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Hernan Montenegro

Escritura y literatura
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Los Ojos del Dragón (Parte I)

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—Este lugar está marcado —dijo el chofer, mirando por la ventana—. Tenés que ser muy poderoso o muy temerario para haber pedido venir solo. —Mitad y mitad —dijo Balder con una sonrisa. —¿Estás seguro que este es el lugar? Tal vez te mintieron. —Dudo que quien me otorgó esta información estuviera en condiciones de mentir —dijo Balder y miró hacía la casa. —¿No podés hablar con el señor Abraxas? Tal vez te da otro objeto. —Este le interesa mucho y quiero quedar bien con el nuevo jefe. —Dudo mucho que quedes bien si perdés la vida. Pero es tu funeral. —Hombre de poca fé —dijo Balder con una sonrisa y abrió la puerta del auto—. ¿Querés entrar conmigo? —Si, claro. Había pasado una semanas desde que le habían dicho que encontrara los ojos del dragón y luego de recorrer los círculos de informantes finalmente había dado con alguien que parecía tenerlos. Se decepcionó mucho al enterarse luego de una charla poco amistosa con esa persona que él únicamente tenía la información de dónde se encontraban pero que jamás se había animado a ir a buscarlos. Que al solo ver la casa dijo “no vale la pena”. Por un momento Balder pensó que el sujeto le estaba mintiendo pero le mostró sus anotaciones. Describió la casa, la fachada desde afuera y lo que se podía observar desde la vereda y comentaba la sensación de agotamiento que le provocaba. El hombre había intentado averiguar con los vecinos que vivían cerca de la casa y entendió que nadie de ese lugar parecía tener noción de que una estructura se encontraba ahí. Le llamaban el terreno abandonado y cada uno tenía una versión diferente de lo que se iba a construir ahí el día de mañana. Una noche, luego de dos jornadas de investigación, el hombre fue acosado por pesadillas que no se animó a anotar. “Vinieron a verme en sueños. No vale la pena”. Cuando Balder intentó sacarle información sobre lo que había soñado se largó a llorar y pidió por favor que no lo torture, que lo mate antes de obligarlo a hablar. Balder entendió por el horror en la voz y en su tono, que si los ojos del dragón no estaban ahí, había algo custodiando el lugar, por lo tanto, tal vez no volvería con las manos vacías. Y como el tiempo apremiaba, decidió ir. Se bajó del auto y contempló el largo pasto que cubría el suelo. La pequeña fachada de piedra sobresalía por lo poco del verde y mostraba el color de la vejez. El paso del tiempo había sido cruel con la casa. Las maderas que cubrían las ventanas, la puerta tapiada, sí ese lugar estaba marcado y hasta el más ignorante podía sentir que todas las entradas fueron tapiadas no solamente para evitar que los que no tienen una casa logren meterse, sino también para que nada pueda salir. El anillo que tenía, emitió una ligera vibración y sintió un pinchazo en el brazo izquierdo. Sí, el chofer que aguardaba desde el auto tenía razón, ese lugar estaba marcado y sea lo que sea que estaba ahí dentro tenía el mismo eco que el anillo y la oscuridad que se encontraba dentro de él. Sabía que en la oscuridad habitaban distintas entidades, y que estas habían logrado escapar en diversas ocasiones. Adrede o sin querer, le habían asignado este lugar como prueba para probar su valor como empleado. Balder se preguntó qué había estado ahí antes que la casa. Más allá de las fachadas, este lugar era siniestro. La marca no venía por algo que había ocurrido dentro de esas paredes, si bien las paredes parecían haber sido testigos de actos horribles. La marca se hizo antes, y seguramente infectó todo tipo de estructura que hubiera habitado ese suelo. Lo sintió cuando se adentró en el patio. Cuando llegó a la puerta, esta se abrió, invitándolo a entrar. Balder ingresó, y se encontró con un pequeño descanso que tenía unos abrigos colgados. La luz cálida envolvía el lugar. Se escuchaba el sonido de una televisión, y un olor a comida invadía el ambiente. La puerta se cerró detrás de él. La música comenzó a sonar desde lo que debía ser el primer piso. Caminó por el pasillo, y se metió en el comedor. Esperó encontrar algo más, tal vez algún juego de imágenes, cambiar el confort por el horror para intentar asustarlo, pero todo el lugar parecía esforzarse en lucir normal y acogedor. —Te quedaste en el tiempo con la música y la televisión —dijo Balder en voz alta—. No entiendo que estás intentando hacer, pero intentemos no perder el tiempo. No hubo respuesta. Balder sacó un pedazo de tiza de su bolsillo y comenzó a dibujar en el suelo. A pesar de que el suelo parecía inmaculado él sabía que solo se trataba de una ilusión y que debajo de eso, los símbolos estaban. Cuando terminó apoyó la mano izquierda en el suelo y la música se terminó. La fachada se terminó y la casa se mostraba como lo que era. Un lugar abandonado con el agregado de los huesos que estaban tirados en los rincones. Sea lo que sea que estaba ahí disfrutaba de alimentarse de los humanos. Ya sin la distracción Balder sintió la presencia que estaba en el lugar. El primer piso, de dónde venía la música. —Vengo a buscar los ojos del dragón —dijo Balder, acercándose a las escaleras—. Si los tenés y me los das, puedo dejarte acá sin molestarte. No tengo intención alguna de buscar pelea. Me enviaron por ellos, solo negocios. Sabía que esperar una respuesta de esa entidad era algo absurdo, pero tenía que intentarlo. Tal vez, al ver como había desechado tan rápido la ilusión que había generado para darle la bienvenida entendería que él no sería una presa fácil. Tal vez estaba cansado, y sentiría que no estaba con humor para una pelea innecesaria y que esa criatura jamás usaría los ojos del dragón como corresponde, por ende, sería una tontería arriesgarse a defenderlos. —Nosotros —dijo la voz en un siseo— defendemos la obra del maestro. —No creo que estos ojos sean de tu maestro. Así que podrías darmelos. La respuesta por parte de la entidad fue un tentáculo fantasmagórico que atacó a Balder a una velocidad que fue imposible para él esquivarlo. Fue gracias al anillo de Fenriz que entendió la intención y extendió la cadena golpeando el tentáculo para desviarlo que aún estaba de pie. Utilizando la voluntad, la cadena se movió y la punta de la cadena que tomó forma de colmillo, atacó el tentáculo cortándolo. La criatura emitió un chillido furioso y Balder entendió que no sería tan sencillo conseguir salir de ahí con vida.
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