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Hernan Montenegro

Escritura y literatura
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La Cacería (Parte III)

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—August se cree más importante de lo que es realmente —dijo Guro, aumentando aún más la musculatura de su cuerpo, había superado por mucho su altura anterior y el color pálido que tomaba su piel, lo hacía similar a lo que hubiese sido la escultura de un cíclope. Con una velocidad imposible para alguien de su tamaño golpeó a Balder, tomándolo por sorpresa y tirándolo contra las butacas. Por primera vez en mucho tiempo, experimentó lo que era el dolor, sintió los huesos completamente rotos y escupió sangre. —¿Eso es todo? —preguntó Guro—. Me hablaron tanto de ti que esperé más. El anillo de Balder brilló y la sombra de un lobo se posó sobre su cuerpo. Se levantó y sus ojos brillaban de un color rojo. Guro que se acercó a él con un aire de victoria cambió su semblante al verlo. —Eres una criatura bastante interesante —dijo Balder, poseído por el espíritu del lobo— Pero sigues siendo joven e inexperto. —No molestes, falso lobo —dijo Guro—. No me interesa medirme con un supuesto dios acabado y olvidado. Mi meta es enfrentarme a ella. —¿No te interesa medirte eh? —preguntó con una sonrisa amenazante, que hizo a Guro apretar los puños—. Huelo tu miedo, y además me doy cuenta de algo importante. —¿Qué? —Que no estás prestando atención —dijo Balder, que había retomado el control de su cuerpo y le mostró a Guro el brillo de su anillo. Mientras su oponente estaba enfocado en las acciones de la entidad, Balder entre las sombras había cubierto las cadenas con un velo de sombras, que lentamente acercó a la criatura y ahora se levantaron aferrándose a sus brazos y piernas. —No me hagas reír —dijo Guro y flexionó las piernas, dando un salto tan fuerte que el suelo debajo de sus pies se quebró—. Estas cadenas son un juguete para mí, no me subestimes. Tiró con confianza de las cadenas pensando que esto movería a Balder, pero las cadenas siguieron creciendo, como si no tuvieran ningún límite, así que decidió cambiar de estrategia y con un ligero movimiento de brazos se empujó en dirección a Balder para caer en picada sobre él. Los ojos de Balder volvieron a cambiar de color y el brazo de Balder se transformó en el hocico de un lobo gigante que golpeó a Guro lanzandolo contra el escenario, rompiendo la estructura a la mitad, ante la atenta mirada del intruso. Guro salió de la estructura corriendo con vehemencia y Balder giró nuevamente la mano, aumentando el peso de las cadenas, provocando que inclusive el hombre con todo su poder no fuera capaz de dar un solo paso. Decidió cambiar de estrategía y aumentar más sus músculos buscando romper así la cadena, pero el esfuerzo fue en vano. —Guro, detente —dijo el intruso, mirando a Balder con desprecio—. Es un buen artilugio lo que estás usando. —Si —dijo Balder sin sacarle los ojos de encima, sabía que ese hombre era peligroso y tenía que estar atento, no le importaba tener que revelar su identidad delante de August, sí era atacado tendría que depender de La Serpiente para defenderse. —No pareces ser un heredero de los Nueve Nibelungo. Balder guardó silencio, no conocía a ese hombre de ningún sitio, ni desde su infancia recordaba a alguien con esos rasgos. Pero si era el empleador de Guro, sabía quién era él. ¿Que juego estaba jugando? —Tienes algo que me pertenece. —Lo dudo. —Toda esta perorata me aburre —dijo August, aún en la butaca, sonriendo como si se tratara todo parte del show. —¿Qué dijiste? —preguntó el intruso indignado —Me escuchaste bien. ¿Dónde están las reliquias? —Las reliquias ya no están estúpido, las sacamos de este lugar, ahora nos pertenecen . —Ah bien —dijo August, prendiendo un cigarrillo—. Entonces los que organizaron todo esto, están muertos, asumo. —Bastante inteligente, como siempre Abraxas. —Y, es parte del negocio —respondió August Abraxas, a juzgar por el tono de voz estaba un poco aburrido de cómo estaban resultando las cosas. —Tu negocio se termina ahora —dijo el hombre y de sus dedos la energía oscura se desplazó a una velocidad que tomó a Balder por sorpresa, no podía hacer nada para proteger a su cliente de esa maldición. —Nada —dijo August Abraxas con una voz que no era la habitual y antes de tocarlo, la maldición desapareció—. Tu poder es nada, comparado a mi sangre. —Tu sangre, tiene un límite —dijo el hombre y volvió a lanzar una rafaga de energía, solo que esta vez fue la cadena de Balder en forma de colmillo que se interpuso. —Balder —dijo August con una sonrisa —no era necesario. —Fallé en el primer intento de protegerlo. —No te ordené que lo hagas, te ordené que mantengas a esa bola de músculos quieta y eso hiciste— dijo y tiró el cigarrillo al suelo—. En cuanto a tí, no sé qué fijación extraña tienes con mi empleado, y mucho menos entiendo que es lo que ganan poniéndose a todos nosotros en su contra, pero si ese es el camino que eligen, van a pagar las consecuencias. —¿Consecuencias? ¿No escuchaste lo que sucedió ahí afuera? Los matamos a todos, y ese también será tu destino August, todos ustedes, usurpadores, que viven una vida que no les pertenece, tienen sus días contados. —Escuché lo que sucedió ahí afuera —dijo August, mirando el celular—. Por eso estoy completamente convencido de que elegiste el bando perdedor muchacho. —¿Cómo te atreves? —preguntó el intruso y Balder sintió la energía que comenzó a expandir desde lo profundo de su ser, una energía similar a la que él poseía. Las puertas del anfiteatro se abrierony dos figuras entraron al salón. Afuera los gritos habían cesado. Balder contempló a los hombres que ingresaron. Había oído hablar de ellos, el más alto de pelo rubio y contextura atlética, acompañado por un viejo que caminaba con tranquilidad apoyado en un bastón. Mientras el más alto tenía los ojos verdes, similar a los de un lince, el viejo tenía los ojos en blanco, completamente ciego. Ellos, al igual que Balder eran mercenarios, aunque el término mercenarios era poco para lo que ellos habían alcanzado en el mundo secreto. Hasta que los observó entrando por la puerta había pensado que eran una especie de mito, alguna historia urbana que se había contado tantas veces hasta caer en la exageración, pero al juzgar por los pasos que daban, que no emitían sonido alguno, eran reales. —August —dijo el anciano—. Tal y como lo pediste, una vez que tus hombres fueron asesinados, nos pusimos a limpiar el lugar. Ya todo está en orden. —Perfecto. —Aunque si quieres invertir un poco más, podemos terminar de limpiar lo que está sucediendo en este lugar. —No, tranquilo. El muchacho ya se está por ir a disfrutar las reliquias que tanto esfuerzo le costó robar. Dudo que quiera probar suerte contra ustedes. Por un instante Balder pensó que el hombre haría algo ante tal amenaza, volvería a atacar, sin importarle que estuviera solo contra ellos tres, pero su única acción fue lanzar nuevamente la maldición, a Guro. El hombre gritó de dolor mientras su enorme cuerpo empezaba a quebrarse poco a poco, imposible de impedir la maldición que estaba actuando sobre él, pero dado su resistencia, la agonía fue lenta y dolorosa. Espero que los mercenarios hicieran algo o August Abraxas pero solo contemplaron como quien había sido un agente doble, gritaba de dolor en su hora final. —Supongo que irse así, debe ser una frustración enorme, ¿No lo crees August? —dijo el anciano. —Si, supongo que sí. Se esforzó mucho en este plan para matarnos a todos, y sin embargo, los siete seguimos vivos. —Pero te sirvió para hacer limpieza. —Si, algo es algo —dijo August, mirando lo que quedaba del cuerpo de Guro. Me hubiera gustado contar con Guro en mis fuerzas, no te culpo Balder hiciste bien tu trabajo. La energía que tiene ese anillo es muy interesante. —Gracias —dijo Balder. No podía creer aún que había sido tan ingenuo en no pensar por un instante que una figura como su empleador podía ser capaz de haberse anticipado a todo lo que sucedió. No por algo eran el apellido más longevo, a pesar de nunca ostentar el primer lugar entre las familias, siempre estuvieron dentro de los cinco más poderosos, y ahora Balder sospechaba que eran ellos mismos quienes no querían escalar en rango. Siempre eran las familias que ostentaban los primeros tres lugares aquellos en caer. —¿Les transfiero el resto a la misma cuenta caballeros? —Claro que sí —respondió el anciano con una sonrisa—. Tu pelea fue muy interesante muchacho. La entidad del anillo tiene una conexión fuerte. —Gracias —dijo Balder, un poco incómodo al observar que la postura de ambos hombres era indescifrable. —No te subestimé en ningún momento Balder, sabía que estarías bien. —¿Sabía también del ataque? —Claro que sí —respondió August dando una pitada a su cigarrillo—. La clave de todo imperio es la información. Esto es exactamente lo mismo. Sabía que se haría este ataque, sabía que morirían muchos, salvo aquellos que no vinieran. —Y los que no vinieron, es porque usted les avisó, ¿Verdad? —Claro que sí. —Entiendo. —Cómo te dije en el camino, hace mucho tiempo que no éramos tantas familias en una subasta. —¿Entonces X y los demás? ¿Sabían que esto iba a pasar? —Claro que no —respondió August—. De igual manera si ellos hubieran tenido tu fortaleza estoy seguro que hubieran sobrevivido. Esto no es el mundo normal muchacho, sabes bien lo que sucede cuando jugas con fuerzas que son superiores Balder asintió, Si bien apenas los había conocido, estaba seguro que habían pasado por mucho para probarse ante August Abraxas y para otros también. Toda su vida esforzándose al máximo para poder cumplir con las expectativas de gente como él, que poco y nada les importaban sus vidas. Tuvo que contener su enorme deseo de contestarle, de liberar la serpiente que vivía dentro suyo. Tenía que contenerse, porque August Abraxas, parecía ser la persona indicada, para poder golpear a sus enemigos y saber cómo liberarse de su maldición.
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