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Hernan Montenegro

Escritura y literatura
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La Sangre de Abraxas (Parte III)

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De los aspirantes quedaron únicamente tres, además de Balder. Los dos que se habían enfrentado a la bestia, y una mujer que había subido por las escaleras, pero que a diferencia del resto siempre mantuvo la calma. El resto se sintió superado ante semejante espectáculo y decidieron marcharse. Caminaron hasta lo que parecía ser una pequeña sala de estar que tenía 4 sillones largos y un sillón principal. En un rincón se había montado una mesa que parecía ser un pequeño buffet, se había preparado un mini banquete, demasiado para los que terminaron quedando en ese lugar. En el centro del lugar, Balder se cruzó con dos ojos oscuros que lo miraban con desconfianza. —Bienvenidos —dijo el hombre vestido con una remera manga larga negra y unos pantalones de gabardina gris, quien resultó ser el que les habló por los parlantes—. Pueden llamarme X y seré a partir de ahora su jefe. —Pensé que íbamos a tratar directamente con el amo de la familia —dijo la mujer que tenía el número 11—. Eso es lo que decía el trabajo. —Su seguridad depende íntegramente de mis decisiones. Sé igual el anhelo de gente con sus talentos y ambiciones por conocer al jefe de la casa Abraxas, y calma. En cuestión de instantes lo conocerán, pero es bueno que entiendan que soy yo el que da las órdenes. Tomen asiento y esperen, pueden tomar lo que deseen —dijo X y se acercó a la mesa para servirse café. Balder sintió que el ambiente se ponía tenso. Los tres no tenían ningún interés de tratar con aquel que se hacía llamar X, pero no sentía que el hombre tenía deseos de hacerlos sentir subordinados, tampoco parecía tener deseo alguno de dar órdenes, parecía alguien que tomaba todo este asunto como si se tratara de otro día más en la oficina, con el ligero gesto de aburrimiento y hastío que resultaba ser una tarea aburrida. Por lo tanto, decidió hacerle caso al hombre y servirse un café, comer algo dulce de la mesa y sentarse. Su gesto pareció servir para calmar el ambiente, ya que los otros tres hicieron lo mismo y luego se sentaron para conversar entre ellos, mientras X que se sentó, se dedicó a mirar a Balder. Al cabo de unos minutos las puertas se abrieron y Marian entró acompañada de un hombre alto, vestido de un traje impecable de color negro que ostentaba un aura de poder, sin ningún tipo de escrúpulos. Poder puro que nacía desde el pecho del hombre. Un ligero escalofrío lo recorrió, desde que se había liberado que no conocía a alguien que llevara una marca de poder. Pensó que eso había quedado en el pasado, que no había reliquia o ningún ser vivo capaz de generar semejante proeza. Intentó disimular, y se centró en Marian que le dedicaba una sonrisa cómplice. —Buenas noches, caballeros y dama —dijo el hombre, dejando el brazo de Marian y sentándose, con las piernas cruzadas en el sillón individual—. August Abraxas es mi nombre. Los tres que habían ido por el trabajo, parecieron olvidar la postura que habían tomado hace unos minutos y parecían hipnotizados ante la figura que estaba sentada frente a ellos. Era entendible, era poco probable que se hubieran cruzado con alguien así antes en su vida. La gente como August Abraxas podía contarse con una sola mano. Sin desearlo, el momento que había esperado llegó mucho antes de lo planeado. Eran pocas las historias sobre la familia Abraxas, enemigos directos de quienes habían sido sus captores, por lo tanto, despreciados en cada uno de los relatos, así que esperaba encontrarse con una familia que únicamente tenía reliquias antiguas y poderosas. Sin embargo, se había encontrado con algo mucho más interesante. —Así que tengo entendido que usted, Fenriz —dijo el hombre mirando a Balder—. Fue quien descubrió el truco de la quimera. Sorprendente. —Muchas gracias —dijo en un tono monocorde. —¿Qué hubiera hecho si la Quimera lo atacaba? —preguntó el hombre con una sonrisa—. Me refiero si mi empleado hubiera decidido no rendirse. —No lo sé, intentaría esquivarla, lo único que puedo asegurar es que lo hubiera matado a quien la controlaba si no me obedecía. —Y la bestia hubiera quedado en libertad. —Sí. —Un riesgo enorme, al menos que se trate de un hombre que fuera capaz de vencer a la bestia. —Hubiera tomado el riesgo confiando que alguien en este lugar luego sería capaz de contenerla. Es decir, dudaba mucho que ese sujeto fuera quien la creó y encerró en el círculo. Marian dejó escapar una sonrisa que hizo cambiar un poco el semblante de su padre. Sabía que el hombre buscaba testear su poder, seguramente había leído los informes y quería asegurarse que estaba contratando algo extraordinario, pero no le daría tal satisfacción. La gente como August sabía cómo exprimir hasta la última gota de poder ajena, por lo que no iba a mostrarle su verdadero poder, no hasta que el momento lo ameritara. —Nosotros hubiéramos sido capaces de destruirla señor Abraxas —dijo uno de los hombres con una sonrisa. —Ah sí —respondió August con un tono amable — Castel y Pelian, ¿Verdad? Los hombres asintieron, con orgullo. Balder había escuchado hablar de ellos, eran una pareja de mercenarios de buen rango. Hace más de una década que trabajan juntos, eso daba a entender el motivo por el cual hablaban con tanta confianza. —Y tu señorita —dijo August —Eres la encantadora Vell. Y por encantadora quiero decir que tienes un don especial en las maldiciones que te aseguran el control de cualquier ser humano. —Sí, señor —dijo Vell con una ligera reverencia—. Por eso la prueba que nos otorgaron me dejó un poco desprovista de mis habilidades. —Estoy seguro de que a diferencia de los muchachos, decidiste no mostrar tus mejores armas hasta el final —dijo August y Balder sintió como esas palabras eran para él—. Una sabía decisión en el rubro. —Padre, me estoy aburriendo bastante con tanta introducción —protestó Marian. August Abraxas miró a su hija con cariño y luego se volvió al grupo: —En una semana se va a celebrar una reunión muy importante. Llegaron rumores de que un grupo que está empezando a ganar más y más fama intentan generar un golpe en el lugar, una oportunidad para que puedan quedarse con la cabeza de alguno de los integrantes de las grandes familias. El plan es poder asistir y volver con mi cabeza intacta. Por eso, además de guardia personal, para asegurarme decidí controlar gente que pueda hacer trabajo de área. Si creen poder con el trabajo, están contratados. Cualquier consulta, queja, por favor, decirle a X. Dichas estas palabras, el hombre se giró hacia donde estaba su hija, la tomó del brazo y se alejaron de la habitación.
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