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Las Ruinas Circulares (Parte II)
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El lugar dónde había estado la gran casa de Frederick seguía en el mismo estado que cuando Balder fue a investigar. Nada había cambiado en lo más mínimo.
La maldición que habían arrojado contra el lugar aún mantenía el poder suficiente para mantener a las personas normales lejos, y también había afectado a la vegetación. Nada había vuelto a crecer en la tierra dónde estaban los escombros.
Después del viaje en avión, y dejar sus pertencias en una cabaña que Nina había alquilado, fueron a buscar un auto para llegar ahí.
El auto ahora se encontraba a kilómetros, solo a pie podían transitar el laberinto de árboles. A pesar del sol radiante que los acompañó durante todo el viaje en la ruta, dentro del bosque dominaban unas nubes grises.
—No puedo creer que esto siga así —dijo Nina con lágrimas en los ojos.
—Este tipo de lugares suelen mantenerse iguales a cuando fueron destruidos —explicó Balder. Hay energías muy poderosas que tuvieron su voluntad sobre la casa. Contra ese tipo de destrucción, es muy poco probable que no queden marcas. Al menos que el lugar sea saneado.
—Pensé que habías venido poco después de la muerte de Frederick, ¿No podías hacer algo al respecto?
—Jamás creí que se trataba más que las consecuencias de una batalla, jamás creí en ese momento que me enfrentaría a alguien que quisiera dejar semejante testimonio para aquellos que lo encontraran —dijo Balder, pero aún así, la situación le parecía extraña—. Hay algo acá que está mal.
—¿Por qué decís eso?
—Creí honestamente que habría alguien en el bosque esperando por un invitado no deseado. Estuve alerta desde que llegamos al pueblo y reforcé mis sentidos cuando estábamos caminando por el bosque y sin embargo no encontré ningún tipo de indicio de que fuera así. Cuando llegamos al bosque esperaba encontrar algún ritual o algo, y sin embargo, nada.
—Eso es bueno. Significa que tal vez fuimos demasiado cautelosos.
Nina comenzó a caminar hacía el lugar, por un momento Balder pensó en detenerla, pero tal vez ella tenía razón, no había nada en ese lugar que le diera un indicio de que estaban caminando a una trampa, así que la siguió dándole su espacio.
Caminaron por dónde había estado la puerta principal y Nina llegó a lo que parecía ser los escombros de lo que había sido una habitación. Aún había fragmentos de cuadros rotos, y papeles de libros que fueron quemados, fue ahí dónde la mujer se arrodilló y comenzó a llorar.
Balder pensó en consolarla, pero luego se dijo que era el menos indicado para eso, después de todo él jamás había tenido un lugar en ruinas para llorar, él jamás había tenido nada. Así que la esperó pacientemente, contemplando el cielo gris que estaba por encima de ellos.
—Ven Balder —llamó Nina, al cabo de unos minutos.
Balder se acercó y se arrodilló a su lado.
—Perdón, no quería molestarte.
—No molestás en absoluto —dijo Nina con una sonrisa poniendo la mano en su hombro—. El te apreciaba mucho, podés hacer tu duelo también.
Por un instante Balder pensó en explicarle que para él esto era distinto, que se sentía responsable por la muerte de la familia de Nina, que Frederick jamás entendió definitivamente a lo que se estaba arriesgando y que ella tenía todo el derecho de enojarse con él, en lugar de pedirle de compartir las penas, pero en el instante que Nina tocó su hombro, sintió una energía recorrer el lugar, una energía que Nina también sintió porque se giró alerta.
Balder levantó la mano, con la cadena lista para cualquier ataque, pero la energía que se movió por el lugar se filtró por la tierra.
—¿Qué fue eso? —preguntó Nina sorprendida.
—No lo sé —respondió Balder, dejando caer la cadena casi hasta la altura del suelo—. Esa energía no estaba en este lugar hasta este instante.
—Tal vez no nos preocupamos lo suficiente —dijo Nina y sacó un pequeño cetro de su abrigo— ¿Qué hacés?
—La cadena funciona como un rastreador —explicó y comenzó a seguir el camino que le marcaba—. Sea lo que sea no es ofensivo porque habría respondido de otra forma, pero es un rastro de energía. Alguien quiere llamar nuestra atención.
Caminaron con cautela hasta las ruinas y ahí Nina levantó el cetro y señaló las mismas, que empezaron a levitar, descubriendo lo que parecía ser una pequeña caja de color madera, con distintos simbolos tallados.
—Eso es de Frederick —dijo Nina, que sorprendida al ver la caja, perdió un poco de concentración y las ruinas cayeron al suelo—. ¿Cómo puede ser esto posible Balder?
Eso mismo se preguntaba él, que había ido al lugar en búsqueda de pistas y sin embargo jamás había encontrado nada, ¿pero quién era capaz de saber eso de Frederick? Nadie. Ese objeto había permanecido oculto ahí, desde hace tanto tiempo y solamente se había descubierto ahora que ellos estaban ahí.
—¿Para qué usaba esto Frederick? —preguntó Balder.
—No lo sé —respondió Nina—Él tenía sus misterios, pero vi como él mismo construía esa caja y cuando le pregunté me dijo que era una especie de seguro.
—¿Una especie de seguro?
—Sí.
Balder caminó hasta la caja y la agarró.
—Cuidado Balder, podría ser una trampa.
Balder contempló la caja, intentó encontrar la manera de abrirla, pero fue imposible. ¿Debería romperla? No algo le decía que no sería buena idea. Miro a Nina que contemplaba el objeto con lágrimas en los ojos.
—¿Querés intentar abrirla? —preguntó Balder—. La toqué y no sucedió nada, no debe ser nada malo, más allá de lo extraño de la circunstancia.
Nina asintió y extendió su mano a la pequeña caja, en el instante que sus dedos la tocaron, la tapa se abrió bruscamente, cayendo al suelo y de adentró una luz color dorada cegó a los dos por un instante.
Cuando abrieron los ojos, la figura etérea de lo que parecía ser un hombre cobró forma, a juzgar por dónde terminaban sus pies, dentro de la caja, ambos entendieron que estaba atado a ella.
—Finalmente sucedió —dijo la voz, una voz que Balder había escuchado antes—. Le dije a Frederick que estaba loco, que si bien era lo más seguro era imposible que ustedes dos vinieran a este lugar juntos. Pero por lo visto, me equivoqué.
—¿Qué eres? —preguntó Nina horrorizada.
—¿No lo reconoces? —preguntó Balder, sorprendido—. Es la entidad que vivía con Frederick.
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