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Hernan Montenegro

Escritura y literatura
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Viaje de Medianoche (Parte II)

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Balder odiaba llamar lo que él hacía como magia. Creía que era un término que se había utilizado mal desde el comienzo. Lo que él hacía era algo relacionado al conocimiento, por eso estaba más cómodo con el término "Ocultista". Lo que él hacía en un inicio era aprender sobre el conocimiento que estaba oculto para los demás, porque tenía un don para esa disciplina. Esto fue cuando era un niño, antes de contemplar La Oscuridad y luego ser marcado por la misma, que se quedó con su brazo, a cambio de otorgarle un poder con el que sus captores habían soñado y ambicionado. Invocar un espíritu, para hacer cumplir una voluntad, era para él exactamente lo mismo que lo que hacía un inventor. Él sabía qué palabras pronunciar para ejecutar un programa, que símbolos utilizar para poder activar un dispositivo. Para él, era una ciencia, y de esa manera se lo habían enseñado. "Hay disciplinas menores, que creen se entrega una energía a una pequeña deidad o la naturaleza. Nosotros sabemos que es nuestra voluntad la que genera los cambios, es nuestra voluntad lo que doblega las almas perdidas y las transforma. Solo hay algo superior al espíritu y eso es la Oscuridad". Esas palabras le habían enseñado. Hay gente que puede hacer uso de su alma, hay gente que está bloqueada y por más esfuerzo e instrucción solo lograran lo mínimo. Como si fuera una broma cruel del destino, la gente con más poder eran inútiles en el terreno espiritual, pero podían hacer uso de reliquias. Las reliquias eran objetos de antaño, creadas en una época donde la humanidad apostaba más por el valor del espíritu antes que los logros de la mente, aunque para Balder esto era lo mismo. Esos objetos tenían una instrucción y una carga de energía tan grande como para poder cumplirlo. En las reliquias de menor nivel, usualmente eran órdenes más sencillas. "Dame belleza" "Dame buena salud" "Dame buenas finanzas" En las reliquias de mayor nivel, las órdenes eran un poco más complejas "Castiga a quienes me lastiman, y no dejes de perseguirlos" "Trae protección a mí ahogar y dame la visión para saber quién es un lobo disfrazado de oveja" Y en las más poderosas, directamente funcionaban como contenedoras de espíritus, obligando a estos capturados a utilizar su poder que podía ser infinito a cumplir la voluntad del dueño "Destruye" "Espía" "Enferma". Tal vez, estas podían servir para curar el mundo de enfermedades o de pobreza, pero él lo ignoraba. Jamás había tenido una, y jamás se habían utilizado para eso. Por eso buscaban desesperados por Ocultistas, o directamente mercenarios sin escrúpulos, que sean capaces de conseguirles las herramientas antiguas para que ellos pudieran tener algo de poder, mientras buscaban ser los primeros en conquistar lo que hasta ahora era una quimera. La Oscuridad. Las armas y escudos, que utilizaban para matarse entre ellos en la lucha por la supremacía, eran menos esbozos del verdadero poder que podía tener aquel que ingresara en La Oscuridad y fuera capaz de salir con su marca. Hasta ahora se conocían pocas excursiones hacia ella, y no habían podido sacar nada de ese lugar. El único que había transitado por esos senderos, y había derramado sangre propia y ajena, era Balder. Un secreto que se llevaría a la tumba, porque fue eso lo que lo salvó la noche del ritual y él lo sabía. También sabía, que si él moría se convertiría en la puerta y que lo que había hecho en su única excursión a esos páramos desolados había despertado algo que no debería estar despierto. A pesar de lo que muchos creían, uno ya no podía ingresar a la oscuridad con temor a perderse para siempre o volver con las manos vacías, ahora en la oscuridad había algo despierto, merodeando y buscando alimentarse, preferiblemente de espíritus. La Oscuridad le otorgó un regalo. Tenía sentidos más desarrollados que el resto de las personas para detectar cuando alguien estaba utilizando los conocimientos ocultos para torcer algo a su favor, cuando buscaban energías para hacer algo en contra o favor. Lo olfateaba como un animal. Y a las pocas horas que el tren empezó su movimiento, empezó a detectar cerca de él un olor a putrefacción que venía del pasillo, aunque también detectó un aroma dulce por parte de la mujer que estaba absorta en sus pensamientos. Se preguntó si la mujer detectaba lo que estaba sucediendo, y luego se dijo así mismo que de ser así, dudaba que ella pudiera hacer algo al respecto. La miró esperando algún tipo de reacción de su parte, pero después de la respuesta que le brindó, la mujer estaba determinada en ignorarlo. Se lo había buscado. Cubrió la mano derecha con la palma izquierda y tocó el anillo de Fenriz que tenía en su dedo. Los anillos, a diferencia de las reliquias que se creaban para reyes antiguos, se habían hecho únicamente para los verdaderos iluminados y habían sido destruidos casi en su totalidad, salvo unos pocos. Para Balder, toparse con semejante herramienta, era un poco de buena fortuna, ya que él era capaz de usarlo de una manera que jamás se había usado. Los espíritus que se habían unificado para la creación del anillo y él se habían entendido desde el primer momento que lo colocó en su dedo y tanto objeto como portador podían sacar lo mejor de su unión. Susurró las palabras, y ahora del anillo se extendía una cadena que cubría la mano y dejaba caer un péndulo negro de color ónix, con forma de colmillo. Las cadenas que habían atrapado a Fenriz, que ya eran uno con la bestia, ahora se mostraban de nuevo en el mundo. Cuando lo activó, creyó que la mujer lo miró de reojo y esbozó una sonrisa, pero cuando la observó, su rostro seguía firme en la ventana. Completamente ajena a la situación. Abrió la puerta y sin que él lo quisiera, la cadena se extendió, golpeando con el colmillo lo que parecía ser una pequeña ráfaga de energía que iba enfocada a su cara. En el pasillo, cinco figuras vestidas de túnica que utilizaban mascaras color bordó se quedaron expectantes a su reacción.
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