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Encanto Jacarandá

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Llegamos a Itacaré - Bahía de Brasil

Un 20 de agosto llegamos a las tierras del Nordeste de Brasil. Luego de 24 horas de viajes -que parecían interminables-, dio cierto el arribo a la localidad de Itacaré, pueblo localizado a unos 220 km de Salvador de Bahía, en la llamada "Costa del Cacao". Allí la temperatura oscila entre los 25 y 30 grados. Este pueblo de pescadores sería nuestro hogar por 4 meses. Vivimos en un barrio popular llamado "BAIRRO da PASSAGEM", en medio de uno de los pocos quilombos urbanos que aún quedan en Brasil. Población afrodescendiente en su mayoría, con una fuerte cultura del candomblé. Nuestros primeros días habitaron el asombro de quién recorre una tierra desconocida. Si bien Agus había vivido un tiempo allí , a través de la mirada novedosa que Cele convidaba, podía volver a mirar con otros ojos lo que antes había conocido en su viaje en bicicleta. Los colores de Itacaré sobresalen en la costanera que da a la desembocadura del "Río das Contas", en dónde unas cuantas decenas de barquitos y botes descansan sus anclas, otorgando a la playa un aire pintoresco merecedor de ser retratado por algún artista plástico. Si Quinquela Martín hubiese vivido en la bahía, sin duda varios lienzos con su firma reflejarían y exacerbarían esos colores que solo se logran con el Sol y el agua salada percutiendo y repercutiendo. Según cuenta la historia, esta Vila de pescadores debe su nombre al origen tupí guaraní, significando ITA ( piedra) y CARÉ (quebrada). En algunas investigaciones, se encuentran como "Yacaré de Piedra, o "Río de ruido diferente". Aunque según nuestro profesor de capoeira de Angola -nativo de estas tierras- la primera es la correcta, de hecho fue él mismo el primero en transmitirnos ese conocimiento. La bahía está dividida por varias playas que a su vez tienen sus propias bahías. Esto le otorga a cada una su particularidad. Praia da Concha está situada cerca del centro, y es el resultado de la conjunción de las aguas del Río das Contas y el mar. De esta manera y según las mareas, ella se encuentra con una mezcla perfecta de aguas dulces y saladas, brindando la posibilidad de nadar placenteramente sin presencia de olas grandes, formando una piscina transparente y calma de temperatura templada. Además esta playa tiene la característica identitaria del faro. Dicha construcción antigua se deja ver al final de la escollera de piedras quebradas por la fuerza del océano. Con una luz tenue y titilante (que aparece cada tres segundos), alumbra las noches de los navegantes. En ese final de Agosto estaba apagada.... Nos recibió la bahía con aroma a café. El Sol calentaría nuestros amaneceres con la templanza de quien espera un día lleno de luz. Y así se irían abriendo camino... Cuatro meses de puro aprendizaje, que poco a poco iremos contando en cada relato. Continuará...
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Episodio 20: "Del Agua grande a la Piedra Furada"

Sabíamos que los ñoquis serían el plato principal de la velada. Teníamos calabazas tipo Cabutia y dos hornos eléctricos para cocinarlas... La harina, nuestra sal condimentada de fábrica, y especias. El tuco debía hacerlo Agustín. Su abuela María Elena aclararía que el resultado de esa salsa no cumplía con el carácter del Tuco, pudiéndolo llamar simplemente de salsa de tomate. El cabutia después de la cocción parecía algo acuoso. De todas maneras, la cancha de Celeste conseguiría contrarrestar esos excesos de agua sin que los ñoquis se tornarsen bolas pesadas de harina de trigo. Chia había prometido la salsa de crema brasilera y hongos de pino por ella cosechados. Había otra cumpleañera que se permitía tan solo recibir El papá de la familia que conocimos en "Gaby Chipa" había mutado en una especie de Rally Barrionuevo rubio. Desde la cocina se escuchaba una voz con un ímpetu y una integridad que parecía provenir de algún artista consolidado de Folclore del Noroeste Argentino, de esos que cierran los Festivales o que llenan un Luna Park. La peña estaba rodando. Gonza también tocaba su guitarra y nos deleitaba con alguna de sus canciones. Antes de servir la pasta que -por cierto- dio cierto y alcanzó para un buen plato para  cada comensal (Celeste amasó ñoquis para ocho), Agustín tuvo que tocar Eitileda. Su canto de cumpleaños. La torta era un budinazo, en su mayoría conformado de porotos negros hervidos, que hacían las veces de chocolate. Si bien los porotos en sí conllevan su propio dulzor, el agregado de hojitas de Stevia, una vez apagado el fuego, los torna más propicios ainda. Los otros ingredientes: un poquito de avena, cuadrados de Águila al 70 por ciento y dulce de leche con stevia.... Las velitas fueron sopladas y los deseos pedidos. El día 11 de Agosto se terminaba entre zambas, chacareras y algún rocanrol. El Hostal la Calma se seguía preparando para la Gran Peña que tendría lugar en su inmenso parque en la parte de adelante, el Domingo 19 de Agosto. Había que destapar más canaletas, bajar ramas de palmera que colgaban jovatas y desprolijas, limpiar la pileta (que lindaría con el escenario, de acuerdo a estudios exhaustivos de los organizadores) y unos cuartos. La máquina de cortar pasto y la bordeadora debían seguir sonando, así como los rastrillos y las escobas pasando... Mientras tanto Encanto Jacarandá debía conseguir un vuelo desde Foz de Iguaçu até Salvador da Bahía. Nos habíamos confiado con la idea de ir al aeropuerto en los días próximos y tratar de pegar un espacio vacante en esos vuelos que salen bien torabas por algunas cancelaciones de último momento, realizadas por pasajeros arrepentidos u otros motivos. Esa oportunidad no era oportuna y parecía ser susceptible de importunarnos. Pretendíamos hacer el cruce y partir directamente. Buscar un espacio para morar en el Sur del Estado de Paraná no tenía mucho sentido. Estábamos bien en La Calma y queríamos que fuera nuestra última posada antes de llegar a Itacaré. Retirarnos con una peña de Argentina era acorde a lo soñado. Danzar sobre acordes coloridos de zamba. Zapatear y zarandear acordes de séptima de chacarera. Exacerbar los golpes del bombo que de por sí se escucha a la legua. Bailar bailecitos. Mandarle cumbia a algún huaynito.... Y adentrarse en otros ritmos: en esa algarabía litoraleña, en el desparpajo del chamamé que llega corriente en contra desde Corrientes. Animarse a lanzarse en alguna galopa; chotis; valseado; polkita rural; banerón; corrido; y cualquier canción misionera que sonara aquella noche. En los días previos, tocamos otra vez en la Aripuca. Durante la presentación y tras la declamación de una poesía de "Creciente", una señora llegó con los billetes hasta el escenario, para hacerse del último ejemplar del libro disponible para la venta. Había guiso de lenteja para todo el personal, pero a nosotros nos tocó pizza. Celeste se tomó un helado de una fruta de la región. Aprovechamos a contemplar algo más de la Aripuca. Reiteramos que entre las informaciones disponibles en el interior de la construcción de bambú está aquella que muestra a la selva misionera reducida en un 95 por ciento en los últimos setenta años. Le hicimos un dedo a una familia y nos dejó en el "Panoramic". Otro de los puntos de atracción de Iguazú. Desde allí se puede ver el Sol ponerse en la triple frontera. Y una vez que su luz se va se advierten combinaciones interminables de luces entrelazándose en los metales de una rueda giratoria gigante. La tentación de comprar productos evadiendo impuestos estaba a la vuelta de la esquina. Ciudad del Este, del otro lado del charco, seduce a cualquier persona partícipe de este mundo capitalista. Nosotros necesitábamos una "minipimer" y un parlantito. Inexorablemente terminamos atrapados en la Babilonia. La llegada fue muy interesante. Íbamos tocando quena en el viaje para zafar el pasaje. Nos bajamos con más guita de la que teníamos y charlando con un pibe biólogo, que estaba en el Parque Nacional de Iguazú estudiando la conducta de los monitos. Nos comentaba que ellos hacen bulling para los coatíes. Conseguimos comprar lo que pretendíamos, y algo más. Los lentes de Celeste fueron la revelación. Y este celular (totalmente desconocido en su marca) nos lo llevamos a los golpes. Toda la Ciudad estaba a merced de la prueba de estos dispositivos que consistía en percutirlos sin piedad, con su pantalla sobre las distintas mesadas, para probar su resistencia. Un vendedor nos ofreció darnos la diferencia de su bolsillo para equiparar el precio del otro local. Algo así como 10 guaraníes que sirvieron para comprar cinco mandarinas y dos manzanas, y desprenderse así sin más de los billetes paraguayos que por vez primera detentábamos. Volvimos. Tuvimos que efectuar algunas operaciones cambiarias, contábamos con algunos verdolagas venidos a menos y unos pesos que debían traducirse en reales. Queríamos llegar a Itacaré con guita para afrontar el primer alquiler, y de ese modo acomodarnos para salir al ruedo. Con el pasaje comprado en un valor que nos parecía bastante apropiado (hasta que nos llegaron los impuestos), pergeñábamos como haríamos para montar el equipaje que incluía desde papeles a piedras; vinos de Mendoza; y bolsas y bolsones de Yerba de producción industrial y familiar respectivamente...Y el carrito... La frontera la pasamos con un trámite a medias porque el sistema informático no andaba. En el aeropuerto -otra vez- transpiramos muchísimo. No parecía haber manera alguna de distribuir los petates. Los pesos de las valijas se excedían de cualquier modo. Habíamos garpado una valija de 23 Kgs, además de las dos de 10 kgs y los bolsos de mano que estaban incluídos. Los empleados nos hicieron la gamba. Mientras tanto teníamos charlas muy interesantes con políticos que trascendían  la bandera del partido que conformaban. Aterrizamos en Salvador antes de las 5 de la mañana. Celeste conversaba con una señora de São Paulo mientras pasaban los minutos... El primer metró (tren) salía a las 5 am. Debíamos tomarlo hasta Acceso Norte, donde combinaríamos con un Buzú (un colectivo) algo lotado/lleno por los avatares de las horas pico en las capitales, que nos dejaría a orillas del Ferry Bote, una enorme embarcación que cruza rodados y personas desde Salvador a Bom Despacho (puerto de la Isla de Itaparica/Vera Cruz). Una vez allí debíamos abordar o ónibus (micro) hasta Itacaré. Cinco horas atravesando distintos pueblos de la Bahía, para decantar -después de más de 24 horas de gira en Itacaré. Los colores de la Bahía se iban revelando a través de las janelas (ventanas) Coqueiros y Mar. Casas desgarbadas de ladrillos huecos a la vista; bananas por doquier. La mayoría de la gente con raíces -inconfundibles- africanas. Seguíamos andando sobre tierra roja (barro vermelho). A las 15:30 horas estábamos en la Rodoviaria (terminal) de Itacaré. Pequeña Villa de Pescadores en expansión, localizada en el centro del Litoral del Estado de Bahía, en la Costa del Cacao. Encanto Jacarandá en Itacaré.
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Episodio 19: "Cataratas del Iguazú"

Era un día de sol esplendoroso. Después de semanas de frío y lluvia, por fin se avecinaba el clima con el que habíamos soñado estar viviendo esta aventura misionera. Llegó el Sol y con él la temporada leonina. Nos quedaban pocos días en esta querida provincia del Nordeste argentino. Pronto pasaríamos la frontera hacia Brasil y allí vendría otra aventura. Llegamos a Iguazú, y no nos íbamos a despedir sin antes conocer las tan famosas Cataratas. Subimos al micro que nos dejaría en la entrada del Parque Nacional. Nos enteramos allí de que luego de nueve meses de restauración habían vuelto a habilitar la Garganta del Diablo. Nos sentimos muy afortunados. La naturaleza se abría paso, rodeándonos con verdes y coloridos senderos inimaginables de belleza pura. Al ingresar al parque, numerosos carteles dirigían la mirada para orientar los pasos de los transeúntes ávidos de conocimiento. Decidimos tomar el camino principal que nos llevaría a la Garganta del Diablo. Para acceder a ella viajamos en un trencito que nos dejó al pie de aquel torrente gigante de agua. Vagón de madera. El guarda con el silbato nos esperaba al pasar la cuerda y habilitaba el ingreso al mismo. Muchísimas personas amontonadas, uno al lado del otro. Subimos al querido tren. Hay lugar para todxs. El viaje transcurría entre los avatares de la selva misionera del Parque Nacional. En su recorrido se vislumbraba un paisaje verde y húmedo, con árboles exóticos de hojas grandes y diversas. Un río lo atravesaba. Un yacaré espiaba nuestro transitar y las aves, vestidas de colores vívidos y exuberantes, cantaban al paso y saludaban con su vuelo nuestro andar. Algunas de ellas, las urracas, aguardaban pacientes el momento preciso para robar un pedazo de galletita de la mano de algún turista distraído. Aguas grandes abren paso, la fuerza descomunal de miles y millones de litros circula sin cesar por debajo de aquellos puentes de metal que nos dirigían hacia la Gran Garganta. Llegamos a ella como en una procesión, cada persona era presa del magnetismo que provocaba semejante inmensidad. La vista se volvía acuosa y brotaban gotas que se sumaban a la caída inevitable e inminente de tal maravilla. Quedamos hipnotizados unos cuantos minutos viendo caer la fuerza del agua. Ella, provocaba niebla y espuma blanca que no permitía ver el fondo. Apenas unas rocas próximas se vislumbraban más cercanas en donde rompían con brutalidad. Nosotrxs, al igual que quienes estaban ahí, quedamos a merced de aquella bravura. Recibimos como souvenir unas buenas ráfagas de viento y agua que nos dejaron totalmente empapados. Al volver por las pasarelas de metal, en el camino nos acompañó una hermosa mariposa violeta la que parecía gustarle nuestro mate. Se posó un buen rato y luego nos despidió volando alto. El sol secó nuestras ropas y cabellos, por suerte el día nos regaló un azul cielo radiante. El calorcito misionero de agosto se hizo notar lo suficiente como para permitirnos realizar la siguiente travesía: el circuito inferior y circuito superior. El primero de ellos exponía una belleza inimaginable. Como si fuera un cuento de hadas, los senderos revelaban la vegetación típica de la selva Misionera: árboles de hojas grandes, voluptuosas; diversidad de plantas y arbustos; enredaderas; lianas, cubrían el camino y cada uno de ellos se desenvolvía en una vista fantástica donde se percibían las cataratas a una distancia precisa para ser contempladas. Entre ellas un gran arcoíris intervenía el paisaje, la imagen era de ensueño. Debíamos refregar los ojos para creer lo que estábamos viendo. En este circuito inferior, las cascadas de agua se veían desde abajo (de aquí su nombre). Luego, en el siguiente circuito superior, el camino llevaba por encima de ellas pudiendo observar las caídas desde la superficie. Los dos tenían su riqueza propia, a nosotros nos cautivó más el inferior. En los momentos de descanso, y sobre todo en los espacios de contemplación, los convivientes en este paisaje natural y magnífico hicieron su notoria aparición. Ellos, no en vano, supieron adaptarse al movimiento turístico. Se aprovechan de ello utilizando de carnada su apariencia tierna y peluda. Los coatíes también conocidos como los "pungas del Iguazú", sin vergüenza alguna roban todo tipo de comida y artefacto que tengas a disposición de manera desprevenida. Nosotros casi perdemos el queso de nuestros sándwiches (el único almuerzo que teníamos) en manos de estos animalitos. Sin embargo, ellos también tenían su rival: las señoras con bolsos daban su merecido cuando estos se subían a las mesas y arrasaban con todo lo que había en ellas. Las conversaciones incipientes comenzaban a circular en relación a estos bichos que parecían reproducirse cada vez más, tanto como los turistas. Entre cámaras de fotos, videos, y tumulto de gente ellos paseaban por su territorio zarpando todo lo que encontraban en el camino. El parque contenía placas y carteles informativos. La mayoría de ellos arrojaba datos recurrentes, algunos con mensajes sarcásticos. Uno de ellos avivó nuestra curiosidad y dio lugar a la reflexión: “Su comida los mata”. Entre risas y chascarrillos una señora se nos acercó en complicidad y nos dijo: -Ellos también tienen carteles que dice ‘Su comida los mata’-. Nos reímos. El día concluyó y quedamos extasiados de tanta hermosura. Mas volvimos al día siguiente para celebrar el aniversario de nacimiento de Agustín y aprovechar -con la entrada a mitad de precio-, para pasear y recorrer algún sitio más del parque. El Poeta y Quenista de Ramos tuvo el privilegio de poder tocar en el anfiteatro del Parque Nacional, donde Pedro Aznar alguna vez tocó. Allí bajo el sol del atardecer posó sus 35 años junto al quenacho y la remera de Callejeros. Este segundo día en el Parque Nacional culminó con el encuentro sorpresivo de Gonza y Chia, nuestros hospedadores en el Hostal La Calma. Chia halló a lo lejos un Tucán y nos lo enseñó. Celeste no quería irse de Misiones sin ver uno de ellos, y dio cierto. Regresamos en el auto de un amigo de Gonza. El sol ya se había puesto y la noche avecinaba el festejo de cumpleaños tan esperado para Agus.
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Episodio 18: " Iguazú- Agua Grande" Parte 1

Tocar en las afueras de la Feria de Muebles y afines del Alto Paraná, nos ha ocasionado muchísima dicha. La vimos a Sandra, la Direc de Cultura de Wanda, que estaba dando una mano para que la cantora lugareña pudiera realizar la presentación acordada. Nos vió y nos ayudó a conseguir un micrófono más. La gente se reunía por la música, por la cerveza artesanal cuya materia prima innovaba, con la incorporación en la receta de algunos frutos de la zona, y por el "Caburé"... Esa especie de masa que giraba y giraba -cual pollo al spiedo-, embutida en un fierro a unos 80 centímetros de la brasa era el famoso Caburé. "El Caburé de Doña Albina" Un chipa alargado que entre sus ingredientes contaba con fécula de mandioca cosechada en la zona y parte de la leche que alguna vaca de la región ha provisto y algún productor transformado en queso después de un complejo proceso. Gonza -a primera vista, un avezado en el arte que desempeñaba, un folclorista clásico del Caburé-, consideró la propuesta que le hicimos: vociferar desde el escenario sobre el Caburé de Doña Albina a cambio de Caburé. Concluída nuestra performance que hizo danzar incluso a uno de los principales bailarines de la "música cervecera" de esa jornada, Doña Albina nos ofreció una especie de empanada con masa de mandioca y maíz, rellena de carne de vaca. Fritas y muy potentes. Compramos dos más. También experimentamos Caburé. Estaba Riquísimo. Gonza, que ya había deslizado algo de un voluntariado en Iguazú. Hizo la propuesta formal del mismo: Cortar el pasto y limpiar la pileta del Hostal "La Calma" a cambio de hospedaje en el mismísimo Hostal. Espacio que él administra junto a Chia (la hija de Doña Albina). Regresamos al Camping Panambí, a sabiendas de que ya teníamos lugar donde recalar en Iguazú a partir del Lunes. Antes de eso, había una grande posibilidad de tocar en el escenario grande de Femaalpa. En ese Domingo, Daniel (carpintero y esposo de Gladys) cuidando nuestro don de artistas, nos ofreció llevarnos hasta La Feria para que la lluvia cayera sobre el parabrisas del auto y no sobre la guitarra y nuestras cabezas. Bancando los trapos, terminamos siendo los que cerramos el escenario principal. Quedaban un par de gatos locos, y eso fue suficiente para que las quenas, la voz, la guitarra y las letras se conjugaran con el espacio. Una nena -que cumplía años en esos días -y pidió que permanecieramos para su festejo-, bailaba con una amiguita, y de ese modo, nos ofrecía su gratitud. Su familia y parte de la gente de la organización también lo hicieron, con halagos, abrazos y dinero. Nos fuimos a descansar para reponer fuerzas y así disponernos a dejar el dormi en la mañana siguiente. Hicimos alto guiso con el dúo "Arte Andante", valiéndonos de la cocinita mágica de nuestro hogar con nombre de mariposa. Gladys nos llevó hasta la terminal de la cual nos había recogido. Cuando la despedimos se estaba yendo el micro... Tuvimos que aguardar una hora hasta el siguiente. Bajamos varios kilómetros antes del centro de Iguazú de acuerdo a la explicación de Gonza. Caminamos con el mapita del celu y algunas pistas que nos daba la vecinanza... Pasamos por la Aripuca, aún sin saber de qué se trataba. Esos troncos centenarios se advertían magnánimos del otro lado de la cerca. No sabíamos que los frecuentaríamos más de una vez, con nuestras quenas sonando ente ellos, y desde el Restaurante....... Nos pagaban unos cuantos mangos más la gorra, por nuestra presentación musical allí. Dai y Lucas nos ofrecieron más de una vez que los cubrieramos. Ellos hacían un show de danza y tenían un arreglo con el lugar que implicaba tomar las riendas del escenario y las inmediaciones, todos los días de 11:30 am hasta las 15 horas. Para poder con eso y el trajín de los días, con el tiempo los chicxs tuvieron el tino y la creatividad de conformar una especie de compañía de artistas. Nosotrxs sin conocerlxs personalmente ya formábamos parte de ella. La Aripuca es uno de los puntos turísticos que figuran en el mapa de esta Ciudad de Aguas Grandes. Cuenta con una contrucción inspirada en las "Aripucas Guaraníes: trampas para animales". La Aripuca de Iguazú está estructurada a partir de troncos gigantescos de esos árboles centenarios hallados en diversos puntos de la Provincia de Misiones y trasladados con maquinarias extrafalarias. La familia emprendedora que ha iniciado y dado continuidad a este sitio le ha proporcionado una impronta bastante íntegra (más allá de las falencias humanas). En él hay una tienda enorme de productos regionales. Donde la Yerba Mate es la estrella. Encontramos la Carne Vegetal (hecha con madera de árbol) que nos habían mencionado en el Jardín Botánico de Posadas. También una heladería con tres gustos producidos a partir de frutos de la región. La construcción llevada a cabo a partir de diferentes tipos de bambú, en su interior tiene algunos carteles que concientizan sobre la disminución alarmante de la selva misionera en los últimos setenta años. Es sumamente lastimoso, el porcentaje que resta de ella. Calma... Los días en las aguas grandes se suceden como memorias de un pasado aguardan en árboles milenarios nos envuelven en dichas de cantos y flores en tardes de mariposas aripucas, chipas y tapiocas. /La Chipería Gaby era local de nuestras músicas a la gorra y al chipa. Sus paredes hablaban de la historia del mismísimo. Allí encontramos a "Somos Aire Moviéndonos por el Mundo"/ Nuestro andar se hizo trabajo una semana o dos en aquella Calma. Las manos laboriosas encontraron su quehacer, nuestros pensamientos también. /Primero la compostera. Metiéndo palo y rastrillo. Restos húmedos de comida con hojas de banano y otras palmeras por encima. Acomodamos los incipientes arbolitos, y la planta rastrera de zapallo resistió los embates Sacamos la pendencia plástica y clasificándola para el reciclaje. Hasta ordenamos el cuartito/ Rondas de canciones sucumbían las mesas del anochecer junto a las cuerdas que Gonza hacia vibrar un tal Flaco sonaba y un tal Agus cantaba contento. Iguazú nos esperaba con la intensidad de la selva fronteriza aguda en sus insinuaciones propensa a los sobresaltos... De tanta magnitud De tanto acontecer Encuentros humanos y causalidades fueron abrigo respiro Música que acompañó el viaje Danza que animó el vuelo Adentrarnos hacia aquello que deseamos como quien vislumbra el arcoiris luego del ensamble con las aguas.
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Episodio 17: "Wanda"

Permanecimos en este hermoso lugar, rodeado de vegetación, con las ventanitas justas y una energía acorde a lo que nuestra intención de descanso necesitaba. Día a día íbamos habitando diversos espacios de este hogar. La cocinita de cuento, que alimentábamos con la leñita perfecta que nos facilitaba Ale, aprendiz laburante del gran taller que contiene el terreno. En ella cocinamos el zapallo "Cabutia", que sería el sustento principal de los ñoquis de ese húmedo 29. Contra todos los pronósticos salieron perfectos. La ducha eléctrica de uno de los baños es industria brasilera, y de muy buen chorro. Abundante y cálida agua. Los senderos combinan árboles nativos y exóticos. Desde cítricos, hasta un peral, pasando por un pino gigantesco y la típica Guayubuira. Los tachitos de orgánicos alimentan la huerta que deja crecer desde mandiocas hasta bananos... Penicilina, buscapina, radicheta. Una piña (ananá/abacaxi) era la estrella que la alumbraba en esos días. Las botellas de vidrio hacen caminos que abundan en musguito, honguitos comestibles y más y más mariposas. Cada persona que atiende ese lugar está disponible para que la sincronía se torne evidente y la estadía sea pura vida. La avenida sobre la cual estaba ubicada la entrada conducía: Hacía un lado, para el centro de Wanda. A unos metros de Panambí, en esa dirección se encontraba el Salto Bonito, que estaba tan bonito como privatizado. Por esta razón -y por los mbarigüi- nos tomamos los mates, desde la vereda de enfrente. Fuimos a la Muni de Wanda, previamente habiéndonos comunicado con la Direc de la misma. Sandra nos recibió. Contamos y cantamos. Nos dijo que intentaría hablar con uno de los organizadores de Femaalpa, para ver si había espacio para que hiciéramos alguna presentación. Nos sugirió que nos quedáramos para la clase de tango que acontecería en minutos. Volvimos hasta la placita en la cual los únicos extranjeros éramos nosotros, para hablar con las autoridades de un bar de las inmediaciones. El atardecer allí había sido maravilloso. Con un Sol que podía verse en toda su inmensidad sin que los ojos titubiasen. El tango tuvo "sacadas y ochos". Lxs profes nos contaron de su movida de danza/terapia con el ritmo porteño como núcleo de la propuesta. Nos tiraron altas datas con las que de alguna manera u otra llegaríamos a conectarnos. Hacia el otro lado, dicha avenida conducía a las minas de amatista, pasando por muchas típicas provedurías de pueblo. Los mamones se veían en los patios. Antes de arribar a las minas, conocimos a Héctor, que vendía piedras y profesaba sobre la biblia. Su conocimiento era inmenso. Él, nos invitó a charlar ni bien nos vió. Parecía muy entusiasmado y compenetrado. Tanto, que parecía hasta importarle poco la llegada de algunos potenciales compradores de diamantes. Después de la charla filosófica nos indicó el camino para que halláramos nosotros mismos las Amatistas. Lo seguimos al pie de la letra. Y allí, por las calles de tierra el color inconfundible y el brillo nos hicieron agacharnos a recolectar. Las lavamos entusiasmadxs, rompiendo una de las reglas del Camping Panambí. El cartel de las normas de convivencia tenía un ítem que prohibía especificamente el uso de la pileta para ese fin. No habíamos leído como corresponde.... Llegaron Maca y Manu a Panambí (Arte Andante), en un corsita blanco. Ellos tenían reservado un puestito para exponer sus joyas artesanales. En esos primeros días de Agosto participamos de la Feria de muebles y afines del alto Paraná. El primer día llegamos tipo 17 horas y aún no estaba ni "el Perro Pluto". Semblanteamos adentro y los puestos estaban muy copados. Decidimos tirar la lona o pareo (con las calles de copacabana) en el piso, algo cerca de donde unos pibes jodían con la pelota. Al rato un pelotazo haría trizas unas de las piedras e impactaría también sobre las quenas. El bambú se la re banca.... Al otro día nos enteramos que habíamos ganado una tablita de madera en el sorteo de la Feria. Le habíamos dejado nuestros numeritos a la familia del Camping Panambí, y ellos nos dieron la sorpresa que venía con unas manzanas pintadas. Cómo dúo, somos buenos para los sorteos... Nos volvimos caminando con la pendencia de la noche...
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Episodio 16: "Feria de Semillas"

Ese Sábado a la noche debíamos tocar en el restaurante mejor ubicado de El Soberbio... En cuanto a ese momento es interesante contar que fuimos invitadxs por un brasilero de una de las mesas a elegir cualquiera de los vinos que figuraban en la carta. Estaban los de ocho lucas hasta los de ciento y pico. Sin embargo, nos pareció más oportuno tomar una birrita, ya que estábamos de mandioca frita y pizza. Fue una rica Stellita. Nos retiramos satisfechos y con pizza en el tupper. Caminamos hasta las Cabañas Saracura. Teníamos todo listo para partir. Habíamos dejado las cosas afuera, debajo de un techito para liberar la casita. La mañana anterior nos habíamos despertado de manera intempestiva, debido a que alguien estaba forcejeando la puerta de entrada. Nosotrxs la habíamos cerrado con llave. No sabíamos que el pintor llegaría. Y él tampoco que había dos habitantes dentro. Pidió perdón y nosotrxs a él. Con cierto recelo por la experiencia anterior de esperar el micro en la ruta, aunque optando por ello otra vez, para evitar ir hasta la terminal, cruzamos de lo de Cone y nos pusimos a aguardar al lado de la estación de servicio del Kilómetro 1. Habíamos averiguado por los horarios. Y estábamos en posición con anticipación. Algo inquietos y muy cansados esperamos. Llegó el cromi'. Metimos las cosas en la compuerta de equipaje y con la madrugada nos dirigimos a San Vicente. Debíamos hacer una escala allí ya que no había transporte directo que nos permitiera llegar en horario para La Feria de Semillas. La ruta tenía algunas pendientes. El fresquito de la misma y esas luces pasajeras, nos daban muchas ganas de cobijarnos y nos devolvían esa sensación de estar mecidos en el misterio de la oscuridad y el camino. Bajamos en San Vicente. Allí un señor -también oscuro- nos dio un poco de charla. Nos sentamos una hora y pico. Llegó el micro que nos habían recomendado para que hiciéramos la combinación. El amanecer se retrasaba por las nubes. La lluvia caía en los pueblos y las gotas se desparramaban por los vidrios. Subía gente de a ratos. Parecía un colectivo de línea en todo sentido. Llegamos a Wanda. Celeste recurrió a su mapa para buscar hospedajes cercanos. El equipaje estaba bastante mojado. En el baúl del bondi caía más agua que en la mismísima intemperie. Agustín estaba perturbado. Empecinado con llegar a la Feria de Semillas, era capaz de irse con todas las cosas estropeadas hasta allí, sin siquiera procurarse un paradero previamente. Nos llamó la atención el nombre "Panambí" que arrojaba la pantallita del celu. Llamamos y enseguida atendió Gladys. Le contamos -por teléfono- algo de nuestro  periplo. Le manifestamos sobre la necesidad de recalar en un lugar con ciertas características. Nos ofreció algunas opciones. Asimismo, deslizamos esa  urgencia por dejar los bolsos e ir hacia la semillas. La respuesta fue inverosímil: Nos dijo que ella iba al mismo lugar. Y que primero podía pasar a buscarnos para que nos acomodáramos. En los diez minutos que la esperamos, jugamos con una niñita de nombre "alma" y las quenas. Cuando "la bomba misionera", llegó metimos todo en la pick-up. Anduvimos unos kilómetros y arribamos a un sitio que mejoraba -incluso- lo que habíamos intencionado... Tenía hasta una especie de galerías de acuerdo a lo que habíamos imaginado. No teníamos baño privado. Más teníamos unos cuatro baños que usábamos solo nosotros. A 30 metros de nuestro dormi, con fachada de cabaña. Dejamos todo ahí adentro y nos metimos otra vez en el vehículo rojo. Gladys cargó algunos productos (recordamos que eran mermeladas de frutos cosechados en la zona). La 27 edición de la Feria de Semillas Nativas y Criollas, se hacía en un galpón enorme que pertenecía al Club Social Wanda (Asociación Argentina Polaca). Estaba lleno de semillas. Había un altar en el centro. Dejamos el quenacho entre los objetos ofrendados. Dimos una vuelta que nos mostró desde mandarinas gigantescas, hasta productos de cosmética natural, maíz de muchos colores, etc. Celeste se apioló de comprar la caña con ruda. Las piernas de la susodicha estaban hinchadídimas. Las de Agustín muy picadas. Celeste después del locro y la mandioca (en lugar del pan), tuvo que entregarse a una silla de plástico, que le permitía colocar las piernas en altura. Los mbarigüi (aquellas mosquitas negras que muerden) nos habían dejado así. Mientras tanto en el escenario se presentaba Joselo Schuap. El ministro de cultura de Misiones cantaba algunas de Ramón Ayala. Le mandamos mensaje a Cacho con un videíto de su amigo en plena presentación. Luego una agrupación de música de niñxs y adolescentes de la comunidad Mbya Guaraní. Nos reencontramos con Jesi de La Pacha. Había sido un día muy largo, volvimos a nuestra casita de madera que nos esperaba en el camping. El Aloe Vera que nos facilitó Gladys mejoró significativamente nuestras condiciones. Al enterarse de que esa misma noche había una especie de peña inmensa de música regional en el Polideportivo del pueblo, Agustín quería ir a como diera lugar. Celeste lo invitó a que fuera solari. Las piernas estaban inflamadísimas y veníamos de toda la gira que describimos. Disfrutamos de una hermosa noche de lluvia refugiados y con la panza llena. * * * Wanda ¿Quién fuera vos para ser pueblo? ¡Con qué precisión tallas las piedras de tu altar untado en verdes tornasolados - de sol a sol- sin más que aquel camino rojizo / transeúnte con olor a yerba con gusto a monte! Conversaciones incipientes al lado de un puesto de artesanias despiertan el asombro tierra de mamón, mandioca, de calores húmedos, mbarigüí bananos por doquier, cuarzo y llantén. Tierra de semillas que organizan su encuentro una vez, cada año Sitio de reunión dónde productores danzan, entrelazan saberes y manos de cosecha. Escenario abierto músicos, poetas, semilleros de la cultura viva locro, plato y cuchara la espera se hace alimento el manjar es la unión de la comunidad.
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Episodio 15: "Soberbio lugar"

Llegó el momento de retirarnos de La Pacha. Aún habiéndonos hecho cada vez más del espacio, tomamos la decisión de seguir el rumbo por el que habíamos salido de la Ruta 12. Maxi Ayni Munay, en Buenos Aires, nos había hablado de El Soberbio, y algunas intenciones terrenales al respecto. Había una especie de pacto de encontrarnos allí, más La Pacha hizo que ese abrazo se produjera en la serranía misionera. Nosotrxs, que habíamos sobrepasado en varios días nuestros planes de permanecer en esa geografía, veníamos charlando acerca de la posibilidad de volver para La Ruta 12 y conocer Montecarlo y/o El Dorado o de reafirmarnos en ese plan de seguir por la Ruta 14 hacia El Soberbio. Maxi y compañía estaban en un debate similar. Tomamos la iniciativa y nos fuimos hasta la ruta. Maxi nos acompañó. Caminamos con el carrito y todo nuestro equipaje. Maxi llevó su guitarrita y nos dio una mano. Cuando llegamos a la ruta nos despedimos. Maxi se volvió a La Pacha. El colectivo que esperábamos en ese techito rutero nunca pasó. El siguiente no paró y el siguiente del siguiente tampoco. Veníamos conversando vía whatsapp con "Cone", habíamos encontrado su contacto a través de Jorgelina, una amiga de Cacho y Silvana que conocimos en el Quincho de La Pacha. El Cone, de las Cabañas Saracura, nos comentó que tenía una cabaña sin terminar y que la podríamos ranchar unos días. Parecía que no iba a poder ser ese día. No dábamos con el transporte. Cone había ido a pescar con sus críos. Eran las 20 horas. Llamamos a Cacho, nos dijo que las puertas de La Pacha estaban abiertas para regresar. Cuando estábamos por hacerlo, apareció el colectivo. Le hicimos señas al parabrisas con algo de incertidumbre. Esos transportes de dos pisos parecían no estar deteniéndose en esa especie de parada que parecía olvidada. Clavó las guampas a unos metros en la banquina, corrimos hacia él. Estaba casi vacío. Nos sentamos en dónde quisimos. Al rato nos dimos cuenta que algo importante faltaba. La Quena de madera de Jacarandá no estaba. Elucubramos sobre su paradero. Agustín se arrastraba desahuciado por el habitáculo, desesperado porque apareciera debajo de algún asiento o en los pasillos. Celeste pensaba cuál podría ser el paradero de esa flauta, de ese objeto de magia y poder hecho de Jacarandá, así como este Encanto. Agustín estaba casi seguro que se había desprendido accidentalmente de ella en el afán de subir al micro, al único que se había dignado en parar. El traqueteo con la quena colgando, esa vez traía un resultado trágico. Miles de planteos atravesaban la mente del quenista. Tantos cálculos, ahorros y esfuerzos, para que en segundos se extraviara uno de los objetos más preciados. Pensaba en todos esos absurdos y se recriminaba la torpeza y el descuido. Sentía que todo estaba perdido, y que merecía ese desenlace. La quena de madera habría caído en alguno de esos metros recorridos desde el techo de la parada hasta el espacio de la banquina dónde frenó el susodicho. La noche no dejaría encontrarla y la mañana probablemente haría que el primer caminante de ese espacio se hiciera de ella. Celeste impulsó de manera asertiva el llamado a Maxi Ayni Munay. Agustín lo realizó Maxi, después de varios intentos, atendió. Le narramos la situación. Enseguida él se puso en marcha. Debía hacer un largo trecho nocturno por los confines de La Pacha. Más de 1500 metros con alguna linternita entre los sonidos de los bichos y la vegetación. Mientras tanto, nosotros seguíamos alejándonos físicamente de La Quena, a más de un kilómetro por cada minuto. Después de algo así como una hora. Llegó la foto de la oscuridad iluminada por la varita mágica de Jacarandá, en manos del mago Munay, con el paisaje de Ruta inconfundible de fondo. Llegamos a lo de Cone casi a las 11 de la noche. Él apareció con la motito, y nos abrió el espacio para que descansáramos. Al otro día charlaríamos más. La cabaña le hacía honor a la descripción: "Cabañas de la Selva". Estaba en el contexto más selvático que hasta el momento habíamos habitado. Ofrecimos despejar la parte de adelante. Había herramientas y cosas algo desparramadas y muchísimas bananas. La habitación y el baño estaban bonitos. Los días transcurrieron: fuimos a llevar ropa sucia a un lavadero, ayudamos a acondicionar otra bomba de agua, compramos vino, fuimos a la radio ubicada en la costanera del río, tocamos música en bares e interactuamos con el público de distintas maneras. Nos reencontramos con Maxi -esta vez a orillas del Río Uruguay- y así con el Jacarandá, para que nuestro Encanto volviera a ser tal. En los días subsiguientes lo acompañamos en aquellas cuestiones terrenales. En senderos de cuarzo, mandioca, tabaco y papa del aire. Arroyos y hasta alguna construcción. El Soberbio era un adelanto de Itacaré. Tanto en la zona del "Kilómetro 1", en esa bajada y/o subida entre ella y el centro del pueblo, como en el Río y las lenguas portuguesas y castellanas conjugadas... Es dable destacar que El Soberbio es uno de los lugares con más EcoSitios de Misiones. Muchos de ellos trabajan en la agricultura sintrópica y varias técnicas desarrolladas para exacerbar las condiciones del ambiente que tienden al "buen vivir". Nos quedamos con las ganas de conocer la Chacra Fortaleza, entre otras... * * * Un verde imponente sacude el atardecer en el Río Uruguay árboles de mamones y bananos acompañan los caminos que suben y bajan, en este pueblo fronterizo de calles coloradas. El soberbio mantiene su misterio entre lenguas que se mezclan en dialectos combinados la identidad se construye con el gusto de la yerba mate, el vino por doquier y las tantísimas radios locales que habitan el lugar. Al amanecer, antes de los primeros rayos de sol, una niebla gigantesca invade el territorio sólo se pueden ver unos pocos metros de frente. Dicen, los que saben, que con la niebla se avecina un gran día de calor y así es. La enorme esfera flotante se posa sobre el celeste del cielo nos regala un sin fin de anaranjados y amarillentos, los passarinhos cantan y revolotean despidiendo el día que se va. El aroma del atardecer nos envuelve enverdeciendo nuestros sentidos las aguas abundan en estas tierras son temerosas e impactantes desbordan con su estructura disonante la lógica humana cortan e irrumpen los caminos dando Saltos muchos Saltos que en estos pagos llaman Moconá que en guaraní quiere decir "El que todo lo traga". No advertimos la presencia de "aquellos" pequeños y negros insectos insaciables Nuestra sangre fresca de turista atrajo inexorablemente su atención. Sucumbimos ante ellos y nuestra piel quedo tan colorada como el polvo de las zapatillas.
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Episodio 14: " EnPacha2"

Tarde noche en la Pacha otra vez. El camino de vuelta lo hicimos con los pocos rayos de sol que quedaban de un día lleno de luz. La ruta engalanada con el ángelus, nos deslumbraba con su amplitud. El pueblito "Villa Salto Encantado" revelaba colores más que pintorescos a través de las maderas que hacen las veces de paredes de las casas. Compramos el vinito, el zapallo y la cebolla. Ni bien salimos del súper, el colectivo parecía estarnos esperando. El chofer nos invitó a musicalizar el trayecto. Comenzaba a bajar la temperatura y a medida que nos adentrábamos en el monte se sentía más la fresca. Cuando llegamos nos esperaban sorpresivas tortas fritas en lo de Cacho y Silvana. Cacho estaba cocinando sin cesar, sobre la cocinita de esas que parecen de cuento, como la de Wanda y las que tienen en muchas chacras gaúchas. A leña. La humareda podía más que el frío, por ende la ventana debía permanecer abierta. Compartimos un rato y conocimos a dos amigas de la casa que habían ido de visita. Con una de ellas (Jesi) -quien amasó las sopaipillas- nos volveríamos a cruzar en otro pueblo. Después de unas canciones convidadas (tocamos Grito Santiagueño con Cacho a lo Cacho y a lo Carnota) y de varias rondas de mate dimos por finalizado el encuentro. /Apropósito, es oportuno destacar, que la yerba que estábamos tomando era de cosecha de La Pacha. El paquete de papel madera rezaba "Orembaé" (Lo nuestro). En ese instante brotó el recuerdo de Celeste, de un presente del pasado que Agustín había hecho para ella. Parecía una historia de amor de una ficción. Ella lo compartió: contó sobre ese presente del cumpleaños del 2021, que Agustín dio para ella. Aún, eran nada más y nada menos que amigos. Agustín le llevó el paquete de Orembaé (lo nuestro) con deseos de felicidades y otros cariños escritos por él sobre el papel del mismísimo. Servía como cartita y como envoltorio de otro regalito. Tres años después juntos tomando de "Lo Nuestro" en La Pacha"/ Nos esperaba la noticia de que nuestro querido amigo Maxi Ayni Munay estaría llegando la mañana siguiente con dos personas. También, como si de un cuento se tratara, ellxs iban siguiendo nuestros pasos: esa noche durmieron -por acaso- en la entrada del Salto Encantado, después de un trecho álgido. En la mañana nos comentaron que se encontraban allí mismo y que pretendían -después de caminar esos saltos- llegar a La Pacha. Maxi nos había dicho hacía días y por mensajes de whatsapp, su necesidad de conectar con la Pacha. Y así sería. "Más claro, echale agua", la sincronía era más que evidente. Mientras el sol calentaba la tierra después de varios días de frio y humedad, vimos la oportunidad de darnos finalmente ese baño de río que tanto anhelábamos. Con la malla de la whipala (regalo de Juli y Camilo) nos metimos al agua helada y verde del arroyo Alegre. Llegó el trío. Lo primero que hicieron fue encontrarse con Cacho en la puerta, y pedirle de "Lo Nuestro". Le compraron unos paquetitos de Yerba y alquilaron una cabañita a orillas del Arroyo Alegre. Cacho, chocho nos abrió la cocina industrial que tiene la Pacha al lado del quincho donde ranchábamos. De ese modo comenzaría otra etapa. Pasaríamos gran parte de nuestro tiempo ahí adentro. Dando nuestros primeros pasos con la mandioca y desempeñando artes culinarias acompañados de la guitarrita. Los días subsiguientes fueron de Reunión en el quincho. Se acercaron varias amistades de Chacho y Silvana, y junto con su familia consolidamos un hermoso grupo de zapada. Hicimos tallercito de quena y de pintura con tintas diversas. Vimos la salida de la Luna Llena desde el mismísimo Yerbal. "Alegre como el río que me lleva a los adentros Será que parte de mi esta tiesa y la otra rompe como el agua que corre con la bravura fría y transparente imponente y salvaje así, en esa fuerza vital aparece en el seno de la tierra la canción que me da la gracia la silueta que se desarma el corazón de la mañana. Nace la oportunidad y la aventura de volverme otra vez liviana."
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Episodio 13: "Aristóbulo del Valle - Salto Encantado"

"Hallazgo del Salto mi primer salto ese que me hizo desplegar las alas ese que irrumpió el conformismo Primero el Amor luego la aventura..." Dos mañanas después de llegar a La Pacha, decidimos ir a Aristóbulo del Valle con dos objetivos claros: Ir a la Feria Franca y al mirador de la ruta sito en plena serranía misionera -ese que habíamos pasado de sopetón con el micro-  cerca de varias comunidades guaraníes, a unos kilómetros del pueblo. Cuando llegamos a la Feria Franca -que suponíamos sería en alguna plaza o en la vía pública-, advertimos que era dentro de un galpón, y que por ser Miércoles se reducía a cinco puestos. A cada uno le compramos algo. Salvo a la chica de los churros que nos dió el agua para el mate, y al pibe que resultó ser nuestro amigo (no tenemos la certeza de que la rúcula que adquirimos del puesto de al lado fuera de su chacra). Mientras Cele charlaba con la señora del puesto de los jabones artesanales, Agus conversaba con Cristian que entre esas cosas le tiró el dato del queso artesanal. Ambas conversas fueron fructíferas: Un inmenso jabón de mamón y mucha dicha desparramada entre recetas y sonrisas de dos hacedoras de jabones artesanales y otras alquimias. Y el dato del queso... Conseguimos de una buena vez la miel; un tomatito; el primer pan artesanal. Nos fuimos hacia el queso. Nos pasamos, compramos papel higiénico, y volviendo hacia lo que creíamos era la verdulería que vendía el queso, nos reencontramos con Cristian. Cuando llegó a esa verdulería en la cual vendían el queso, preguntó por nosotros. Imaginó que nos habíamos pasado. Nos esperó y nos lo vendió al mismo precio que lo compró. Era el último pedazo de queso. Como si eso fuera poco nos llevó al mirador...una vez allí, nos regaló dulce de mamón para comer con el queso. Y mucha lechuga...nos hicimos compinches. Nos contó que es docente, que hay poco laburo de eso en la provincia y que se volcó a la chacra... Mientras comíamos unos sandwiches de rúcula, tomate y queso en esa vista descomunal conversamos con una pareja que podrían ser nuestrxs padres. Tocamos la vicuñita a dos quenas y nos grabaron. Nos dijeron que a pesar de ir para el otro lado, nos llevarían hasta un punto más próximo al Salto Encantado. Nos dejaron entre intersecciones de rutas. Acomodamos los petates y cuando elevamos la cabeza, estaba llegando el mismo auto del que habíamos descendido. La señora nos dijo que íbamos a tener que caminar demasiado, y que ellos nos llevarían hasta la mismísma entrada del Salto Encantado... Salto Encantado 💦 Allí, Encanto Jacarandá estaba en su salsa....emmmm...en su salto.... Leímos la leyenda del Cartel, a viva voz, y en varias ocasiones para nosotrxs y la gente presente: "En el momento justo en el que fue descubierto el salto, tuvo difusión una leyenda sobre su origen. Tragedia de amor inspirada en el seno de una comunidad aborigen Guaraní, que habitó el Valle del Cuñá Pirú. Habitaban el gran valle dos tribus históricamente enemigas, el cacique de una de ellas Aguará (zorro), tenía una bella hija llamada Yate-í (dulce). El de la otra tribu se llamaba Yurumí (Oso Hormiguero), cuyo hijo Cabure-í (pequeño búho), era un excelente cazador y valiente guerrero. Quiso el destino que los jóvenes se conocieran durante una cacería y naciera el amor entre ambos. Sus padres no lo admitieron y su odio estalló en una gran batalla. Durante la lucha Yate-í lloró al ver morir a su padre y sus lágrimas al tocar el suelo, se iban transformando en pequeños hilos de agua. Cabure-í al observarla, dejó las armas y corrió para compartir su dolor. En ese instante cientos de flechas de ambos bandos acribillaron a los jóvenes y Tupá (Dios de la Naturaleza), hizo que las lágrimas de Yate-í formaran un arroyo, y con truenos y rayos la tierra se abriera cobijando a los enamorados muertos. En ese lugar las aguas del arroyo cayeron formando entonces el salto" Después de tocar en el Bar del Salto Encantado encaramos para los senderos. Algunos estaban cerrados por eso de los días lluviosos y húmedos. A un lado de uno de los senderos vimos una serpiente Cascabel. Después una Encrucijada, entre dos saltos. Optamos primero por el Salto Acuti. "...La risa nena no podrá surgir, a menos que te subas al árbol..." reza Luis Alberto Spinetta. Cele encontró uno y subió. Aunque ella aprendió a reir más allá de esa acción. Encontramos El Salto Escondido Después seguimos y nos detuvimos en El Mirador del Salto Encantado. Allí, mientras la gente llegaba y por ello, la mujer de este dúo dejaba su momento de intimidad con la escritura, el Quenista, que estaba charlando con un investigador de aves -quien fue autorizado para llegar hasta los confines del parque, más allá de las condiciones resbaladizas de los caminos-, se disponía a hacer una presentación, que consistiría en tocar quenas y evocar -otra vez- la Leyenda del Salto Encantado y por último revelar un misterio: "Si osan detenerse 120 segundos -o algo así- con la mirada fija en las aguas del salto -que se captan como en cámara lenta-, e inmediatamente desvían el foco hacia la madre selva, podrán vislumbrar a todo el monte moverse y entrelazarse...entreverarse con unos vaivenes mágicos. Un estado  no ordinario de percepción al que podrán arribar sin la ayuda de ninguna plantita, aunque con la dicha del mate próximo" Es cierto que el mejor lugar para realizar ese ejercicio se encontraba del otro lado de un puente, donde Cele lo descubrió y lo dio como presente a varios seres humanos que lo comprobaron con sus ojos. Fuimos los últimos en salir del Parque del Salto Encantado. La tarde estaba cayendo y con la calidez de esos últimos rayos de sol tomamos un mate a la vera del camino. Hicimos un dedo que nos dejó en la entrada del pueblo de Villa Salto Encantado, allí compramos en un mercado un vino, zapallo y alguna verdura más para la cena. Volvimos en bondi a La Pacha tocando quenas.
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Episodio 12: "Camino a La Pacha - Aristóbulo del Valle"

El micro llegó un tanto retrasado. Nos subimos. Nos sacamos una foto muy representativa con los buzos norteños del Noroeste. Esos de alpaca, que inconfundibles remontan al mundo Colla. Podríamos dar algunas referencias al respecto así como al pasar siguiendo el relato, aunque consideramos oportuno recurrir a Wikipedia: El Collasuyo (del quechua: Qulla suyu ‘región de los collas’) fue el mayor y más austral de los suyos del Imperio incaico o Tahuantinsuyo. Junto con el Contisuyo formaban la parte del imperio denominada Urinsaya. Se subdividía en dos partes a ambos lados del lago Titicaca, el Urcosuyo al occidente y el Umasuyo al oriente. Se extendía hasta lo que hoy día -y desde centenares de años- es el sur de Cuzco (Perú), desde los Andes y el altiplano de Bolivia, hasta la ribera norte del río Maule (Chile), y desde las costas del Pacífico hasta los llanos del noroeste occidental de (Argentina) El nombre Qullasuyu proviene de los habitantes hablantes de aimara de una serie de reinos independientes de la meseta del Titicaca con fuertes lazos culturales, que eran conocidos por los incas bajo el nombre genérico de qullas (collas). Qulla en quechua también significa "tierra de sabios". Cacho nos había dicho que desde Jardín América debíamos tomar la Ruta 7 pasando por el Valle del Cuña Piru (mujer flaca en guaraní). De ese modo, una vez que esa carretera, desemboca en Aristóbulo del Valle, tendríamos que trascender las entradas principales de dicho poblado, tomando La Ruta 14... - "En el km 939 ex 15 ahí te bajas para llegar a la Pacha" Le hicimos escuchar el audio de WhatsApp de Cacho al copiloto del micro. Quedó en avisarnos. El paisaje iba tomando características serranas. Las subidas prominentes iban desenvolviéndose junto con los territorios, más profundos que amplios La llanura contiene espacios incontenibles Esa sierra envuelve valles de terrenos con tantos árboles como lugar. Dimensiones ciertas, determinadas. Más ostensibles que ilimitadas Con esa nostalgia que genera dejar atrás algunos lugares dignos de ser pisados. Veíamos pasar la mejor vista a la que hasta ese momento habíamos logrado acceder en la Provincia de Misiones. Un magnánimo monte tan cercano a los ojos, como distante -en sus confines- para los piececitos que no tenían otra alternativa que entregarse al ritmo de los kilómetros por hora que volanteaba el chofer. Toda ese valle de arboleda transcurría. Mientras los piececitos pisaban piso de micro, o a lo sumo -descalzos-, coqueteaban con la tela acolchonada del asiento. Bajamos del micro en el medio de la Ruta 14. Había una parada de micros con techito y banquito. Un camino se desplegaba. Debía ser el que Cacho describía necesario para llegar al caminito a La Pacha Una encrucijada enseguida surgió. El camino de la izquierda, o derecho. "Ese camino vecinal que nombró Cacho. Ese con la característica de ancho se parecía más al que abría derecho'. Derecho entonces... Celeste identificó la flor del te. Planta exótica muy adaptada a la región. Íbamos para el frente... Llegamos al cartelito que decía "La Pacha", a unos setecientos metros de la Ruta 14 que habíamos dejado -también- atrás. Tuvimos que hacer algunas maniobras para poder subir el peldaño que nos adentraba al bendito senderito hacia La Pacha. El carrito estaba cargado y nosotros también. Tuvimos que atravesar incluso un puentecito de madera donde las ruedas del mismísimo se trababan sin Ton ni Son. Llegamos. Nos recibió una familia desde una canchita de fútbol. Haciéndonos correr casi inmediatamente -con Cacho y todo- por los confines- de La Pacha, entre las raíces de las orillas del Arroyo Alegre. Un nene gritaba y gritaba. Pedía auxilio. Se había escabullido. Se cayó de golpe. Se cayó la boca. Agus pensó en algo trágico: Ese silencio quizás se debía a que el pibito se hubiera caído al arroyo. Corríamos. La madre lo encontró. Él no se había caído, se había callado porque tenía un miedo: Que un yaguareté lo escuchara. Cacho nos dejó ranchar en el quincho. Fue su propuesta. Le habíamos dicho de nuestra intención de charlar sobre la Yerba Mate y grabar unos videos entre la planta y testimonios. La mandioca comenzó a tornarse motivo varias conversaciones y acciones. Celes sentía el frío de la humedad atravesando su piel -incluso- antes de armar la carpa. Agus, con su optimismo, en ocasiones desmedido, sagitariano, veía el espacio perfectamente dormible'. El no sentía en su cuerpo los avatares de la Luna. Ella sabía que un invierno más se avecinaba, algo la incomodaba. Algo que se diluyó y se haría esperar otro ciclo lunar para volver a presentarse. Esa especie de tablado: Con sillas de madera, una barra y las inmediaciones perfectamente verdes eran el escenario de nuestro primer acampe de carpa en la tierra roja. Acamparíamos sobre el cemento. Parecía menos crudo que la tierra húmeda, mojada. El cemento también estaba mojado. Sudado. Transpiradísimo y salpicado de lluvia. Su dureza y su incapacidad de absorción, junto con nuestras precarias herramientas para pasar la noche en paz, iban tornando la situación dificultosa. Teníamos un solo saco de dormir, y dos aislantes de esos de fino telgopor blanco y un poco de aluminio. Los ánimos estaban algo caldeados y los cuerpos muy fríos. Agustín se levantaría para prender el fuego a las 6:30 am y calentar el agua para el mate. Entre ramas húmedas y unas sequitas que Cacho había disponibilizado, más el infaltable papel higiénico y el cartón, se prendió. Celes manifestaba que su cuerpo no podía recuperarse del frío de la noche. Agus consiguió otra bolsa de dormir. Esa noche habría un avance. Seguía lloviendo y humedeciendo. La bolsa de dormir no mejoraba mucho la cuestión. Agus proponía a su amada, su cuerpo como barrera ante el frío que entraba por el suelo. Ella veía esa posibilidad inconveniente. Pusieron alguna cosa más por debajo. El piso estaba duro y parecía estar más frío que el día anterior. El Miércoles había que visitar la Feria Franca y si no esperar hasta el Sábado para ello. Había que bañarse antes. Días sin... El problema con la bomba de agua que acercaba el agua hasta las casitas de alquiler surgió de noche. Cacho y Agus se fueron con linternitas a poner esos asuntos en orden. Cacho se metió en el Arroyo Alegre hasta la cintura. Un corajudo. Cele y Silvana se quedaron buceando entre expresiones culturales. Era Martes. Nos bañamos después de prender la caldera a pleno. Teníamos un colchón de una plaza para agregar a nuestro refugio. La situación mejoraba. Nos íbamos adaptando a La Pacha. "Pachamama (también conocida como Mamapacha; en quechua: Pacha Mama) es el nombre que dan los pueblos de Los Andes a una deidad que adoran y que representa a la Tierra. Dentro de la mitología incaica, es una diosa tipo "Madre Tierra" con poder creativo. Representa a la Tierra, pero no sólo el suelo o la tierra geológica, como tampoco sólo la naturaleza; es todo en su conjunto. No está localizada en un lugar, pero se concentra en manantiales, vertientes, o apachetas. Es una deidad inmediata y cotidiana, que actúa por presencia y con la cual se dialoga, ya sea pidiéndose sustento o disculpándose por alguna falta cometida en detrimento de ella. La Pacha cobija a los seres humanos, posibilita la vida y favorece la fecundidad y la fertilidad. Hemos sido recibidos por la Pacha, ella nos brindó la tierra del encuentro con la familia viajera que poco a poco se iba construyendo en el camino. Los días que transcurrieron nos posibilitaron entrar más en profundidad con la esencia de nuestro viaje que iba tomando forma a cada paso que dábamos.
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