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Episodio 17: "Wanda"
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Permanecimos en este hermoso lugar, rodeado de vegetación, con las ventanitas justas y una energía acorde a lo que nuestra intención de descanso necesitaba.
Día a día íbamos habitando diversos espacios de este hogar.
La cocinita de cuento, que alimentábamos con la leñita perfecta que nos facilitaba Ale, aprendiz laburante del gran taller que contiene el terreno.
En ella cocinamos el zapallo "Cabutia", que sería el sustento principal de los ñoquis de ese húmedo 29. Contra todos los pronósticos salieron perfectos.
La ducha eléctrica de uno de los baños es industria brasilera, y de muy buen chorro. Abundante y cálida agua.
Los senderos combinan árboles nativos y exóticos.
Desde cítricos, hasta un peral, pasando por un pino gigantesco y la típica Guayubuira.
Los tachitos de orgánicos alimentan la huerta que deja crecer desde mandiocas hasta bananos... Penicilina, buscapina, radicheta. Una piña (ananá/abacaxi) era la estrella que la alumbraba en esos días.
Las botellas de vidrio hacen caminos que abundan en musguito, honguitos comestibles y más y más mariposas.
Cada persona que atiende ese lugar está disponible para que la sincronía se torne evidente y la estadía sea pura vida.
La avenida sobre la cual estaba ubicada la entrada conducía:
Hacía un lado, para el centro de Wanda. A unos metros de Panambí, en esa dirección se encontraba el Salto Bonito, que estaba tan bonito como privatizado. Por esta razón -y por los mbarigüi- nos tomamos los mates, desde la vereda de enfrente.
Fuimos a la Muni de Wanda, previamente habiéndonos comunicado con la Direc de la misma. Sandra nos recibió. Contamos y cantamos. Nos dijo que intentaría hablar con uno de los organizadores de Femaalpa, para ver si había espacio para que hiciéramos alguna presentación.
Nos sugirió que nos quedáramos para la clase de tango que acontecería en minutos.
Volvimos hasta la placita en la cual los únicos extranjeros éramos nosotros, para hablar con las autoridades de un bar de las inmediaciones. El atardecer allí había sido maravilloso. Con un Sol que podía verse en toda su inmensidad sin que los ojos titubiasen.
El tango tuvo "sacadas y ochos".
Lxs profes nos contaron de su movida de danza/terapia con el ritmo porteño como núcleo de la propuesta.
Nos tiraron altas datas con las que de alguna manera u otra llegaríamos a conectarnos.
Hacia el otro lado, dicha avenida conducía a las minas de amatista, pasando por muchas típicas provedurías de pueblo.
Los mamones se veían en los patios.
Antes de arribar a las minas, conocimos a Héctor, que vendía piedras y profesaba sobre la biblia. Su conocimiento era inmenso. Él, nos invitó a charlar ni bien nos vió. Parecía muy entusiasmado y compenetrado. Tanto, que parecía hasta importarle poco la llegada de algunos potenciales compradores de diamantes.
Después de la charla filosófica nos indicó el camino para que halláramos nosotros mismos las Amatistas. Lo seguimos al pie de la letra. Y allí, por las calles de tierra el color inconfundible y el brillo nos hicieron agacharnos a recolectar.
Las lavamos entusiasmadxs, rompiendo una de las reglas del Camping Panambí. El cartel de las normas de convivencia tenía un ítem que prohibía especificamente el uso de la pileta para ese fin. No habíamos leído como corresponde....
Llegaron Maca y Manu a Panambí (Arte Andante), en un corsita blanco. Ellos tenían reservado un puestito para exponer sus joyas artesanales.
En esos primeros días de Agosto participamos de la Feria de muebles y afines del alto Paraná.
El primer día llegamos tipo 17 horas y aún no estaba ni "el Perro Pluto". Semblanteamos adentro y los puestos estaban muy copados.
Decidimos tirar la lona o pareo (con las calles de copacabana) en el piso, algo cerca de donde unos pibes jodían con la pelota. Al rato un pelotazo haría trizas unas de las piedras e impactaría también sobre las quenas. El bambú se la re banca....
Al otro día nos enteramos que habíamos ganado una tablita de madera en el sorteo de la Feria. Le habíamos dejado nuestros numeritos a la familia del Camping Panambí, y ellos nos dieron la sorpresa que venía con unas manzanas pintadas. Cómo dúo, somos buenos para los sorteos...
Nos volvimos caminando con la pendencia de la noche...
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