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La Cacería (Parte II)
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El anfiteatro, era hermoso iluminado cálidamente, con un escenario que tenía un proyector enorme detrás. El lugar podía recibir 500 personas, una exageración ya que aún con miembros de personal, los que iban a asistir a la subasta no superaban las 100 personas.
August Abraxas se sentó en las filas del medio, del costado izquierdo. A juzgar por las tarjetas que indicaban dónde tenía que sentarse cada uno, nada de esto estaba librado al azar. Información que Balder tuvo en cuenta, para saber de dónde podría venir el ataque a su empleador. Desconfiaba de los balcones vacíos, y desconfiaba de dónde estaría sentado Guro.
Cuando el lugar se completó, Balder entendió que el único que estaba solo era Abraxas. El resto estaban acompañados por una pareja, hasta Ullrich tenía a su lado a una mujer, vestida con poca ropa. El resto había llegado con algunos miembros de la familia, jóvenes adultos y adolescentes. Hablaban entre ellos animadamente, mientras el guardián de cada familia permanecía en silencio
—Es increíble la cantidad de familias nuevas que asistieron este año—dijo August, encendiendo un cigarrillo—. Ahora lo que viene es la subasta, un gasto enorme de dinero y luego cada uno a su habitación. ¿Alguna duda?
—No —respondió Balder.
—¿Alguien que te llame la atención?
—Únicamente Guro. Está impaciente y ansioso, nos miró al ingresar y creo que planea algo. El resto de los guardianes se mantienen tranquilos, están expectantes, pero a juzgar un poco por el ambiente parece que todos se sienten ligeramente nerviosos por lo mismo que yo.
—Si, Guro está haciendo una actuación formidable para mantenerlos a todos ocupados, no te dejes engañar muchacho, si vas a hacer este trabajo tenés que empezar a leer entre líneas.
—¿Le puedo hacer una pregunta?
—Claro que sí.
—Si sabe que esto es una prueba, ¿Por qué asiste? Si nada le interesa realmente de las reliquias, ¿Para qué exponerse?
—Porque es todo parte del juego. No venir, es una muerte total. Aquel que no viene es porque tiene miedo, miedo a mostrarse, miedo a fallar y eso es peor que llegar con un guardián mediocre. No venir significa que el mediocre es uno. ¿Alguna duda más?
—Puedo sentir que usted es más poderoso que mucha de la gente que está sentada en este lugar. ¿Por qué no hace algo al respecto?
—De nada sirve ostentar una posición, si no hay gente que te envidie, tan sencillo como eso. ¿Última pregunta?
—¿Por qué solos?
—¿Disculpa?
—Todos vienen acompañados, inclusive con miembros de su familia. A Marianne le hubiera encantado acompañarlo a esta subasta. Pero usted dijo que vendría solo, y ella solo confiaba en mí como guardaespaldas. Asumo que ella contaba con el hecho de que X vendría con usted. Así que ¿Por qué solo?
August no contestó, únicamente sacó su celular y luego le hizo un gesto a Balder para que mirara el suyo. Al instante, la notificación de X llegó al grupo “Una niebla extraña está rodeando el patio”
Las luces se apagaron y el lugar quedó completamente a oscuras. Balder sintió una energía extraña que se filtraba tras el telón.
Las luces del escenario se ascendieron y de pie, se encontraba una mujer de pelo negro y largo, con un vestido color blanco. Miró despreocupadamente a los presentes que la aplaudían.
—Buenas noches a todos los presentes —saludó la mujer con una sonrisa forzada—. En esta ocasión especial, tenemos un invitado sorpresa que desea compartir unas palabras.
—Primera vez que algo así sucede Balder —dijo August Abraxas y apagó el cigarrillo en el asiento.
Balder mandó un mensaje al grupo, esperando una respuesta, la observación de August parecía ser la misma que la de los demás miembros de la subasta ya que un susurro se extendió por el lugar.
Un hombre delgado y pálido de pelo negro caminó hacía el lugar principal del escenario, mientras la mujer salía por el costado izquierdo. Miró a la multitud, y cuando las luces lo mostraron Balder observó que la mitad del rostro estaba quemado, dejando ver parte del hueso. La energía que había sentido hace unos instantes le pertenecía a él.
—Buenas noches a todos —dijo el hombre y la voz le resultó familiar a Balder—. ¿Ansiosos por las subastas?
—¿Qué es esto? —preguntó indignado uno de los hombres que estaba sentado en las filas superiores
—¿Esto? Es tan solo una pequeña introducción, sería de buena educación que se sienten y escuchen.
—¿Y si no quiero sentarme imbécil? —preguntó otro de los hombres, este más cerca del escenario, poniéndose de pie.
—Deberíamos irnos —susurró Balder a August.
—¿Por qué?
—Ese hombre es peligroso.
—Nosotros también somos peligrosos muchacho.
—Si no se sienta en tres segundos —dijo el hombre con una sonrisa señalando al que se había puesto de pie— Voy a matarlo.
—¿Qué clase de broma de mal gusto es esta? —preguntó otro de los miembros
Como respuesta a lo que sucedió explosión.
La cabeza del hombre que se había puesto de pie ahora ya no estaba y la gente a su alrededor estaba bañada en sangre.
Balder intentó levantarse pero la mano de August lo detuvo.
—Quieto —dijo August con tranquilidad—. Todo esto es parte del juego, el primero en levantarse pierde.
A diferencia de August, muchos se pusieron de pie junto a sus guardianes y empezaron a irse, por un momento Balder pensó que el hombre haría algo pero los dejó salir.
En cuestión de instantes, empezaron a escucharse los gritos del otro lado de la puerta. Gritos acompañados de ruidos y gruñidos, el lugar debía estar lleno de entidades controladas por el hombre o alguien más que estuviera ayudando. Estaban rodeados.
—Los que se quedaron, asumo que se creen más poderosos, valientes o están completamente aterrados —dijo el hombre con una sonrisa—. Lograron prolongar sus vidas de igual manera, están completamente rodeados.
El hombre señaló a cada uno de los presentes y Balder observó el hilo negro que salía de cada uno de sus dedos conectandosé a la cabeza de cada miembro de la familia. Balder utilizó el poder de su anillo para que la garra del lobo en un rápido movimiento cortara la conexión entre el hombre y August. Si su jefe había notado o no esto, no hizo gesto alguno.
Con el chasquido de los dedos, la cabeza de varios miembros de familia que estaban presentes explotaron, incluida la cabeza de Ullrich, los que quedaron vivos lo hicieron a costa de sus guardianes. Algunos habían salido lastimados, pues habían interceptado el hilo.
—Captura a Guro —dijo August a Balder—. En lo posible, vivo.
Balder asintió pero antes de poder asistir a su encuentro, Elrich el alquimista se adelantó, a diferencia de Balder, Elrich que había transformado su mano en una especie de espada, iba por el supuesto presentador y fue detenido por Guro que utilizó su cuerpo como escudo y luego de recibir la espada en su estómago, fue capaz de romperla de un golpe y asestar una patada al pequeño alquimista que lo lanzó a un costado.
Balder salió de las butacas y se quedó en la escalera, desde ahí, que tenía espacio para moverse, invocó dos cadenas negras, la primera la lanzó al hombre del escenario, este en lugar de chasquear los dedos lo que hizo fue aplaudir, expandiendo una pequeña aura de energía que transformó la cadena en cenizas.
Guro observó esto con una sonrisa y se enfrentó a la cadena utilizando sus manos, aferrándose al metal oscuro, el mismo que Balder había imbuido con energía para poder desgarrarle la piel, pero fue inutil ante Guro.
—Ven, acércate —dijo Guro y lo atrajó hacía él, con un movimiento brusco. Balder que había esperado esto se dejó ir hacía el gigante y antes de llegar el anillo brilló, la cadena desapareció y unas garras oscuras cubrieron su mano, con ellas logró atacar el pecho de Guro, rasgando ropa y a diferencia de lo que había intentado con la cadena, esta vez logró romper la carne de su oponente.
—Buen intento —dijo Guro con una sonrisa, al tenerlo cerca— pensar que si aún utilizaras el poder de la serpiente, yo ya estaría muerto, pero estás intentando mantener eso en secreto, ¿Verdad Balder?
Por un instante se quedó paralizado, ¿Quién era Guro? ¿Cómo sabía quien era? ¿Y acaso el hombre del escenario, el verdadero jefe del guardián que tenía Ullrich también lo sabía?
—Mi empleador quiere conocerte, puedo llevarte con él por tu propia voluntad, o puedo romperte hasta el último hueso.
—Qué coincidencia —dijo Balder—. Mi empleador me solicitó lo mismo.
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