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La Sangre de Abraxas (Parte I)
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—¿Fuiste alguna vez al mercado negro? —preguntó Marian mientras caminaban en dirección a su hogar.
—No, nunca.
—Es divertido. Todas las familias pagando por cosas que podían sencillamente tomar, únicamente para demostrar que sus logros no son solamente en el mundo esotérico, sino en el mundo mundano.
—Para mí será un trabajo, solo eso.
—Sí, ¿sabés en qué te estás metiendo no?
—Creo tener una idea.
—Mi padre es un hombre buscado. Lo odian, sus agentes de seguridad no suelen durar más de un año, en algunos casos porque mueren, en otros casos mi padre los despide porque necesita tener el elemento sorpresa de su lado.
—Parece una vida agotadora la de tu padre.
—La de mi padre, mi madre, mi hermano, mi hermana. Todos se toman el asunto familiar muy en serio.
—¿Vos no?
—Claro que no querido. ¿De qué sirve tener más dinero y poder que un político y no disfrutarlo? Estoy volviendo únicamente porque hay algo que deseo del mercado negro y para poder conseguirlo tengo que ir. Por eso tengo que ir y pedirle perdón a papá y mamá y portarme bien.
—Entiendo.
—Podría hablar con él para contratarte a vos. Así puedo seguir hablando y me das tus respuestas monocordes que me parecen encantadoras.
—Perdón —dijo Balder— no soy muy bueno en comunicarse con los demás.
—Lobo solitario eh —dijo Marian con una sonrisa divertida—. Te estás metiendo a ser seguridad en un año complicado.
—Pensé que siempre era complicado.
—Sí, pero este año es más complicado, hubo un par de casos, bueno, nada que merezca la pena contar. Ya lo hará mi padre, supongo.
—¿Qué casos?
—Asesinatos de figuras importantes, ¿no sabías? Hay una especie de brigada, así le dicen, la brigada de los fantasmas. Aparecen mediante una amenaza por carta a un miembro de una familia y por más que estos tomen medidas logran matarlos a ellos y a quienes los rodean. Empezó con la familia de Frederick y continúa hasta el día de hoy.
—No había escuchado nada al respecto.
—Bueno, no es algo que se comenta a todo el mundo. ¿Te imaginas a los más poderosos gritando que tienen miedo a los cuatro vientos? Yo tampoco. En parte por eso el mercado negro tiene que llevarse a cabo, todos buscan nuevas reliquias que los hagan sentir más protegidos.
La información de Marian fue oro para Balder. Finalmente, sintió que estaba haciendo un avance importante.
Cuando llegaron a los terrenos de la mansión, Marian se disculpó y se fue en otra dirección. La compañía de la mujer le había resultado agradable a Balder que la observó caminar hasta desaparecer en la distancia y la oscuridad.
Le sorprendía que la iniciación se hiciera en su verdadero hogar. Usualmente, la selección se hacía en otro tipo de residencia, debían tener mucha confianza en su personal y en su poder, no tener que esconder lo inhumano siempre era señal de un poder superior al resto.
Al llegar a la reja principal, estas se abrieron y dos encargados de seguridad salieron a su encuentro.
—Buenas noches, número 13 —dijo el hombre dándole una insignia con ese número—Es el último invitado que esperábamos.
Balder asintió, se colocó la insignia y aguardó instrucciones por parte del personal de seguridad.
—Siga el camino principal, por más que escuche ruidos, o vea algo interesante, le pedimos que no se desvíe del camino. No podemos garantizar su seguridad si se desvía del camino.
Balder asintió, intentando contener una risa ante tal intento de generar suspenso y empezó a transitar el camino de piedra tallada hasta la puerta principal.
Cómo le habían dicho, en el largo trayecto escuchó gritos y pedidos de ayuda, también observó sombras misteriosas que se movían a los costados, en ocasiones muy cerca de él, y hasta sintió diversos olores, desde perfumes dulces y embriagadores, hasta el aroma nauseabundo de un cuerpo en descomposición.
Estaban jugando con él, lo estaban probando, por un instante pensó en anular todos esos sentidos, para no girar la cabeza por reflejo a cada instante, pero decidió no hacerlo. Era mejor que lo subestimaran.
Al llegar a la puerta principal un hombre lo esperaba, tenía una carta en la mano.
—Buenas noches, número 13 —saludó el hombre—Dígame qué número es mi carta y lo dejaré pasar.
El típico test para detectar fraudes pensó Balder, sin saber si le estaban tomando el pelo, ya que un fraude jamás hubiera llegado tan lejos.
—Soy malo para los números del tarot —dijo molesto —pero estás sosteniendo la carta de Los Amantes. ¿Es suficiente?
—Más que suficiente —dijo el hombre y se volteó para darle la bienvenida—. Puede abrir la puerta
—No abras la puerta —gritó alguien a espaldas de Balder.
Ambos se voltearon y contemplaron al mismo hombre, un poco magullado, con el rostro alterado.
—¿Esto es otra prueba? —preguntó al hombre que estaba a su lado—. Porque de ser así, me empiezo a sentir insultado.
—No sé a qué se refiere, señor.
—No le haga caso —dijo el hombre acercándose y sacando del bolsillo un cetro—. Te pensaste que te saldrías con la tuya, te pensaste que no estábamos entrenados para…
Antes de finalizar sus palabras, la carta del tarot se enterró con fuerza en su cráneo, sin sangre, sin un grito de dolor, el cuerpo cayó al suelo y luego desapareció en una nube negra.
El hombre que estaba a su lado contempló sorprendido como le habían arrebatado la carta y cómo había logrado semejante lanzamiento.
—¿Cómo te diste cuenta?
—Simple y sencillo, jamás creí esa tontería de que dos guardias de seguridad fueran capaces de garantizar mi seguridad. Era todo una prueba, y a diferencia de él, tus movimientos tenían ruido —respondió Balder—. Pero por si vos también fueras parte de la prueba utilicé tu carta que era lo único que tenía un poco de energía con la que podrías lastimarme y eso me permitió disponer de mi arma para matarte en caso de ser necesario.
Las palabras agradaron al hombre, que a pesar de sentirse amenazado, comprendió que había encontrado a un empleado más que útil para su jefe.
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