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Episodio 16: "Feria de Semillas"
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Ese Sábado a la noche debíamos tocar en el restaurante mejor ubicado de El Soberbio...
En cuanto a ese momento es interesante contar que fuimos invitadxs por un brasilero de una de las mesas a elegir cualquiera de los vinos que figuraban en la carta. Estaban los de ocho lucas hasta los de ciento y pico. Sin embargo, nos pareció más oportuno tomar una birrita, ya que estábamos de mandioca frita y pizza. Fue una rica Stellita.
Nos retiramos satisfechos y con pizza en el tupper. Caminamos hasta las Cabañas Saracura. Teníamos todo listo para partir. Habíamos dejado las cosas afuera, debajo de un techito para liberar la casita. La mañana anterior nos habíamos despertado de manera intempestiva, debido a que alguien estaba forcejeando la puerta de entrada. Nosotrxs la habíamos cerrado con llave. No sabíamos que el pintor llegaría. Y él tampoco que había dos habitantes dentro. Pidió perdón y nosotrxs a él.
Con cierto recelo por la experiencia anterior de esperar el micro en la ruta, aunque optando por ello otra vez, para evitar ir hasta la terminal, cruzamos de lo de Cone y nos pusimos a aguardar al lado de la estación de servicio del Kilómetro 1. Habíamos averiguado por los horarios. Y estábamos en posición con anticipación. Algo inquietos y muy cansados esperamos.
Llegó el cromi'. Metimos las cosas en la compuerta de equipaje y con la madrugada nos dirigimos a San Vicente. Debíamos hacer una escala allí ya que no había transporte directo que nos permitiera llegar en horario para La Feria de Semillas.
La ruta tenía algunas pendientes. El fresquito de la misma y esas luces pasajeras, nos daban muchas ganas de cobijarnos y nos devolvían esa sensación de estar mecidos en el misterio de la oscuridad y el camino.
Bajamos en San Vicente. Allí un señor -también oscuro- nos dio un poco de charla.
Nos sentamos una hora y pico. Llegó el micro que nos habían recomendado para que hiciéramos la combinación.
El amanecer se retrasaba por las nubes.
La lluvia caía en los pueblos y las gotas se desparramaban por los vidrios.
Subía gente de a ratos. Parecía un colectivo de línea en todo sentido.
Llegamos a Wanda.
Celeste recurrió a su mapa para buscar hospedajes cercanos.
El equipaje estaba bastante mojado. En el baúl del bondi caía más agua que en la mismísima intemperie.
Agustín estaba perturbado. Empecinado con llegar a la Feria de Semillas, era capaz de irse con todas las cosas estropeadas hasta allí, sin siquiera procurarse un paradero previamente.
Nos llamó la atención el nombre "Panambí" que arrojaba la pantallita del celu.
Llamamos y enseguida atendió Gladys.
Le contamos -por teléfono- algo de nuestro periplo. Le manifestamos sobre la necesidad de recalar en un lugar con ciertas características. Nos ofreció algunas opciones. Asimismo, deslizamos esa urgencia por dejar los bolsos e ir hacia la semillas. La respuesta fue inverosímil:
Nos dijo que ella iba al mismo lugar. Y que primero podía pasar a buscarnos para que nos acomodáramos.
En los diez minutos que la esperamos, jugamos con una niñita de nombre "alma" y las quenas.
Cuando "la bomba misionera", llegó metimos todo en la pick-up.
Anduvimos unos kilómetros y arribamos a un sitio que mejoraba -incluso- lo que habíamos intencionado... Tenía hasta una especie de galerías de acuerdo a lo que habíamos imaginado. No teníamos baño privado. Más teníamos unos cuatro baños que usábamos solo nosotros. A 30 metros de nuestro dormi, con fachada de cabaña.
Dejamos todo ahí adentro y nos metimos otra vez en el vehículo rojo. Gladys cargó algunos productos (recordamos que eran mermeladas de frutos cosechados en la zona).
La 27 edición de la Feria de Semillas Nativas y Criollas, se hacía en un galpón enorme que pertenecía al Club Social Wanda (Asociación Argentina Polaca). Estaba lleno de semillas. Había un altar en el centro. Dejamos el quenacho entre los objetos ofrendados. Dimos una vuelta que nos mostró desde mandarinas gigantescas, hasta productos de cosmética natural, maíz de muchos colores, etc.
Celeste se apioló de comprar la caña con ruda.
Las piernas de la susodicha estaban hinchadídimas. Las de Agustín muy picadas.
Celeste después del locro y la mandioca (en lugar del pan), tuvo que entregarse a una silla de plástico, que le permitía colocar las piernas en altura.
Los mbarigüi (aquellas mosquitas negras que muerden) nos habían dejado así.
Mientras tanto en el escenario se presentaba Joselo Schuap. El ministro de cultura de Misiones cantaba algunas de Ramón Ayala. Le mandamos mensaje a Cacho con un videíto de su amigo en plena presentación.
Luego una agrupación de música de niñxs y adolescentes de la comunidad Mbya Guaraní.
Nos reencontramos con Jesi de La Pacha.
Había sido un día muy largo, volvimos a nuestra casita de madera que nos esperaba en el camping. El Aloe Vera que nos facilitó Gladys mejoró significativamente nuestras condiciones.
Al enterarse de que esa misma noche había una especie de peña inmensa de música regional en el Polideportivo del pueblo, Agustín quería ir a como diera lugar. Celeste lo invitó a que fuera solari. Las piernas estaban inflamadísimas y veníamos de toda la gira que describimos.
Disfrutamos de una hermosa noche de lluvia refugiados y con la panza llena.
* * *
Wanda
¿Quién fuera vos para ser pueblo?
¡Con qué precisión tallas
las piedras de tu altar
untado en verdes tornasolados
- de sol a sol-
sin más que aquel camino
rojizo / transeúnte
con olor a yerba
con gusto a monte!
Conversaciones incipientes
al lado de un puesto de artesanias
despiertan el asombro
tierra de mamón, mandioca,
de calores húmedos, mbarigüí
bananos por doquier, cuarzo y llantén.
Tierra de semillas que organizan su encuentro una vez, cada año
Sitio de reunión
dónde productores danzan, entrelazan saberes y manos de cosecha.
Escenario abierto
músicos, poetas, semilleros de la cultura viva
locro, plato y cuchara
la espera se hace alimento
el manjar es la unión de la comunidad.
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