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Episodio 12: "Camino a La Pacha - Aristóbulo del Valle"

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El micro llegó un tanto retrasado. Nos subimos. Nos sacamos una foto muy representativa con los buzos norteños del Noroeste. Esos de alpaca, que inconfundibles remontan al mundo Colla. Podríamos dar algunas referencias al respecto así como al pasar siguiendo el relato, aunque consideramos oportuno recurrir a Wikipedia: El Collasuyo (del quechua: Qulla suyu ‘región de los collas’) fue el mayor y más austral de los suyos del Imperio incaico o Tahuantinsuyo. Junto con el Contisuyo formaban la parte del imperio denominada Urinsaya. Se subdividía en dos partes a ambos lados del lago Titicaca, el Urcosuyo al occidente y el Umasuyo al oriente. Se extendía hasta lo que hoy día -y desde centenares de años- es el sur de Cuzco (Perú), desde los Andes y el altiplano de Bolivia, hasta la ribera norte del río Maule (Chile), y desde las costas del Pacífico hasta los llanos del noroeste occidental de (Argentina) El nombre Qullasuyu proviene de los habitantes hablantes de aimara de una serie de reinos independientes de la meseta del Titicaca con fuertes lazos culturales, que eran conocidos por los incas bajo el nombre genérico de qullas (collas). Qulla en quechua también significa "tierra de sabios". Cacho nos había dicho que desde Jardín América debíamos tomar la Ruta 7 pasando por el Valle del Cuña Piru (mujer flaca en guaraní). De ese modo, una vez que esa carretera, desemboca en Aristóbulo del Valle, tendríamos que trascender las entradas principales de dicho poblado, tomando La Ruta 14... - "En el km 939 ex 15 ahí te bajas para llegar a la Pacha" Le hicimos escuchar el audio de WhatsApp de Cacho al copiloto del micro. Quedó en avisarnos. El paisaje iba tomando características serranas. Las subidas prominentes iban desenvolviéndose junto con los territorios, más profundos que amplios La llanura contiene espacios incontenibles Esa sierra envuelve valles de terrenos con tantos árboles como lugar. Dimensiones ciertas, determinadas. Más ostensibles que ilimitadas Con esa nostalgia que genera dejar atrás algunos lugares dignos de ser pisados. Veíamos pasar la mejor vista a la que hasta ese momento habíamos logrado acceder en la Provincia de Misiones. Un magnánimo monte tan cercano a los ojos, como distante -en sus confines- para los piececitos que no tenían otra alternativa que entregarse al ritmo de los kilómetros por hora que volanteaba el chofer. Toda ese valle de arboleda transcurría. Mientras los piececitos pisaban piso de micro, o a lo sumo -descalzos-, coqueteaban con la tela acolchonada del asiento. Bajamos del micro en el medio de la Ruta 14. Había una parada de micros con techito y banquito. Un camino se desplegaba. Debía ser el que Cacho describía necesario para llegar al caminito a La Pacha Una encrucijada enseguida surgió. El camino de la izquierda, o derecho. "Ese camino vecinal que nombró Cacho. Ese con la característica de ancho se parecía más al que abría derecho'. Derecho entonces... Celeste identificó la flor del te. Planta exótica muy adaptada a la región. Íbamos para el frente... Llegamos al cartelito que decía "La Pacha", a unos setecientos metros de la Ruta 14 que habíamos dejado -también- atrás. Tuvimos que hacer algunas maniobras para poder subir el peldaño que nos adentraba al bendito senderito hacia La Pacha. El carrito estaba cargado y nosotros también. Tuvimos que atravesar incluso un puentecito de madera donde las ruedas del mismísimo se trababan sin Ton ni Son. Llegamos. Nos recibió una familia desde una canchita de fútbol. Haciéndonos correr casi inmediatamente -con Cacho y todo- por los confines- de La Pacha, entre las raíces de las orillas del Arroyo Alegre. Un nene gritaba y gritaba. Pedía auxilio. Se había escabullido. Se cayó de golpe. Se cayó la boca. Agus pensó en algo trágico: Ese silencio quizás se debía a que el pibito se hubiera caído al arroyo. Corríamos. La madre lo encontró. Él no se había caído, se había callado porque tenía un miedo: Que un yaguareté lo escuchara. Cacho nos dejó ranchar en el quincho. Fue su propuesta. Le habíamos dicho de nuestra intención de charlar sobre la Yerba Mate y grabar unos videos entre la planta y testimonios. La mandioca comenzó a tornarse motivo varias conversaciones y acciones. Celes sentía el frío de la humedad atravesando su piel -incluso- antes de armar la carpa. Agus, con su optimismo, en ocasiones desmedido, sagitariano, veía el espacio perfectamente dormible'. El no sentía en su cuerpo los avatares de la Luna. Ella sabía que un invierno más se avecinaba, algo la incomodaba. Algo que se diluyó y se haría esperar otro ciclo lunar para volver a presentarse. Esa especie de tablado: Con sillas de madera, una barra y las inmediaciones perfectamente verdes eran el escenario de nuestro primer acampe de carpa en la tierra roja. Acamparíamos sobre el cemento. Parecía menos crudo que la tierra húmeda, mojada. El cemento también estaba mojado. Sudado. Transpiradísimo y salpicado de lluvia. Su dureza y su incapacidad de absorción, junto con nuestras precarias herramientas para pasar la noche en paz, iban tornando la situación dificultosa. Teníamos un solo saco de dormir, y dos aislantes de esos de fino telgopor blanco y un poco de aluminio. Los ánimos estaban algo caldeados y los cuerpos muy fríos. Agustín se levantaría para prender el fuego a las 6:30 am y calentar el agua para el mate. Entre ramas húmedas y unas sequitas que Cacho había disponibilizado, más el infaltable papel higiénico y el cartón, se prendió. Celes manifestaba que su cuerpo no podía recuperarse del frío de la noche. Agus consiguió otra bolsa de dormir. Esa noche habría un avance. Seguía lloviendo y humedeciendo. La bolsa de dormir no mejoraba mucho la cuestión. Agus proponía a su amada, su cuerpo como barrera ante el frío que entraba por el suelo. Ella veía esa posibilidad inconveniente. Pusieron alguna cosa más por debajo. El piso estaba duro y parecía estar más frío que el día anterior. El Miércoles había que visitar la Feria Franca y si no esperar hasta el Sábado para ello. Había que bañarse antes. Días sin... El problema con la bomba de agua que acercaba el agua hasta las casitas de alquiler surgió de noche. Cacho y Agus se fueron con linternitas a poner esos asuntos en orden. Cacho se metió en el Arroyo Alegre hasta la cintura. Un corajudo. Cele y Silvana se quedaron buceando entre expresiones culturales. Era Martes. Nos bañamos después de prender la caldera a pleno. Teníamos un colchón de una plaza para agregar a nuestro refugio. La situación mejoraba. Nos íbamos adaptando a La Pacha. "Pachamama (también conocida como Mamapacha; en quechua: Pacha Mama) es el nombre que dan los pueblos de Los Andes a una deidad que adoran y que representa a la Tierra. Dentro de la mitología incaica, es una diosa tipo "Madre Tierra" con poder creativo. Representa a la Tierra, pero no sólo el suelo o la tierra geológica, como tampoco sólo la naturaleza; es todo en su conjunto. No está localizada en un lugar, pero se concentra en manantiales, vertientes, o apachetas. Es una deidad inmediata y cotidiana, que actúa por presencia y con la cual se dialoga, ya sea pidiéndose sustento o disculpándose por alguna falta cometida en detrimento de ella. La Pacha cobija a los seres humanos, posibilita la vida y favorece la fecundidad y la fertilidad. Hemos sido recibidos por la Pacha, ella nos brindó la tierra del encuentro con la familia viajera que poco a poco se iba construyendo en el camino. Los días que transcurrieron nos posibilitaron entrar más en profundidad con la esencia de nuestro viaje que iba tomando forma a cada paso que dábamos.
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