóvenes y Tupá (Dios de la Naturaleza), hizo que las lágrimas de Yate-í formaran un arroyo, y con truenos y rayos la tierra se abriera cobijando a los enamorados muertos. En ese lugar las aguas del arroyo cayeron formando entonces el salto" Después de tocar en el Bar del Salto Encantado encaramos para los senderos. Algunos estaban cerrados por eso de los días lluviosos y húmedos. A un lado de uno de los senderos vimos una serpiente Cascabel. Después una Encrucijada, entre dos saltos. Optamos primero por el Salto Acuti. "...La risa nena no podrá surgir, a menos que te subas al árbol..." reza Luis Alberto Spinetta. Cele encontró uno y subió. Aunque ella aprendió a reir más allá de esa acción. Encontramos El Salto Escondido Después seguimos y nos detuvimos en El Mirador del Salto Encantado. Allí, mientras la gente llegaba y por ello, la mujer de este dúo dejaba su momento de intimidad con la escritura, el Quenista, que estaba charlando con un investigador de aves -quien fue autorizado para llegar hasta los confines del parque, más allá de las condiciones resbaladizas de los caminos-, se disponía a hacer una presentación, que consistiría en tocar quenas y evocar -otra vez- la Leyenda del Salto Encantado y por último revelar un misterio: "Si osan detenerse 120 segundos -o algo así- con la mirada fija en las aguas del salto -que se captan como en cámara lenta-, e inmediatamente desvían el foco hacia la madre selva, podrán vislumbrar a todo el monte moverse y entrelazarse...entreverarse con unos vaivenes mágicos. Un estado  no ordinario de percepción al que podrán arribar sin la ayuda de ninguna plantita, aunque con la dicha del mate próximo" Es cierto que el mejor lugar para realizar ese ejercicio se encontraba del otro lado de un puente, donde Cele lo descubrió y lo dio como presente a varios seres humanos que lo comprobaron con sus ojos. Fuimos los últimos en salir del Parque del Salto Encantado. La tarde estaba cayendo y con la calidez de esos últimos rayos de sol tomamos un mate a la vera del camino. Hicimos un dedo que nos dejó en la entrada del pueblo de Villa Salto Encantado, allí compramos en un mercado un vino, zapallo y alguna verdura más para la cena. Volvimos en bondi a La Pacha tocando quenas.
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