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Hernan Montenegro

Escritura y literatura
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Un Triste Reencuentro (Parte I)

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Hace más de una década que el barrio "Santa María" había dejado de ser un lugar de la clase trabajadora para convertirse en otra de las villas de la gran ciudad. Un lugar que se había ganado la fama de ser peligroso. La lluvia golpeaba con fuerza. Miguel, Lucas y Joni se encontraban observando la calle, en la espera de alguien que hubiera tomado el desvío equivocado o fuera tan estúpido de ir a buscar droga en esa parte de la ciudad, alentados por los falsos rumores de que aún había traficantes por la zona. Solo necesitaban un auto que se estacionara y apagara el motor para ir a hacer una trabajo rápido. Lucas se quería ir hace un tiempo, pero los otros dos estaban ansiosos y no se iban a ir hasta tener los bolsillos llenos. —Ahí viene uno —dijo Joni, mirando a la figura encapuchada de negro que caminaba a una cuadra de donde ellos se encontraban. Lucas era el mayor con veintiún años de edad, mientras que su hermano menor Miguel y Joni tenían dieciocho años cada uno. Los tres habían abandonado la escuela, como era habitual en esa zona de la ciudad, y habían desarrollado una adicción bastante fuerte por la cocaína. Especialmente Miguel, que su hermano notaba como cada vez estaba más dependiente y, por lo tanto, descuidado y violento a la hora de hacer su trabajo. —No parece ser alguien del que se pueda sacar algo —dijo Lucas, más que nada porque la figura que caminaba parecía una sombra y le daba mala espina. —Algo debe tener —dijo Miguel a su hermano mayor—. ¿Por qué otro motivo andaría por acá? —Tiene pinta de conocer a La Bruja. Mejor no hacer nada al respecto —respondió Lucas, observando al hombre que avanzaba a paso firme en lo que parecía ser la oficina que tenía la mujer. La Bruja era el nombre que recibía la mujer que durante su juventud la madre de Miguel y Lucas conocía como Nina. Ella había vuelto al barrio hace un tiempo, después de años de no saber nada de ella. Muchos la creyeron muerta. Cuando apareció nuevamente para reclamar lo que era su casa, todos pensaron que se trataba de un fantasma. Lo que terminó de darle el apodo de La Bruja fue que aquellos que se habían quedado con su pequeña casa salieron horrorizados, a pesar de ser gente de temer y al poco tiempo ninguno de ellos volvió a ser visto. Poco después de que Nina se instalara, empezaron a aparecer caminantes como quien iba bajo la lluvia. Gente extraña que entraban a su casa y al poco tiempo salían para jamás volver. Según Joni Nina no debía ser una bruja, sino una prostituta, pensó más de una vez preguntarle por sus servicios, pero cada vez que se acercaba a ella perdía todo valor y se quedaba callado. Sacando los rumores, y las cuestiones extrañas, Nina siempre había sido amable con Lucas, dejándole algún que otro billete para que llevara comida a casa. Lo hacía con una sonrisa y de buena voluntad, jamás lo había hecho por miedo y hasta parecía tenerles un poco de lástima, actitud que Miguel detestaba pero que Lucas agradecía, y siempre que los veía les decía lo mismo "Hagan lo que quieran, pero no se acerquen a mis clientes". —Fue un mes complicado —dijo Miguel y apretó el mango del cuchillo—. Creo que lo correcto sería ir por eso. —No contés conmigo hermanito. —Andate a cagar pelotudo —dijo Miguel molesto y miró a Joni que estaba absorto en el celular—. Vamos Joni, hay que trabajar. —Joni miró primero a Lucas que prendió un cigarrillo y siguió con la mirada fija en la calle y luego a Miguel que ya había sacado el cuchillo. —Bueno vamos. Los dos salieron de la fábrica abandonada, encapuchados. Miguel corrió más rápido que Joni y levantó el cuchillo, no iba a esperar el preámbulo de la interrogación y la intimidación, podía apuñalarlo, sacarle las cosas y con la oscuridad y la lluvia nadie sospecharía de él, sería otro caso más de inseguridad. Cuando estuvo a punto de atacarlo con el cuchillo, tropezó y perdió el equilibro. Su potencial víctima giró de manera brusca y descargó un golpe en su mandíbula. Miguel se derrumbó en el suelo, se sentía mareado y abrió los ojos para contemplar lo que parecía ser una bota negra sobre su cara. La descarga fue rápida y feroz. Joni se paralizó al ver como la figura de negro, sin ningún tipo de piedad o duda, aplastó la cabeza de Miguel. El sonido de huesos rotos, la sangre que empezó a brotar, junto a los restos del muchacho, casi hacen que vomite. —¡Hijo de puta! —gritó Joni. La figura no contestó, se quedó inmóvil, con la atención puesta en el cuerpo inerte de Miguel. —Te voy a matar —dijo Joni y sacó el arma de su bolsillo. Antes de que pudiera apuntar contra la figura, una cadena negra que salió del brazo derecho del asesino de miguel le golpeó la mano, arrancándole un pedazo de carne, y la pistola con el golpe. Joni intentó gritar, antes de poder articular sonido alguno la cadena se enroscó sobre en su cuello y lo ahorcó con tanta fuerza que lo silenció al instante. Sangre empezó a brotar del cuello, en cuestión de segundos le cortaría la cabeza. —Si queres trabajar conmigo, deja a ese chico en paz —gritó desde la casa al final del camino La Bruja—. Ella había salido de su casa con un paraguas color negro y miraba muy sería la situación. La cadena, como si contara con voluntad, abandonó al muchacho y giró hasta regresar a la figura sombría. Joni cayó al suelo inconsciente. Lucas finalmente salió del trance que le había causado el horror de lo que había contemplado y se arrodilló junto a su amigo. Intentó no mirar lo que sabía era el cuerpo sin vida de su hermano y buscó al hombre vestido de negro que ahora caminaba en dirección a Nina. La mujer tenía los ojos puestos en él. Su rostro que expresaba lo que ella sentía y eso es que los únicos responsables de semejante sufrimiento eran ellos mismos, en especial él que tenía que haber detenido a su hermano. —Espera adentro, ahí voy —dijo Nina y caminó hacia Lucas. —Mi hermano —dijo y se largó a llorar, desconsolado. —Te dije que tenían que tener cuidado con los que venían a verme, que podían pasarlo mal. —Lo sé, les pedí que no hicieran nada. —Deberías haber hecho algo más muchacho, sabes que siempre fui amable con ustedes y lo que menos quiero es tener problemas en mi barrio. Por un momento Lucas pensó decirle que no habría estos problemas si no trajera a esos psicópatas al barrio pero supo que lo mejor era guardar silencio. —¿Qué voy a decirle a mis padres? —Ese es tu problema —dijo Nina y sacó un fajo de billetes que tiro al piso—. Seguramente sabrás que decirles. Lucas agarró rápido los billetes, para que no estuvieran muy mojados y los guardó en el bolsillo, mientras Nina le daba la espalda y volvía a su casa, en el umbral, con la puerta aún abierta, iluminado ahora por la luz contempló los ojos y el rostro pálido de quien era el asesino de su hermano. No encontró más que odio en esa mirada gélida que lo observaba con desprecio.
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