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Hernan Montenegro

Escritura y literatura
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La Cacería (Parte III)

—August se cree más importante de lo que es realmente —dijo Guro, aumentando aún más la musculatura de su cuerpo, había superado por mucho su altura anterior y el color pálido que tomaba su piel, lo hacía similar a lo que hubiese sido la escultura de un cíclope. Con una velocidad imposible para alguien de su tamaño golpeó a Balder, tomándolo por sorpresa y tirándolo contra las butacas. Por primera vez en mucho tiempo, experimentó lo que era el dolor, sintió los huesos completamente rotos y escupió sangre. —¿Eso es todo? —preguntó Guro—. Me hablaron tanto de ti que esperé más. El anillo de Balder brilló y la sombra de un lobo se posó sobre su cuerpo. Se levantó y sus ojos brillaban de un color rojo. Guro que se acercó a él con un aire de victoria cambió su semblante al verlo. —Eres una criatura bastante interesante —dijo Balder, poseído por el espíritu del lobo— Pero sigues siendo joven e inexperto. —No molestes, falso lobo —dijo Guro—. No me interesa medirme con un supuesto dios acabado y olvidado. Mi meta es enfrentarme a ella. —¿No te interesa medirte eh? —preguntó con una sonrisa amenazante, que hizo a Guro apretar los puños—. Huelo tu miedo, y además me doy cuenta de algo importante. —¿Qué? —Que no estás prestando atención —dijo Balder, que había retomado el control de su cuerpo y le mostró a Guro el brillo de su anillo. Mientras su oponente estaba enfocado en las acciones de la entidad, Balder entre las sombras había cubierto las cadenas con un velo de sombras, que lentamente acercó a la criatura y ahora se levantaron aferrándose a sus brazos y piernas. —No me hagas reír —dijo Guro y flexionó las piernas, dando un salto tan fuerte que el suelo debajo de sus pies se quebró—. Estas cadenas son un juguete para mí, no me subestimes. Tiró con confianza de las cadenas pensando que esto movería a Balder, pero las cadenas siguieron creciendo, como si no tuvieran ningún límite, así que decidió cambiar de estrategia y con un ligero movimiento de brazos se empujó en dirección a Balder para caer en picada sobre él. Los ojos de Balder volvieron a cambiar de color y el brazo de Balder se transformó en el hocico de un lobo gigante que golpeó a Guro lanzandolo contra el escenario, rompiendo la estructura a la mitad, ante la atenta mirada del intruso. Guro salió de la estructura corriendo con vehemencia y Balder giró nuevamente la mano, aumentando el peso de las cadenas, provocando que inclusive el hombre con todo su poder no fuera capaz de dar un solo paso. Decidió cambiar de estrategía y aumentar más sus músculos buscando romper así la cadena, pero el esfuerzo fue en vano. —Guro, detente —dijo el intruso, mirando a Balder con desprecio—. Es un buen artilugio lo que estás usando. —Si —dijo Balder sin sacarle los ojos de encima, sabía que ese hombre era peligroso y tenía que estar atento, no le importaba tener que revelar su identidad delante de August, sí era atacado tendría que depender de La Serpiente para defenderse. —No pareces ser un heredero de los Nueve Nibelungo. Balder guardó silencio, no conocía a ese hombre de ningún sitio, ni desde su infancia recordaba a alguien con esos rasgos. Pero si era el empleador de Guro, sabía quién era él. ¿Que juego estaba jugando? —Tienes algo que me pertenece. —Lo dudo. —Toda esta perorata me aburre —dijo August, aún en la butaca, sonriendo como si se tratara todo parte del show. —¿Qué dijiste? —preguntó el intruso indignado —Me escuchaste bien. ¿Dónde están las reliquias? —Las reliquias ya no están estúpido, las sacamos de este lugar, ahora nos pertenecen . —Ah bien —dijo August, prendiendo un cigarrillo—. Entonces los que organizaron todo esto, están muertos, asumo. —Bastante inteligente, como siempre Abraxas. —Y, es parte del negocio —respondió August Abraxas, a juzgar por el tono de voz estaba un poco aburrido de cómo estaban resultando las cosas. —Tu negocio se termina ahora —dijo el hombre y de sus dedos la energía oscura se desplazó a una velocidad que tomó a Balder por sorpresa, no podía hacer nada para proteger a su cliente de esa maldición. —Nada —dijo August Abraxas con una voz que no era la habitual y antes de tocarlo, la maldición desapareció—. Tu poder es nada, comparado a mi sangre. —Tu sangre, tiene un límite —dijo el hombre y volvió a lanzar una rafaga de energía, solo que esta vez fue la cadena de Balder en forma de colmillo que se interpuso. —Balder —dijo August con una sonrisa —no era necesario. —Fallé en el primer intento de protegerlo. —No te ordené que lo hagas, te ordené que mantengas a esa bola de músculos quieta y eso hiciste— dijo y tiró el cigarrillo al suelo—. En cuanto a tí, no sé qué fijación extraña tienes con mi empleado, y mucho menos entiendo que es lo que ganan poniéndose a todos nosotros en su contra, pero si ese es el camino que eligen, van a pagar las consecuencias. —¿Consecuencias? ¿No escuchaste lo que sucedió ahí afuera? Los matamos a todos, y ese también será tu destino August, todos ustedes, usurpadores, que viven una vida que no les pertenece, tienen sus días contados. —Escuché lo que sucedió ahí afuera —dijo August, mirando el celular—. Por eso estoy completamente convencido de que elegiste el bando perdedor muchacho. —¿Cómo te atreves? —preguntó el intruso y Balder sintió la energía que comenzó a expandir desde lo profundo de su ser, una energía similar a la que él poseía. Las puertas del anfiteatro se abrierony dos figuras entraron al salón. Afuera los gritos habían cesado. Balder contempló a los hombres que ingresaron. Había oído hablar de ellos, el más alto de pelo rubio y contextura atlética, acompañado por un viejo que caminaba con tranquilidad apoyado en un bastón. Mientras el más alto tenía los ojos verdes, similar a los de un lince, el viejo tenía los ojos en blanco, completamente ciego. Ellos, al igual que Balder eran mercenarios, aunque el término mercenarios era poco para lo que ellos habían alcanzado en el mundo secreto. Hasta que los observó entrando por la puerta había pensado que eran una especie de mito, alguna historia urbana que se había contado tantas veces hasta caer en la exageración, pero al juzgar por los pasos que daban, que no emitían sonido alguno, eran reales. —August —dijo el anciano—. Tal y como lo pediste, una vez que tus hombres fueron asesinados, nos pusimos a limpiar el lugar. Ya todo está en orden. —Perfecto. —Aunque si quieres invertir un poco más, podemos terminar de limpiar lo que está sucediendo en este lugar. —No, tranquilo. El muchacho ya se está por ir a disfrutar las reliquias que tanto esfuerzo le costó robar. Dudo que quiera probar suerte contra ustedes. Por un instante Balder pensó que el hombre haría algo ante tal amenaza, volvería a atacar, sin importarle que estuviera solo contra ellos tres, pero su única acción fue lanzar nuevamente la maldición, a Guro. El hombre gritó de dolor mientras su enorme cuerpo empezaba a quebrarse poco a poco, imposible de impedir la maldición que estaba actuando sobre él, pero dado su resistencia, la agonía fue lenta y dolorosa. Espero que los mercenarios hicieran algo o August Abraxas pero solo contemplaron como quien había sido un agente doble, gritaba de dolor en su hora final. —Supongo que irse así, debe ser una frustración enorme, ¿No lo crees August? —dijo el anciano. —Si, supongo que sí. Se esforzó mucho en este plan para matarnos a todos, y sin embargo, los siete seguimos vivos. —Pero te sirvió para hacer limpieza. —Si, algo es algo —dijo August, mirando lo que quedaba del cuerpo de Guro. Me hubiera gustado contar con Guro en mis fuerzas, no te culpo Balder hiciste bien tu trabajo. La energía que tiene ese anillo es muy interesante. —Gracias —dijo Balder. No podía creer aún que había sido tan ingenuo en no pensar por un instante que una figura como su empleador podía ser capaz de haberse anticipado a todo lo que sucedió. No por algo eran el apellido más longevo, a pesar de nunca ostentar el primer lugar entre las familias, siempre estuvieron dentro de los cinco más poderosos, y ahora Balder sospechaba que eran ellos mismos quienes no querían escalar en rango. Siempre eran las familias que ostentaban los primeros tres lugares aquellos en caer. —¿Les transfiero el resto a la misma cuenta caballeros? —Claro que sí —respondió el anciano con una sonrisa—. Tu pelea fue muy interesante muchacho. La entidad del anillo tiene una conexión fuerte. —Gracias —dijo Balder, un poco incómodo al observar que la postura de ambos hombres era indescifrable. —No te subestimé en ningún momento Balder, sabía que estarías bien. —¿Sabía también del ataque? —Claro que sí —respondió August dando una pitada a su cigarrillo—. La clave de todo imperio es la información. Esto es exactamente lo mismo. Sabía que se haría este ataque, sabía que morirían muchos, salvo aquellos que no vinieran. —Y los que no vinieron, es porque usted les avisó, ¿Verdad? —Claro que sí. —Entiendo. —Cómo te dije en el camino, hace mucho tiempo que no éramos tantas familias en una subasta. —¿Entonces X y los demás? ¿Sabían que esto iba a pasar? —Claro que no —respondió August—. De igual manera si ellos hubieran tenido tu fortaleza estoy seguro que hubieran sobrevivido. Esto no es el mundo normal muchacho, sabes bien lo que sucede cuando jugas con fuerzas que son superiores Balder asintió, Si bien apenas los había conocido, estaba seguro que habían pasado por mucho para probarse ante August Abraxas y para otros también. Toda su vida esforzándose al máximo para poder cumplir con las expectativas de gente como él, que poco y nada les importaban sus vidas. Tuvo que contener su enorme deseo de contestarle, de liberar la serpiente que vivía dentro suyo. Tenía que contenerse, porque August Abraxas, parecía ser la persona indicada, para poder golpear a sus enemigos y saber cómo liberarse de su maldición.
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La Cacería (Parte II)

El anfiteatro, era hermoso iluminado cálidamente, con un escenario que tenía un proyector enorme detrás. El lugar podía recibir 500 personas, una exageración ya que aún con miembros de personal, los que iban a asistir a la subasta no superaban las 100 personas. August Abraxas se sentó en las filas del medio, del costado izquierdo. A juzgar por las tarjetas que indicaban dónde tenía que sentarse cada uno, nada de esto estaba librado al azar. Información que Balder tuvo en cuenta, para saber de dónde podría venir el ataque a su empleador. Desconfiaba de los balcones vacíos, y desconfiaba de dónde estaría sentado Guro. Cuando el lugar se completó, Balder entendió que el único que estaba solo era Abraxas. El resto estaban acompañados por una pareja, hasta Ullrich tenía a su lado a una mujer, vestida con poca ropa. El resto había llegado con algunos miembros de la familia, jóvenes adultos y adolescentes. Hablaban entre ellos animadamente, mientras el guardián de cada familia permanecía en silencio —Es increíble la cantidad de familias nuevas que asistieron este año—dijo August, encendiendo un cigarrillo—. Ahora lo que viene es la subasta, un gasto enorme de dinero y luego cada uno a su habitación. ¿Alguna duda? —No —respondió Balder. —¿Alguien que te llame la atención? —Únicamente Guro. Está impaciente y ansioso, nos miró al ingresar y creo que planea algo. El resto de los guardianes se mantienen tranquilos, están expectantes, pero a juzgar un poco por el ambiente parece que todos se sienten ligeramente nerviosos por lo mismo que yo. —Si, Guro está haciendo una actuación formidable para mantenerlos a todos ocupados, no te dejes engañar muchacho, si vas a hacer este trabajo tenés que empezar a leer entre líneas. —¿Le puedo hacer una pregunta? —Claro que sí. —Si sabe que esto es una prueba, ¿Por qué asiste? Si nada le interesa realmente de las reliquias, ¿Para qué exponerse? —Porque es todo parte del juego. No venir, es una muerte total. Aquel que no viene es porque tiene miedo, miedo a mostrarse, miedo a fallar y eso es peor que llegar con un guardián mediocre. No venir significa que el mediocre es uno. ¿Alguna duda más? —Puedo sentir que usted es más poderoso que mucha de la gente que está sentada en este lugar. ¿Por qué no hace algo al respecto? —De nada sirve ostentar una posición, si no hay gente que te envidie, tan sencillo como eso. ¿Última pregunta? —¿Por qué solos? —¿Disculpa? —Todos vienen acompañados, inclusive con miembros de su familia. A Marianne le hubiera encantado acompañarlo a esta subasta. Pero usted dijo que vendría solo, y ella solo confiaba en mí como guardaespaldas. Asumo que ella contaba con el hecho de que X vendría con usted. Así que ¿Por qué solo? August no contestó, únicamente sacó su celular y luego le hizo un gesto a Balder para que mirara el suyo. Al instante, la notificación de X llegó al grupo “Una niebla extraña está rodeando el patio” Las luces se apagaron y el lugar quedó completamente a oscuras. Balder sintió una energía extraña que se filtraba tras el telón. Las luces del escenario se ascendieron y de pie, se encontraba una mujer de pelo negro y largo, con un vestido color blanco. Miró despreocupadamente a los presentes que la aplaudían. —Buenas noches a todos los presentes —saludó la mujer con una sonrisa forzada—. En esta ocasión especial, tenemos un invitado sorpresa que desea compartir unas palabras. —Primera vez que algo así sucede Balder —dijo August Abraxas y apagó el cigarrillo en el asiento. Balder mandó un mensaje al grupo, esperando una respuesta, la observación de August parecía ser la misma que la de los demás miembros de la subasta ya que un susurro se extendió por el lugar. Un hombre delgado y pálido de pelo negro caminó hacía el lugar principal del escenario, mientras la mujer salía por el costado izquierdo. Miró a la multitud, y cuando las luces lo mostraron Balder observó que la mitad del rostro estaba quemado, dejando ver parte del hueso. La energía que había sentido hace unos instantes le pertenecía a él. —Buenas noches a todos —dijo el hombre y la voz le resultó familiar a Balder—. ¿Ansiosos por las subastas? —¿Qué es esto? —preguntó indignado uno de los hombres que estaba sentado en las filas superiores —¿Esto? Es tan solo una pequeña introducción, sería de buena educación que se sienten y escuchen. —¿Y si no quiero sentarme imbécil? —preguntó otro de los hombres, este más cerca del escenario, poniéndose de pie. —Deberíamos irnos —susurró Balder a August. —¿Por qué? —Ese hombre es peligroso. —Nosotros también somos peligrosos muchacho. —Si no se sienta en tres segundos —dijo el hombre con una sonrisa señalando al que se había puesto de pie— Voy a matarlo. —¿Qué clase de broma de mal gusto es esta? —preguntó otro de los miembros Como respuesta a lo que sucedió explosión. La cabeza del hombre que se había puesto de pie ahora ya no estaba y la gente a su alrededor estaba bañada en sangre. Balder intentó levantarse pero la mano de August lo detuvo. —Quieto —dijo August con tranquilidad—. Todo esto es parte del juego, el primero en levantarse pierde. A diferencia de August, muchos se pusieron de pie junto a sus guardianes y empezaron a irse, por un momento Balder pensó que el hombre haría algo pero los dejó salir. En cuestión de instantes, empezaron a escucharse los gritos del otro lado de la puerta. Gritos acompañados de ruidos y gruñidos, el lugar debía estar lleno de entidades controladas por el hombre o alguien más que estuviera ayudando. Estaban rodeados. —Los que se quedaron, asumo que se creen más poderosos, valientes o están completamente aterrados —dijo el hombre con una sonrisa—. Lograron prolongar sus vidas de igual manera, están completamente rodeados. El hombre señaló a cada uno de los presentes y Balder observó el hilo negro que salía de cada uno de sus dedos conectandosé a la cabeza de cada miembro de la familia. Balder utilizó el poder de su anillo para que la garra del lobo en un rápido movimiento cortara la conexión entre el hombre y August. Si su jefe había notado o no esto, no hizo gesto alguno. Con el chasquido de los dedos, la cabeza de varios miembros de familia que estaban presentes explotaron, incluida la cabeza de Ullrich, los que quedaron vivos lo hicieron a costa de sus guardianes. Algunos habían salido lastimados, pues habían interceptado el hilo. —Captura a Guro —dijo August a Balder—. En lo posible, vivo. Balder asintió pero antes de poder asistir a su encuentro, Elrich el alquimista se adelantó, a diferencia de Balder, Elrich que había transformado su mano en una especie de espada, iba por el supuesto presentador y fue detenido por Guro que utilizó su cuerpo como escudo y luego de recibir la espada en su estómago, fue capaz de romperla de un golpe y asestar una patada al pequeño alquimista que lo lanzó a un costado. Balder salió de las butacas y se quedó en la escalera, desde ahí, que tenía espacio para moverse, invocó dos cadenas negras, la primera la lanzó al hombre del escenario, este en lugar de chasquear los dedos lo que hizo fue aplaudir, expandiendo una pequeña aura de energía que transformó la cadena en cenizas. Guro observó esto con una sonrisa y se enfrentó a la cadena utilizando sus manos, aferrándose al metal oscuro, el mismo que Balder había imbuido con energía para poder desgarrarle la piel, pero fue inutil ante Guro. —Ven, acércate —dijo Guro y lo atrajó hacía él, con un movimiento brusco. Balder que había esperado esto se dejó ir hacía el gigante y antes de llegar el anillo brilló, la cadena desapareció y unas garras oscuras cubrieron su mano, con ellas logró atacar el pecho de Guro, rasgando ropa y a diferencia de lo que había intentado con la cadena, esta vez logró romper la carne de su oponente. —Buen intento —dijo Guro con una sonrisa, al tenerlo cerca— pensar que si aún utilizaras el poder de la serpiente, yo ya estaría muerto, pero estás intentando mantener eso en secreto, ¿Verdad Balder? Por un instante se quedó paralizado, ¿Quién era Guro? ¿Cómo sabía quien era? ¿Y acaso el hombre del escenario, el verdadero jefe del guardián que tenía Ullrich también lo sabía? —Mi empleador quiere conocerte, puedo llevarte con él por tu propia voluntad, o puedo romperte hasta el último hueso. —Qué coincidencia —dijo Balder—. Mi empleador me solicitó lo mismo.
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La Cacería (Parte I)

August Abraxas leía con tranquilidad, a su lado Balder estaba de pie, contemplando la ventana. Desde que habían partido que era el único que estaba al lado de su jefe, inclusive a X lo habían desplazado. Por un instante Balder pensó que lo había hecho para indagar sobre su persona, pero no le había dirigido la palabra en ningún momento, salvo para dar pequeñas indicaciones. Se encontraban en la lujosa habitación del hotel dónde se realizaba el Mercado Negro. X y el resto de los miembros de la guardia personal de August se encontraban en las inmediaciones del lugar, cada uno cumpliendo su respectivo rol. August, parecía importarle poco su seguridad, o confiaba mucho en su personal porque lucía tranquilo. Alternaba la lectura de un libro de funda roja, con su celular. Cuando llegaron al hotel, no saludó a nadie, y quien los recibió y acompañó hasta la puerta únicamente les otorgó información sobre las comodidades del lugar, y el servicio de habitación. No esperó respuesta alguna por parte de August y Balder. Luego de hablar se marchó, rápido, se notaba que estaba nervioso. —¿Qué hace mi querido padre? —preguntó Marianne a Balder por celular. La mujer tenía planeado ir al Mercado Negro, tomandoló a él como guardaespaldas personal, pero su plan se había frustrado con la elección de August. Por lo que decidió luego de pensarlo, en darle a su padre la lista de objetos que deseaba y se fue de vacaciones, ya que según ella necesitaba un lugar con nieve y estar lejos de su familia. Balder no contestó, no era el momento. —¿Alguna vez has asistido al mercado? —preguntó August, cerrando el libro. —Jamás. El hombre se levantó y se acercó a él. —Es una gran farsa —dijo y esbozó una sonrisa—. Las reliquias por las que ofrecemos importa poco y nada. El verdadero mercado son ustedes. —¿Nosotros? —Sí —respondió August y encendió un cigarrillo—. El verdadero mercado es ver la situación de cada guardián. Aquel que tiene el guardián más débil, usualmente es el que termina siendo atacado con el paso del tiempo. Por eso nos juntamos una vez por año, para saber quien improvisó para mejor, quien perdió un guardián importante, que guardián perdió poder. —Entiendo —dijo Balder, mirando a August—. Si me disculpa, no soy muy amenazante, espero no causarle algún problema. —¿Dudas de mi criterio muchacho? —preguntó August y sus ojos brillaron—. Necesito que estés atento y que seas vos mismo. En especial, que seas aquel que encontró Los Ojos del Dragón. No todos somos unos millonarios que se mantienen únicamente por el poder de la fortuna familiar, creo saber dónde encontraste lo que te pedí, y sé que cualquiera de mis hombres que se hubieran enfrentado a tus adversidades no estaría entero. Balder asintió y miró cómo August se servía un poco de café. —¿Sabes por qué ese muchacho no se quedó acá para servirnos? —Pensé que deseaba tranquilidad, privacidad. —No. —dijo August y sirvió otra taza de café que le extendió a Balder—. Odio que me sirvan. Lo que para mi especie, es algo que demuestra el lugar que ocupamos, para mi no hay nada más patético que depender de otros en este tipo de cuestiones. —Gracias —dijo Balder, tomando el café que le ofreció August, sin entender el motivo por el cual el hombre estaba diciendo estas palabras, o mostrándose tan humano con él. Cuando el reloj marcó las siete, salieron en dirección al anfiteatro dónde se haría la primera subasta. El hotel se había cerrado completamente para las familias, así que era caminar por los pasillos vacíos, como si se tratara de un lugar únicamente habitado por ellos. Cuando llegaron a la escalera principal, ya que hicieron todo el tramo a pie, (August no confiaba en los ascensores) se toparon con un un hombre regordete y pequeño vestido con un traje rojo, a su lado caminaba un hombre grande y alto, dos metros de altura y músculos que apenas disimulaba con una gabardina color verde, llevaba gafas negras y al cruzarse con ellos esbozó una ligera sonrisa. —August —dijo el hombre pequeño con voz chillona—. ¿Trajiste un guardián o un amante? —Podría seguir tu ejemplo y traer ambos —respondió August con una sonrisa. El comentario no le gustó al guardián que apretó los puños, Balder preparó sus sentidos, con ese pequeño gesto entendió que se encontraba ante algo que a pesar de su apariencia, había perdido toda humanidad. —Cuidado August—dijo el hombre chillón—. Guro no tiene mucho sentido del humor y no quiero ser responsable de ninguna muerte el día de hoy. —Entonces es imperioso que controles a tu perro —dijo August con desprecio. Balder no podía creer la actitud de August. O confiaba ciegamente en que Balder arriesgaría su vida en protegerlo, o tenía un as bajo la manga, porque Guro, ya no solo apretaba los puños sino que lo contemplaba, con el rostro serio, sin ocultar el deseo por atacar. —Te crees tan poderoso —dijo el hombre, señalándole con el dedo—. Desde que ellos desaparecieron te sentís capaz de comerte al mundo. Pero el mundo no es solo tuyo. —Esas son tus palabras, no las mías. Te recuerdo que el que comenzó esta conversación fuiste vos Ullrich. —¿Ya discutiendo caballeros? —preguntó una voz femenina desde lo más bajo de las escaleras. August y Ullrich se voltearon a mirarla, pero Guro siguió contemplando a August y Balder a Guro. —Ahhh —dijo Ullrich con una sonrisa — Simona, querida. dijo Ullrich y caminó en dirección a la mujer, en cambio Guro por un instante se quedó en su lugar y Balder se preparó para su siguiente acción, pero luego de emitir un leve rugido Guro siguió a su jefe. Ahora que la amenaza había pasado, Balder contempló a la mujer rubia de ojos saltones y verdes que llevaba puesto un corsé color verde que hacía resaltar sus atributos. La acompañaba lo que parecía ser un hombre de rasgos muy delicados y pequeño que portaba un brazo de hierro. Balder había escuchado hablar de él, un alquimista, que si bien su figura no era amenazante los rumores sobre sus avances en la alquimia eran dignas a temer. Pero ese alquimista seguía siendo humano, por lo tanto podía ser predecible, a diferencia del guardián de Ullrich. El hombrecito besó la mano de la mujer y comenzó a hablar con ella en voz baja, August y Balder siguieron caminando, por un instante pensó que August la saludaría, pero los ignoró, a pesar de que la mujer lo buscó con la mirada. Siguieron caminando, en silencio hasta que se adentraron en el pasillo que llevaba al salón de reuniones. —Me agradas muchacho, en ningún momento te alteraste delante de Guro. ¿Qué piensas de él? —Que me cuesta saber si sigue siendo un “él” más bien pensaría que es algo más. —¿Algo como qué? —Lo más cercano que puede estar uno de nosotros a convertirse en un monstruo. —Si, Guro tiene poco y casi nada de humano. Año tras año se fue encargando de modificar su cuerpo, todo en búsqueda de obtener más poder. Si bien, todo guardián mantiene sus muertos en secreto para evitar acusaciones, estoy consciente que se habrá encargado de matar a más de un guardián. —Entiendo. —Te sonrió al verte. Eso significa que estás marcado. —Bien. —¿Tienes miedo? —No —respondió Balder con honestidad. Había entendido que a pesar de haber sido aceptado como el guardián de August Abraxas, el hombre era mucho más inteligente de lo que podía haber esperado y lo evaluaba a cada momento, pero a pesar de eso, su orgullo no le permitió fingir un temor que no sentía. —Bien, ese es el espíritu del muchacho. Si tienes miedo es peor, siempre es peor. —¿Guro mató a su último guardián? —No claro que no —respondió August con una sonrisa—. Yo lo maté, con mis propias manos. Balder guardó silencio y siguió caminando. —¿Sabes algo de la historia de mi familia? —Lo que todos saben. —Entonces sabes que somos algo más que simples ricachones con deseos extraños. Una sangre antigua y poderosa corre por nuestras venas y podemos usarla cuando lo consideramos necesario. Aunque no soy lo suficientemente estupido para creer que me sirve de algo utilizarla en estos contextos. Gente como vos tiene más capacidad que la mía, además de que son descartables. ¿No es así? Balder siguió caminando en silencio, intentando reprimir el odio que estaba sintiendo por August Abraxas. —Lo maté porque me ocultó información. Era bueno, pero mis empleados me deben obediencia total. Espero nunca tener que castigarte de la misma manera, porque reitero, me agradas muchacho. —Entiendo —dijo Balder, y se quedó en su lugar—. ¿Esto es por Marianne? —Claro que no muchacho —respondió August, con una ligera risa—. Lo que mi hija haga o deje de hacer me da igual. En más, en caso que por abrir las piernas quede embarazada es más interesante que tenga tus genes, que los genes que podría conseguir en caso de estar con los hijos de algunos de los que visitan esta subasta. A pesar de las palabras, el ambiente estaba tenso, lo sabía, algo en la postura de August Abraxas le hacía sentir a Balder que el hombre sabía quien era, pero tenía que jugar su rol hasta el final, así que asintió y acompañó al hombre hasta el anfiteatro.
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Los ojos del Dragón (Parte III)

Balder despertó a una habitación sumergida en la oscuridad. Escuchó la respiración de lo que parecía ser un animal a un costado. Le costó unos largos segundos entender que aún debía estar dormido. —Bien, veo que ya podemos conversar —dijo la voz en un ligero gruñido. —No tengo intención alguna de hablar con vos. —Eso me importa muy poco. —¿Cómo hacés esto? —Yo no lo hago. Este lugar tiene más poder del que crees muchacho. Demasiado poder. —Si, claro. —No tengo intenciones ocultas. Jamás hablé con otro portador del anillo. Ni sabía que era posible realmente poder conservar mi voluntad, sin embargo desperté acá, en esta casa y te vi luchar. —Y también tomaste control de mi cuerpo —dijo Balder, que ahora podía ver la silueta en forma de lobo que arrastraba una cadena. —Sí, debo admitir que en mi vida humana me gustaba mucho ir a la guerra. Ver semejante oponente, fue muy tentador. —Casi me matas. —Pero no lo hice. Sin embargo, de no haber perdido la conciencia, dejándome tomar el control en el último segundo, vos nos hubieras matado. —Ya estás muerto. —Sabés a qué me refiero. Cuando uno porta un objeto, el objeto lo porta a él. Sé muy bien lo que hay en tu interior, encerrado. La puerta. —¿Y sabés lo que hay detrás de la puerta? —Claro que sí, muy pocos logramos ver detrás de la puerta pero aquellos que lo hicimos tuvimos nuestra recompensa. —¿Recompensa? —Sí, poder. Un poder que luego pagamos para toda la eternidad, pero debo admitir que fuimos lo suficientemente sabios para aceptar el regalo de ella, y retirarnos, ninguno pretendió lo que vos hiciste, que es controlarla y encerrarla. —Yo no quería esto —dijo Balder, sentándose en la oscuridad, enfrentando los ojos dorados del lobo—. Ella quiso esto. —¿De verdad? —De verdad —respondió Balder, que sabía que no tenía sentido alguno mentirle a su interlocutor—. Cuando me morí, por un instante, colgado en ese árbol, me convertí en la puerta que ellos habían buscado por tanto tiempo. —¿Y qué pasó? —Tuvieron miedo de entrar. Dudaron, lo que no sabían es que cada minuto, para mí era más largo. —Si, el tiempo en el mundo olvidado se maneja de otras formas. Lo sé —respondió el lobo intrigado por el relato de Balder—. Dices que ella tomó la decisión. —Sí, ella me dijo que de ser liberada en nuestro mundo, devoraría todo, que no era el momento, que si yo quería podía darme la oportunidad de vengarme, siempre y cuando encontrara la manera de volver a cerrar la puerta. —Tiene sentido, ella siempre fue más inteligente que todos nosotros. Dudo poder volver a hablarte mientras duerme lejos de acá. Te pido perdón por generar este espacio, pero tenía que conocerte. —Tuve peores conversaciones en mi mente —dijo Balder dedicando una sonrisa al lobo. —Te recomiendo que sujetes la cadena, eso te hará despertar. Balder agarró la cadena con la mano izquierda y sintió un ligero cosquilleo. —Hasta que nos volvamos a ver, Balder —dijo el lobo. Despertó en lo que quedaba del primer piso. A su lado, lo que quedaba del guardián era únicamente el modelo que habría hecho su maestro de Menthut en arcilla bañada en sangre. No había desaparecido, y eso fue algo que lo alegró a Balder. Bajó las escaleras y encontró la puerta que llevaba a un sótano. El sótano estaba vacío, pero sentía la energía detrás de una de las paredes, así que tocó con su mano izquierda la pared y la pared se desvaneció, dando lugar a una escalera caracol. Descendió, sintiendo las energías que protegían el lugar y finalmente encontró lo que parecía ser una cripta, con el sarcófago situado en el centro de un lugar que estaba repleto de distintas reliquias y tesoros. —Así que vos sos el maestro —dijo Balder, pasando su mano por el sarcofago—. Lograste conseguir una colección bastante interesante. Y sin embargo, a diferencia de los demás, no quisiste hacer ningún tipo de declaración, nadie sabe quien eres y debo admitir que lo que estoy viendo son cosas que pensé eran únicamente mitos inventados por generaciones anteriores. Balder recorrió el lugar, hasta que llegó al frasco que contenía los ojos dorados. Los famosos ojos del dragón que había venido a buscar. —Me voy a llevar esto —le dijo al sarcofago—. espero no te moleste. No tengo intención alguna de llevarme nada más. No es necesario que encuentren este lugar. Al subir nuevamente por las escaleras se encontró con la pequeña estatua del guardián, tirada en el suelo del sótano. Aún en ese estado intentaba cumplir con su misión. Y ahí, una idea se le ocurrió a Balder y volvió a la cripta y buscó un diario, un libro, algo debía haber con las memorias de ese hombre y buscó hasta finalmente encontrar la fórmula que había usado para crear al guardián. Con mucho esfuerzo, tiempo y esmero logró armar las fórmulas, colocando los artículos en su lugar y dejó la estatuilla en el centro, solamente hizo una pequeña modificación al ritual, antes de hacer la invocación. Menthut emergió dentro del círculo, tan viva como lo había estado cuando se enfrentaron en el primer piso. —Tú —Sí, yo —dijo Balder con una sonrisa—. Hice una pequeña variación para que no intentes detenerme ya que tengo que llevarme los ojos. —Lo sé. —Pero haces un buen trabajo protegiendo este lugar. Tu maestro, tu maestro fue más inteligente que todos nosotros y decidió ser enterrado. —Mi maestro —dijo en un hilo de voz—. Eran un gran hombre. —Eso parece. Así que me gustaría que sigas con tu objetivo de proteger este lugar de intrusos como yo. Hay cosas que mejor que queden enterradas y olvidadas. Dicho esto Balder rompió el círculo y la criatura fue libre para moverse por la casa, lo primero que hizo fue volver a levantar la barrera que iba al lugar de reposo de su maestro. Balder caminó con tranquilidad hasta la puerta y al salir escuchó que el Menthut lo llamaba desde el umbral. —¿Sí? —preguntó a Menthut —Tú también pareces ser un gran hombre, Balder. —Lo intento Menthut —dijo agradecido por las palabras del guardián—. De verdad que lo intento. Respiró el aire puro cuando llegó a la calle y se quedó un tiempo apoyado en el auto. El chofer salió con tranquilidad, con un cigarrillo en mano. —¿Cómo carajo lo hiciste? —preguntó llevándose el cigarrillo a la boca. —Te dije que era algo sencillo, hombre de poca fé —dijo Balder mostrándole el frasco con los ojos. —Si, claro. Escuché que eras bueno, no creí que eras tan bueno. —No soy tan bueno —dijo y añadió rápidamente—. Escapé con lo justo, para serte sincero. —Soldado que huye sirve para otra guerra, pero huiste con el tesoro así que es más meritorio. Pensé que los ojos del dragón serían más grandes. —Siempre pensé que serían ojos comunes, lo importante es lo que uno puede ver con ellos. —¿Y que se ven? —Supongo que eso lo sabrá el señor Abraxas —dijo Balder, sintiendo un poco de remordimiento al saber dónde iría un tesoro que alguien se había esforzado tanto en cuidar para que no cayeran en las manos equivocadas. —Tienes razón —dijo el chofer, dando una gran calada al cigarrillo—. Lo bueno es que podemos irnos, ¿Te apetece pasar por algún lugar de comida? —Me parece una muy buena idea, supongo que ahí si vas a bajar conmigo. —Claro que sí, seré un hombre de poca fé pero de buen apetito —dijo el chofer y le dedicó una sonrisa. Ambos entraron en el auto, y se alejaron de la casa, mientras Menthut los contemplaba desde la ventana del primer piso.
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Los Ojos del Dragón (Parte II)

Subió las escaleras corriendo, aprovechando el momento. La criatura no había sentido jamás lo que era el dolor y le costaría adaptarse a la batalla. Balder entendió que estaba cometiendo un error, cuando llegó al primer piso y descubrió que todo el primer piso se trataba de la criatura, que era una criatura inmensa, cubierta de bocas y ojos. —Mierda —dijo Balder y lanzó la cadena por reflejo y esta fue devorada por una de las tantas bocas de la criatura. Con la cadena en la boca, empezó a tirar de ella, arrastrando a Balder que movió el dedo y la cadena desapareció. Balder se puso en pie y utilizó su energía para generar un escudo que lo defendiera de los tentáculos que empezaron a intentar golpearlo. Tenía que pensar bien su siguiente paso, mientras el escudo que había generado empezaba a quebrarse. Podía utilizar la serpiente de oscuridad para atacar a la criatura. Obtendría una gran ventaja, pero al mismo tiempo, esto era una prueba para Abraxas y tal vez la intención del hombre de traerlo al lugar era saber que Balder era la puerta al poder de la serpiente. Pero si confiaba en sus poderes como médium ampliados por el amuleto y el anillo de Fenriz, había mucha chance de perder ante esa criatura que había sido hecha con el único propósito de defender el lugar y eso la hacía tan poderosa. Desde que había conseguido el anillo que había experimentado con él, sin lugar a duda utilizar las cadenas, con una forma de colmillo al final para poder atacar había sido de utilidad, pero sabía que había otras maneras de poder moldear la energía que habitaba en la reliquia, recordó las historias de Fenriz, empezó a moldear en su mente la figura del lobo. El anillo brilló, cubriendo la oscuridad de un tinte dorado que para sorpresa de Balder, hizo detener por unos instante las fuerzas de la criatura encargada de proteger el lugar. No fue una, sino cuatro las cadenas que empezaron a brotar de la gema, subiendo hasta el techo para luego descender de manera giratoria cubriendo a Balder. Era una rafaga de energía despiada y el orgullo y la personalidad de la gema se mezcló con su portador que habló con una voz que no era suya —Esto es Gleipnir, bestia. No estás hecho para enfrentarte a semejante creación. —Nosotros —dijo la voz en un siseo— defendemos la obra del maestro. Y la criatura volvió a atacar, únicamente para que sus ataques fueran rechazados por la cadena, una y otra vez que golpeaba sus extremidades y lograba cortar la energía, provocando ligeros quejidos por parte del guardián. Los ataques finalmente cesaron, mientras las cadenas se seguían moviendo y motivadas por la batalla, tomaban más velocidad mientras preparaban un ataque. Balder usaba lo que le quedaba de voluntad para prevenir que se lanzaran a un ataque que pudieran dejarlo desprotegido. Poco a poco los ojos se fueron cerrando al igual que las bocas que empezaron a abandonar las paredes, y la neblina que cubría el piso comenzó a desaparecer, quedando únicamente unas maderas viejas y consumidas por el paso del tiempo. —No vas a huir cobarde —dijo Balder— y las cadenas se lanzaron, como si fueran las cuatro garras del lobo en búsqueda de lo que quedaba de energía que contraatacó con una bocada de energía púrpura que devoró a las cadenas y que hubiera llegado a Balder de no sé por estar preparado y levantar un escudo que logró defenderse del golpe que lo envió lejos en el piso casi llegando a la escuela. A su paso, todo lo que la niebla había tocado, se estaba deteriorando y consumiendo. Cayó por la escalera rodando y haciéndose daño, las cadenas se habían consumido y de no ser por el hecho de que había levantado un escudo que lo protegiera, tampoco hubiera quedado nada de la mano que portaba el anillo. La voz que había invadido sus pensamientos se silenció. Tal vez porque era la voz del anillo que estaba en un auge de energía como ningún otro. El guardián se había agotado al obrar con semejante poder, pero de la escalera la niebla empezaba a brotar lentamente. El anillo parecía estar muerto, ya no le servía, estaba entre la espada y la pared. Pero había llegado demasiado lejos y lo que lo había salvado de los ataques del guardián había sido su poder y su entrenamiento. Ahora que estaba debilitado, tal vez podría enfrentarse a la criatura. Se cortó la palma de la mano y comenzó a dejar caer su sangre, generando en el suelo dos sellos. Ellos serían sus armas. Activó el primero que brilló con la luz carmesí del amuleto y comenzó a subir las escaleras, corriendo. La neblina violeta no fue capaz de penetrar en su escudo de energía y al llegar a lo que quedaba de primer piso, contempló al guardián que ahora se trataba únicamente de un ojo púrpura que lo contemplaba. —¿Quién eres? —preguntó el guardián—. Mate miles de intrusos con el paso del tiempo, jamás uno tan resistente. —Podés llamarme Balder —respondió levantando ambas manos y activando el segundo sello. Alrededor suyo un aura dorada comenzó a brillar. —Balder —dijo el guardián—. Si, en caso de vencer recordaré tu nombre. —¿Cuál es el tuyo? —Puedes llamarnos Menthut. Ese es el nombre que nuestro maestro nos otorgó. —Tu maestro creó un guardián formidable. Lo recordaré cuando los destruya. Aunque aún hay tiempo para que me permitan llevarme los ojos. —Nosotros —dijo Menthut en un grito poderoso— defendemos la obra del maestro. Y dicho esto el ojo se cerró y se lanzó como una rafaga de poder energético destruyendo todo a su paso hasta llegar a Balder que la atrapó en sus manos, cubiertas por el fulgor dorado que producía de su alma. Balder sabía que en caso de fallar, que en caso de que su voluntad se quebrara ante el poder de Menthut sería su fin, así que aguanto el dolor y el deseo de desvanecerse. Mientras la energía se evaporaba entre sus manos, contempló como de su nariz comenzó a brotar sangre, lo que no era buena señal, porque estaba lejos de terminar su contienda y el cuerpo le había empezado a fallar. —Liberame —dijo una voz en su cabeza—. No tiene sentido morir así. —Cállate —dijo Balder—. Serás destruido conmigo, más que merecido por intentar apoderarte de mí. —No voy a morir por tu orgullo —rugió la voz enfurecida. —Parece ser que sí —dijo Balder y escupió sangre. Ya era tarde para invocar la oscuridad, así que por eso se dió el gusto de contestarle a la entidad que vivía en el anillo. Había subestimado el poder del guardián, y caería por su orgullo. Lo único que lo consolaba era saber que ese guardián sería lo suficientemente fuerte para que nadie pudiera utilizarlo como puerta a la oscuridad, al pensar esa última idea mientras perdía el conocimiento lo reconfortó. —Debo reconocer que estás dispuesto a morir por tus convicciones —dijo la voz dentro del anillo—. Eres el único mortal digno que me ha portado. Mientras caía en un profundo sueño, Balder creyó observar cómo sus manos transformaban en una boca grande, de dientes afilados y esa boca se comía la ráfaga violeta, contemplaba lo que parecía ser la carne púrpura dejando brotar una sustancia similar a la sangre y escuchó unos gritos, antes de no escuchar nada más.
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Los Ojos del Dragón (Parte I)

—Este lugar está marcado —dijo el chofer, mirando por la ventana—. Tenés que ser muy poderoso o muy temerario para haber pedido venir solo. —Mitad y mitad —dijo Balder con una sonrisa. —¿Estás seguro que este es el lugar? Tal vez te mintieron. —Dudo que quien me otorgó esta información estuviera en condiciones de mentir —dijo Balder y miró hacía la casa. —¿No podés hablar con el señor Abraxas? Tal vez te da otro objeto. —Este le interesa mucho y quiero quedar bien con el nuevo jefe. —Dudo mucho que quedes bien si perdés la vida. Pero es tu funeral. —Hombre de poca fé —dijo Balder con una sonrisa y abrió la puerta del auto—. ¿Querés entrar conmigo? —Si, claro. Había pasado una semanas desde que le habían dicho que encontrara los ojos del dragón y luego de recorrer los círculos de informantes finalmente había dado con alguien que parecía tenerlos. Se decepcionó mucho al enterarse luego de una charla poco amistosa con esa persona que él únicamente tenía la información de dónde se encontraban pero que jamás se había animado a ir a buscarlos. Que al solo ver la casa dijo “no vale la pena”. Por un momento Balder pensó que el sujeto le estaba mintiendo pero le mostró sus anotaciones. Describió la casa, la fachada desde afuera y lo que se podía observar desde la vereda y comentaba la sensación de agotamiento que le provocaba. El hombre había intentado averiguar con los vecinos que vivían cerca de la casa y entendió que nadie de ese lugar parecía tener noción de que una estructura se encontraba ahí. Le llamaban el terreno abandonado y cada uno tenía una versión diferente de lo que se iba a construir ahí el día de mañana. Una noche, luego de dos jornadas de investigación, el hombre fue acosado por pesadillas que no se animó a anotar. “Vinieron a verme en sueños. No vale la pena”. Cuando Balder intentó sacarle información sobre lo que había soñado se largó a llorar y pidió por favor que no lo torture, que lo mate antes de obligarlo a hablar. Balder entendió por el horror en la voz y en su tono, que si los ojos del dragón no estaban ahí, había algo custodiando el lugar, por lo tanto, tal vez no volvería con las manos vacías. Y como el tiempo apremiaba, decidió ir. Se bajó del auto y contempló el largo pasto que cubría el suelo. La pequeña fachada de piedra sobresalía por lo poco del verde y mostraba el color de la vejez. El paso del tiempo había sido cruel con la casa. Las maderas que cubrían las ventanas, la puerta tapiada, sí ese lugar estaba marcado y hasta el más ignorante podía sentir que todas las entradas fueron tapiadas no solamente para evitar que los que no tienen una casa logren meterse, sino también para que nada pueda salir. El anillo que tenía, emitió una ligera vibración y sintió un pinchazo en el brazo izquierdo. Sí, el chofer que aguardaba desde el auto tenía razón, ese lugar estaba marcado y sea lo que sea que estaba ahí dentro tenía el mismo eco que el anillo y la oscuridad que se encontraba dentro de él. Sabía que en la oscuridad habitaban distintas entidades, y que estas habían logrado escapar en diversas ocasiones. Adrede o sin querer, le habían asignado este lugar como prueba para probar su valor como empleado. Balder se preguntó qué había estado ahí antes que la casa. Más allá de las fachadas, este lugar era siniestro. La marca no venía por algo que había ocurrido dentro de esas paredes, si bien las paredes parecían haber sido testigos de actos horribles. La marca se hizo antes, y seguramente infectó todo tipo de estructura que hubiera habitado ese suelo. Lo sintió cuando se adentró en el patio. Cuando llegó a la puerta, esta se abrió, invitándolo a entrar. Balder ingresó, y se encontró con un pequeño descanso que tenía unos abrigos colgados. La luz cálida envolvía el lugar. Se escuchaba el sonido de una televisión, y un olor a comida invadía el ambiente. La puerta se cerró detrás de él. La música comenzó a sonar desde lo que debía ser el primer piso. Caminó por el pasillo, y se metió en el comedor. Esperó encontrar algo más, tal vez algún juego de imágenes, cambiar el confort por el horror para intentar asustarlo, pero todo el lugar parecía esforzarse en lucir normal y acogedor. —Te quedaste en el tiempo con la música y la televisión —dijo Balder en voz alta—. No entiendo que estás intentando hacer, pero intentemos no perder el tiempo. No hubo respuesta. Balder sacó un pedazo de tiza de su bolsillo y comenzó a dibujar en el suelo. A pesar de que el suelo parecía inmaculado él sabía que solo se trataba de una ilusión y que debajo de eso, los símbolos estaban. Cuando terminó apoyó la mano izquierda en el suelo y la música se terminó. La fachada se terminó y la casa se mostraba como lo que era. Un lugar abandonado con el agregado de los huesos que estaban tirados en los rincones. Sea lo que sea que estaba ahí disfrutaba de alimentarse de los humanos. Ya sin la distracción Balder sintió la presencia que estaba en el lugar. El primer piso, de dónde venía la música. —Vengo a buscar los ojos del dragón —dijo Balder, acercándose a las escaleras—. Si los tenés y me los das, puedo dejarte acá sin molestarte. No tengo intención alguna de buscar pelea. Me enviaron por ellos, solo negocios. Sabía que esperar una respuesta de esa entidad era algo absurdo, pero tenía que intentarlo. Tal vez, al ver como había desechado tan rápido la ilusión que había generado para darle la bienvenida entendería que él no sería una presa fácil. Tal vez estaba cansado, y sentiría que no estaba con humor para una pelea innecesaria y que esa criatura jamás usaría los ojos del dragón como corresponde, por ende, sería una tontería arriesgarse a defenderlos. —Nosotros —dijo la voz en un siseo— defendemos la obra del maestro. —No creo que estos ojos sean de tu maestro. Así que podrías darmelos. La respuesta por parte de la entidad fue un tentáculo fantasmagórico que atacó a Balder a una velocidad que fue imposible para él esquivarlo. Fue gracias al anillo de Fenriz que entendió la intención y extendió la cadena golpeando el tentáculo para desviarlo que aún estaba de pie. Utilizando la voluntad, la cadena se movió y la punta de la cadena que tomó forma de colmillo, atacó el tentáculo cortándolo. La criatura emitió un chillido furioso y Balder entendió que no sería tan sencillo conseguir salir de ahí con vida.
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La Sangre de Abraxas (Parte III)

De los aspirantes quedaron únicamente tres, además de Balder. Los dos que se habían enfrentado a la bestia, y una mujer que había subido por las escaleras, pero que a diferencia del resto siempre mantuvo la calma. El resto se sintió superado ante semejante espectáculo y decidieron marcharse. Caminaron hasta lo que parecía ser una pequeña sala de estar que tenía 4 sillones largos y un sillón principal. En un rincón se había montado una mesa que parecía ser un pequeño buffet, se había preparado un mini banquete, demasiado para los que terminaron quedando en ese lugar. En el centro del lugar, Balder se cruzó con dos ojos oscuros que lo miraban con desconfianza. —Bienvenidos —dijo el hombre vestido con una remera manga larga negra y unos pantalones de gabardina gris, quien resultó ser el que les habló por los parlantes—. Pueden llamarme X y seré a partir de ahora su jefe. —Pensé que íbamos a tratar directamente con el amo de la familia —dijo la mujer que tenía el número 11—. Eso es lo que decía el trabajo. —Su seguridad depende íntegramente de mis decisiones. Sé igual el anhelo de gente con sus talentos y ambiciones por conocer al jefe de la casa Abraxas, y calma. En cuestión de instantes lo conocerán, pero es bueno que entiendan que soy yo el que da las órdenes. Tomen asiento y esperen, pueden tomar lo que deseen —dijo X y se acercó a la mesa para servirse café. Balder sintió que el ambiente se ponía tenso. Los tres no tenían ningún interés de tratar con aquel que se hacía llamar X, pero no sentía que el hombre tenía deseos de hacerlos sentir subordinados, tampoco parecía tener deseo alguno de dar órdenes, parecía alguien que tomaba todo este asunto como si se tratara de otro día más en la oficina, con el ligero gesto de aburrimiento y hastío que resultaba ser una tarea aburrida. Por lo tanto, decidió hacerle caso al hombre y servirse un café, comer algo dulce de la mesa y sentarse. Su gesto pareció servir para calmar el ambiente, ya que los otros tres hicieron lo mismo y luego se sentaron para conversar entre ellos, mientras X que se sentó, se dedicó a mirar a Balder. Al cabo de unos minutos las puertas se abrieron y Marian entró acompañada de un hombre alto, vestido de un traje impecable de color negro que ostentaba un aura de poder, sin ningún tipo de escrúpulos. Poder puro que nacía desde el pecho del hombre. Un ligero escalofrío lo recorrió, desde que se había liberado que no conocía a alguien que llevara una marca de poder. Pensó que eso había quedado en el pasado, que no había reliquia o ningún ser vivo capaz de generar semejante proeza. Intentó disimular, y se centró en Marian que le dedicaba una sonrisa cómplice. —Buenas noches, caballeros y dama —dijo el hombre, dejando el brazo de Marian y sentándose, con las piernas cruzadas en el sillón individual—. August Abraxas es mi nombre. Los tres que habían ido por el trabajo, parecieron olvidar la postura que habían tomado hace unos minutos y parecían hipnotizados ante la figura que estaba sentada frente a ellos. Era entendible, era poco probable que se hubieran cruzado con alguien así antes en su vida. La gente como August Abraxas podía contarse con una sola mano. Sin desearlo, el momento que había esperado llegó mucho antes de lo planeado. Eran pocas las historias sobre la familia Abraxas, enemigos directos de quienes habían sido sus captores, por lo tanto, despreciados en cada uno de los relatos, así que esperaba encontrarse con una familia que únicamente tenía reliquias antiguas y poderosas. Sin embargo, se había encontrado con algo mucho más interesante. —Así que tengo entendido que usted, Fenriz —dijo el hombre mirando a Balder—. Fue quien descubrió el truco de la quimera. Sorprendente. —Muchas gracias —dijo en un tono monocorde. —¿Qué hubiera hecho si la Quimera lo atacaba? —preguntó el hombre con una sonrisa—. Me refiero si mi empleado hubiera decidido no rendirse. —No lo sé, intentaría esquivarla, lo único que puedo asegurar es que lo hubiera matado a quien la controlaba si no me obedecía. —Y la bestia hubiera quedado en libertad. —Sí. —Un riesgo enorme, al menos que se trate de un hombre que fuera capaz de vencer a la bestia. —Hubiera tomado el riesgo confiando que alguien en este lugar luego sería capaz de contenerla. Es decir, dudaba mucho que ese sujeto fuera quien la creó y encerró en el círculo. Marian dejó escapar una sonrisa que hizo cambiar un poco el semblante de su padre. Sabía que el hombre buscaba testear su poder, seguramente había leído los informes y quería asegurarse que estaba contratando algo extraordinario, pero no le daría tal satisfacción. La gente como August sabía cómo exprimir hasta la última gota de poder ajena, por lo que no iba a mostrarle su verdadero poder, no hasta que el momento lo ameritara. —Nosotros hubiéramos sido capaces de destruirla señor Abraxas —dijo uno de los hombres con una sonrisa. —Ah sí —respondió August con un tono amable — Castel y Pelian, ¿Verdad? Los hombres asintieron, con orgullo. Balder había escuchado hablar de ellos, eran una pareja de mercenarios de buen rango. Hace más de una década que trabajan juntos, eso daba a entender el motivo por el cual hablaban con tanta confianza. —Y tu señorita —dijo August —Eres la encantadora Vell. Y por encantadora quiero decir que tienes un don especial en las maldiciones que te aseguran el control de cualquier ser humano. —Sí, señor —dijo Vell con una ligera reverencia—. Por eso la prueba que nos otorgaron me dejó un poco desprovista de mis habilidades. —Estoy seguro de que a diferencia de los muchachos, decidiste no mostrar tus mejores armas hasta el final —dijo August y Balder sintió como esas palabras eran para él—. Una sabía decisión en el rubro. —Padre, me estoy aburriendo bastante con tanta introducción —protestó Marian. August Abraxas miró a su hija con cariño y luego se volvió al grupo: —En una semana se va a celebrar una reunión muy importante. Llegaron rumores de que un grupo que está empezando a ganar más y más fama intentan generar un golpe en el lugar, una oportunidad para que puedan quedarse con la cabeza de alguno de los integrantes de las grandes familias. El plan es poder asistir y volver con mi cabeza intacta. Por eso, además de guardia personal, para asegurarme decidí controlar gente que pueda hacer trabajo de área. Si creen poder con el trabajo, están contratados. Cualquier consulta, queja, por favor, decirle a X. Dichas estas palabras, el hombre se giró hacia donde estaba su hija, la tomó del brazo y se alejaron de la habitación.
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La Sangre de Abraxas (Parte II)

En la habitación eran doce, a pesar de que Balder tenía el número 13. Eso significaba que uno de los que había llegado a la mansión se había desviado en el camino. Todos sentados en lo que parecía ser el centro de una habitación que tenía dos escaleras a los costados que llevaban a una puerta. Dos de ellos, que eran muy charlatanes, comentaban los ruidos, pero a juzgar por sus anécdotas ninguno había tenido que pasar la prueba del impostor. Eso solo le había tocado a él, se preguntó el motivo, tal vez sabían un poco de él, tal vez era por el hecho de haber estado mirando en varias direcciones o únicamente porque Marian lo pidió. A pesar del desagrado que le provocaron los hombres que hablaban su confianza podía significar que eran hábiles y fuertes. A diferencia de tres integrantes que se encontraban sentados, aferrándose a sus herramientas de manera nerviosa. En total había cuatro mujeres, seis hombres contando a Balder, y dos personas completamente cubiertas en mantos negros, de los cuales no podía discernir que eran. Estaban completamente anulados al resto, una técnica utilizada para protegerse lo máximo posible de todo tipo de amenaza. Estas eran las grandes ligas, pensó. En este lugar todos ellos, hasta los más débiles son capaces de causar mucho daño a un indefenso, e inclusive podrían ser una pequeña amenaza para una familia de magos; sin embargo, acá estaban, buscando una audición para poder asistir al mercado negro, ya que sin ellos jamás podrían conocer su ubicación. La puerta del vestíbulo se abrió y un hombre de pelo negro, delgado y pálido ingresó. —Buenas noches, gracias por venir —saludó el hombre. Lamentablemente, solo necesitamos siete guardaespaldas para el mercado negro. Así que lo haremos muy sencillo. Muchos se levantaron de sus asientos al escuchar esto y todos se llevaron sus herramientas a las manos. Era entendible, el tono daba a entender que tenían que matarse los unos a los otros. Balder no perdió tiempo en preocuparse por los que estaban a su alrededor y empezó a sentir una energía que provenía del centro de la habitación. —Por lo tanto, aquellos que logren sobrevivir a nuestro invitado especial, serán seleccionados. Resistan como puedan, hasta que sean siete y serán bienvenidos a nuestra familia. El hombre se retiró y bajo los pies de algunos integrantes brilló una luz roja, ahí entendieron que estaban de pie sobre un círculo de invocación y de allí salió una criatura de la cual había escuchado hablar, pero jamás había visto cara a cara. La criatura tenía tres rostros, un cuerpo alargado y deforme, manos y pies deformados en forma de patas afiladas. Y de un giro rápido logró atrapar al más lento que no había podido salir de su alcance. Lo apretó con fuerza y contempló al pequeño hombrecito vomitar sangre, mientras sus huesos se destrozaban y quedaba completamente destruido. Era una especie de quimera, pensó Balder. Una criatura muy difícil de crear y aún más difícil de controlar. Uno de los charlatanes apuntó con su cetro y lanzó una ráfaga de energía brutal que impactó contra la criatura logrando que esta se caiga. Pareció ser una fórmula lo bastante efectiva, pero que no estaba a la altura para neutralizar tal amenaza. El charlatán lo sabía, porque no se acercó, sino que empezó a murmurar unas palabras, que interpretó servían para poder tener otra descarga. Una de las figuras encubiertas se acercó para observar a la quimera y esta aprovechó para agarrarlo con una velocidad animal y devorar la mitad de su cuerpo. Ya eran diez, y muchos subían las escaleras o buscaban escapar, Balder se quedó en su lugar, al igual que los dos charlatanes y otra de las figuras encapuchadas. Los cuatro contemplaron a la bestia incorporarse y vieron como en un rápido intento buscó venganza contra su atacante, este lo esquivo a gran velocidad y el resto del cuerpo de la bestia buscó atacar al otro hombre de sorpresa, pero este se mantuvo en su lugar y de su pecho brilló una luz verde que emitió un círculo que no solo lo protegió del ataque, sino que logró lastimar a la criatura que se giró desesperada y remató su ataque para ser nuevamente lastimada. Luego de ese ataque fallido decidió ir por las escaleras y buscó devorar a una de las mujeres, está que murmuraba lo que parecía una canción gritó y la criatura retrocedió por un instante, embestida por tal poder, pero luego volvió al ataque logrando lastimar de muerte a la mujer, quitándole su brazo derecho, haciendo que caiga por la escalera y haga tropezar a uno de los hombres, que desprovisto de su artefacto no logró hacer nada para evitar la mano que recubrió su cabeza, rompiéndola como si se tratara de un pedazo de papel. Ya eran ocho, así que Balder se movió con rapidez ante la figura cubierta por la túnica y usó su cadena para rasgar la tela, dejando a la vista un hombre de anteojos que tenía un amuleto color rojo, y un cetro que brillaba con la misma intensidad. La cadena giró alrededor de su cuello, sin asfixiarlo. —Asumo que vos no contas, así que ya somos siete. Decile a la quimera que se detenga. —¿Qué? —Me cansé de los trucos, decile que se detenga o asumo que tengo que matarte para que seamos siete y tu jefe tome cartas en el asunto. La quimera al escuchar esto se paralizó y se acercó sigilosamente a Balder. —No estoy mintiendo, no tengo miedo de enfrentarme a la criatura, te puedo matar y probar mi suerte o haces las cosas bien y la sacas de este lugar. Ahora. —¿Cómo? —Vamos a hablar una vez me obedezcas. El hombre asintió y con un ligero movimiento el círculo rojo volvió a brillar y la quimera desapareció. —¿Cómo te diste cuenta? —Una quimera no es una criatura que traes a este plano y podés ser tan descuidado de irte. Sospeche desde un principio que tendría que haber algún infiltrado cuando eligieron semejante bestia para la prueba —dijo Balder— Me desconcertó que hubiera dos que tuvieran un velo. Pensé por un instante que era por protección, luego cuando el primero murió, entendí que debía usarlo por miedo, entonces me enfoqué en la bestia, pero luego cuando atacó dos veces al mismo hombre, a pesar de que estabas cerca, ahí entendí mejor la situación. El punto final fue cuando falló al segundo ataque, fue a las escaleras. Seguías siendo el más cercano, y no habías hecho ningún ataque para que te tenga miedo como a ellos dos. Entonces fue sencillo de entender. —Bravo —dijo una voz desde un parlante en la habitación—Jamás nadie había logrado superar esta prueba de esa forma. Mis más sinceras felicitaciones señor 13. Y al resto de ustedes que aún continúan con vida, si siguen deseando este trabajo. Le damos la bienvenida.
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La Sangre de Abraxas (Parte I)

—¿Fuiste alguna vez al mercado negro? —preguntó Marian mientras caminaban en dirección a su hogar. —No, nunca. —Es divertido. Todas las familias pagando por cosas que podían sencillamente tomar, únicamente para demostrar que sus logros no son solamente en el mundo esotérico, sino en el mundo mundano. —Para mí será un trabajo, solo eso. —Sí, ¿sabés en qué te estás metiendo no? —Creo tener una idea. —Mi padre es un hombre buscado. Lo odian, sus agentes de seguridad no suelen durar más de un año, en algunos casos porque mueren, en otros casos mi padre los despide porque necesita tener el elemento sorpresa de su lado. —Parece una vida agotadora la de tu padre. —La de mi padre, mi madre, mi hermano, mi hermana. Todos se toman el asunto familiar muy en serio. —¿Vos no? —Claro que no querido. ¿De qué sirve tener más dinero y poder que un político y no disfrutarlo? Estoy volviendo únicamente porque hay algo que deseo del mercado negro y para poder conseguirlo tengo que ir. Por eso tengo que ir y pedirle perdón a papá y mamá y portarme bien. —Entiendo. —Podría hablar con él para contratarte a vos. Así puedo seguir hablando y me das tus respuestas monocordes que me parecen encantadoras. —Perdón —dijo Balder— no soy muy bueno en comunicarse con los demás. —Lobo solitario eh —dijo Marian con una sonrisa divertida—. Te estás metiendo a ser seguridad en un año complicado. —Pensé que siempre era complicado. —Sí, pero este año es más complicado, hubo un par de casos, bueno, nada que merezca la pena contar. Ya lo hará mi padre, supongo. —¿Qué casos? —Asesinatos de figuras importantes, ¿no sabías? Hay una especie de brigada, así le dicen, la brigada de los fantasmas. Aparecen mediante una amenaza por carta a un miembro de una familia y por más que estos tomen medidas logran matarlos a ellos y a quienes los rodean. Empezó con la familia de Frederick y continúa hasta el día de hoy. —No había escuchado nada al respecto. —Bueno, no es algo que se comenta a todo el mundo. ¿Te imaginas a los más poderosos gritando que tienen miedo a los cuatro vientos? Yo tampoco. En parte por eso el mercado negro tiene que llevarse a cabo, todos buscan nuevas reliquias que los hagan sentir más protegidos. La información de Marian fue oro para Balder. Finalmente, sintió que estaba haciendo un avance importante. Cuando llegaron a los terrenos de la mansión, Marian se disculpó y se fue en otra dirección. La compañía de la mujer le había resultado agradable a Balder que la observó caminar hasta desaparecer en la distancia y la oscuridad. Le sorprendía que la iniciación se hiciera en su verdadero hogar. Usualmente, la selección se hacía en otro tipo de residencia, debían tener mucha confianza en su personal y en su poder, no tener que esconder lo inhumano siempre era señal de un poder superior al resto. Al llegar a la reja principal, estas se abrieron y dos encargados de seguridad salieron a su encuentro. —Buenas noches, número 13 —dijo el hombre dándole una insignia con ese número—Es el último invitado que esperábamos. Balder asintió, se colocó la insignia y aguardó instrucciones por parte del personal de seguridad. —Siga el camino principal, por más que escuche ruidos, o vea algo interesante, le pedimos que no se desvíe del camino. No podemos garantizar su seguridad si se desvía del camino. Balder asintió, intentando contener una risa ante tal intento de generar suspenso y empezó a transitar el camino de piedra tallada hasta la puerta principal. Cómo le habían dicho, en el largo trayecto escuchó gritos y pedidos de ayuda, también observó sombras misteriosas que se movían a los costados, en ocasiones muy cerca de él, y hasta sintió diversos olores, desde perfumes dulces y embriagadores, hasta el aroma nauseabundo de un cuerpo en descomposición. Estaban jugando con él, lo estaban probando, por un instante pensó en anular todos esos sentidos, para no girar la cabeza por reflejo a cada instante, pero decidió no hacerlo. Era mejor que lo subestimaran. Al llegar a la puerta principal un hombre lo esperaba, tenía una carta en la mano. —Buenas noches, número 13 —saludó el hombre—Dígame qué número es mi carta y lo dejaré pasar. El típico test para detectar fraudes pensó Balder, sin saber si le estaban tomando el pelo, ya que un fraude jamás hubiera llegado tan lejos. —Soy malo para los números del tarot —dijo molesto —pero estás sosteniendo la carta de Los Amantes. ¿Es suficiente? —Más que suficiente —dijo el hombre y se volteó para darle la bienvenida—. Puede abrir la puerta —No abras la puerta —gritó alguien a espaldas de Balder. Ambos se voltearon y contemplaron al mismo hombre, un poco magullado, con el rostro alterado. —¿Esto es otra prueba? —preguntó al hombre que estaba a su lado—. Porque de ser así, me empiezo a sentir insultado. —No sé a qué se refiere, señor. —No le haga caso —dijo el hombre acercándose y sacando del bolsillo un cetro—. Te pensaste que te saldrías con la tuya, te pensaste que no estábamos entrenados para… Antes de finalizar sus palabras, la carta del tarot se enterró con fuerza en su cráneo, sin sangre, sin un grito de dolor, el cuerpo cayó al suelo y luego desapareció en una nube negra. El hombre que estaba a su lado contempló sorprendido como le habían arrebatado la carta y cómo había logrado semejante lanzamiento. —¿Cómo te diste cuenta? —Simple y sencillo, jamás creí esa tontería de que dos guardias de seguridad fueran capaces de garantizar mi seguridad. Era todo una prueba, y a diferencia de él, tus movimientos tenían ruido —respondió Balder—. Pero por si vos también fueras parte de la prueba utilicé tu carta que era lo único que tenía un poco de energía con la que podrías lastimarme y eso me permitió disponer de mi arma para matarte en caso de ser necesario. Las palabras agradaron al hombre, que a pesar de sentirse amenazado, comprendió que había encontrado a un empleado más que útil para su jefe.
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Viaje De Medianoche (Parte III)

El que lo había atacado tenía lo que parecía ser una vara hecha de hueso, con piedras incrustadas. Su compañero no dudó en proceder el ataque y él también lanzó un conjuro rápido que de haber alcanzado a Balder hubiera logrado abatirlo, pero la cadena nuevamente se volvió buscando el proyectil para bloquearlo. Balder pensó que una segunda prueba de la cadena serviría para hacerlos retroceder y desistir pero esos cinco estaban entrenados y no tenían pensado dejarse intimidar tan fácilmente. Uno de ellos sacó una daga y corrió hacía él. Balder olfateando la trampa movió la cadena hacía él, y pronunció las palabras para invocar una barrera de energía. Mientras la cadena golpeaba la máscara del hombre, obligándolo a trastabillar el escudo que Balder preparó utilizando un esfuerzo mental sobrehumano se expandió para cubrir los 4 destellos de energía que despidieron los demás de sus varas. El escudo reflector que había levantado le sirvió para ganar tiempo, ya que no se esperaban que él tuviera tanto poder para hacer algo más que desvanecer sus ataques. Aprovechó la confusión para ahorcar con la cadena al que estaba más cerca suyo y atraerlo a donde él estaba, apretando con los eslabones el cuello hasta dejarlo completamente inconsciente. Al tenerlo cerca lo levantó y colocó como escudo. No intentó negociar con ellos, sabía que para lo único que el hombre servía, en el estado de inconsciencia era como un escudo humano. Reconocía la postura de hombres acostumbrados a despachar muerte, y no iban a detenerse porque un compañero de armas estuviera en peligro. Lanzó la cadena al primero que logró reponerse La garra ingresó por debajo de la máscara desgarrando carne y provocando una ligera llovizna sangrienta que se derramó por el suelo. Al ver el cadáver de su compañero, dos de los miembros se retiraron por el pasillo, pero uno de ellos se lanzó al piso y dibujó símbolos en el suelo, tal vez procurando ganar algo de poder. Balder lanzó la cadena para golpearlo y derribarlo pero el hombre movió la vara y logró paralizar su ataque. Acto seguido levantó la mano derecha cubierta en sangre y la sangre que caía del cuerpo empezó a subir a su mano mientras pronunciaba una letanía. Maravillado por haberse encontrado con semejante experto Balder dudó un instante en utilizar su último recurso. Sabía que la cadena estaba completamente inutilizada mientras la vara de hueso tuviera la energía suficiente para paralizarla. Pero lo que se estaba generando de la sangre del cadáver y se formaba en la palma abierta, como una especie de pequeño sol brillante era algo que debía detener. ¿Podría hacerlo con su voluntad? ¿Debería dejar caer su fachada y entregarse al poder de la Oscuridad para tener una victoria segura? Había leído sobre la magia de la sangre, había practicado con la misma. Pero siempre la conclusión era la misma. No había mejor sangre que la propia para poder ejercer una voluntad. Con un pequeño esfuerzo levantó la daga del suelo y la atrajo a su mano, apretando el puño, cortando la piel con el filo. La sangre empezó a brotar por sus nudillos y su puño, formando símbolos, no iba a dejar que ninguna cota cayera al suelo. El enmascarado comprendió esto y lanzó la esfera de energía con un grito. Balder que aún no había terminado de hacer sellos, encomendó su voluntad y abrió su palma para recibir el impacto. Sintió que su cuerpo se estremecía, y un dolor de cabeza agónico. Pero sus sentidos estaban intactos y solo trastabilló un poco, aún estaba lúcido y lo más importante sintió que las fuerzas que paralizaban su cadena se habían desvanecido, su oponente podía ser un gran maestro en su técnica pero seguía siendo un ocultista, un umbral que Balder había traspasado hace mucho tiempo, y si bien aún no se acostumbraba a los enfrentamientos sin tener a la Oscuridad de su parte, seguía teniendo una ligera ventaja cuando se trataba de recibir o crear ataques rápidos de la nada misma, sin la necesidad de un objeto. Aprovechó esa ventaja y lanzó la cadena apuntando con la garra de Fenriz a la máscara decidido a romperla y contemplar el rostro de uno de sus oponentes. La garra destrozó la máscara y contempló un rostro sin nariz, boca, ojos y oreja. Había escuchado hablar de esos experimentos pero jamás pensó que se toparía cara a cara con uno de esos pobres desdichados. Personas que habían sido privadas de sus sentidos para poder fortalecer la mente en el plano esotérico. Despojado de su máscara, el hombre sacó su propia daga del bolsillo y empezó a acuchillarse una y otra vez el rostro deforme, el rostro sin cara hasta caer al suelo. —Pobres —dijo la mujer que había salido del compartimiento—. El sufrimiento les será eterno. —Uno de ellos está inconsciente y el otro está muerto. Dudo que sigan sufriendo. —Me refiero a los que escaparon —dijo la mujer y sacó de su bolsillo una vara de hueso, elegante, con forma de serpiente y en el medio lo que parecía ser la cabeza disecada y encogida de un infante con la que apuntó al hombre que estaba en el suelo—. Ahora ya no está inconsciente. —¿Qué es todo esto? —preguntó Balder molesto—. ¿Otra prueba? —¿Prueba? —Tu varita es extrañamente similar a la de ellos. —Si, claro que lo son. —¿Entonces? —Mi madre tiene un carácter bastante agresivo. Supongo que era su manera de decir que desaprobaba lo que hacía. Por eso los envío a atacarme. Tuve la suerte de sentarme al lado tuyo. Bah, suerte. Sabía bien con quien me estaba sentando. —¿Ah sí? —Claro que sí, cualquiera que tuviera un libro de historia sabría que ese anillo no es capaz de portarlo cualquiera. Era cuestión de mantener un perfil bajo, y que te hagas cargo de todo —respondió la mujer con una sonrisa y una pequeña caricia en su brazo. En otro momento, la actitud altanera de la mujer lo habría molestado, pero había algo en su sonrisa, o en su manera de manejar la situación que se sintió a gusto con ella. Después de todo, era más que valido haber sido un peón, la había subestimado, como a él lo habían subestimado en otro momento de su vida. —¿Cómo te llamas? —preguntó finalmente a la mujer, que al escuchar la pregunta le brillaron los ojos. —Podes llamarme Marian. ¿Me dirás tu nombre o te llamo Fenriz? —Fenriz está bien Marian. —respondió Balder.
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