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Hernan Montenegro

Escritura y literatura
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Viaje De Medianoche (Parte III)

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El que lo había atacado tenía lo que parecía ser una vara hecha de hueso, con piedras incrustadas. Su compañero no dudó en proceder el ataque y él también lanzó un conjuro rápido que de haber alcanzado a Balder hubiera logrado abatirlo, pero la cadena nuevamente se volvió buscando el proyectil para bloquearlo. Balder pensó que una segunda prueba de la cadena serviría para hacerlos retroceder y desistir pero esos cinco estaban entrenados y no tenían pensado dejarse intimidar tan fácilmente. Uno de ellos sacó una daga y corrió hacía él. Balder olfateando la trampa movió la cadena hacía él, y pronunció las palabras para invocar una barrera de energía. Mientras la cadena golpeaba la máscara del hombre, obligándolo a trastabillar el escudo que Balder preparó utilizando un esfuerzo mental sobrehumano se expandió para cubrir los 4 destellos de energía que despidieron los demás de sus varas. El escudo reflector que había levantado le sirvió para ganar tiempo, ya que no se esperaban que él tuviera tanto poder para hacer algo más que desvanecer sus ataques. Aprovechó la confusión para ahorcar con la cadena al que estaba más cerca suyo y atraerlo a donde él estaba, apretando con los eslabones el cuello hasta dejarlo completamente inconsciente. Al tenerlo cerca lo levantó y colocó como escudo. No intentó negociar con ellos, sabía que para lo único que el hombre servía, en el estado de inconsciencia era como un escudo humano. Reconocía la postura de hombres acostumbrados a despachar muerte, y no iban a detenerse porque un compañero de armas estuviera en peligro. Lanzó la cadena al primero que logró reponerse La garra ingresó por debajo de la máscara desgarrando carne y provocando una ligera llovizna sangrienta que se derramó por el suelo. Al ver el cadáver de su compañero, dos de los miembros se retiraron por el pasillo, pero uno de ellos se lanzó al piso y dibujó símbolos en el suelo, tal vez procurando ganar algo de poder. Balder lanzó la cadena para golpearlo y derribarlo pero el hombre movió la vara y logró paralizar su ataque. Acto seguido levantó la mano derecha cubierta en sangre y la sangre que caía del cuerpo empezó a subir a su mano mientras pronunciaba una letanía. Maravillado por haberse encontrado con semejante experto Balder dudó un instante en utilizar su último recurso. Sabía que la cadena estaba completamente inutilizada mientras la vara de hueso tuviera la energía suficiente para paralizarla. Pero lo que se estaba generando de la sangre del cadáver y se formaba en la palma abierta, como una especie de pequeño sol brillante era algo que debía detener. ¿Podría hacerlo con su voluntad? ¿Debería dejar caer su fachada y entregarse al poder de la Oscuridad para tener una victoria segura? Había leído sobre la magia de la sangre, había practicado con la misma. Pero siempre la conclusión era la misma. No había mejor sangre que la propia para poder ejercer una voluntad. Con un pequeño esfuerzo levantó la daga del suelo y la atrajo a su mano, apretando el puño, cortando la piel con el filo. La sangre empezó a brotar por sus nudillos y su puño, formando símbolos, no iba a dejar que ninguna cota cayera al suelo. El enmascarado comprendió esto y lanzó la esfera de energía con un grito. Balder que aún no había terminado de hacer sellos, encomendó su voluntad y abrió su palma para recibir el impacto. Sintió que su cuerpo se estremecía, y un dolor de cabeza agónico. Pero sus sentidos estaban intactos y solo trastabilló un poco, aún estaba lúcido y lo más importante sintió que las fuerzas que paralizaban su cadena se habían desvanecido, su oponente podía ser un gran maestro en su técnica pero seguía siendo un ocultista, un umbral que Balder había traspasado hace mucho tiempo, y si bien aún no se acostumbraba a los enfrentamientos sin tener a la Oscuridad de su parte, seguía teniendo una ligera ventaja cuando se trataba de recibir o crear ataques rápidos de la nada misma, sin la necesidad de un objeto. Aprovechó esa ventaja y lanzó la cadena apuntando con la garra de Fenriz a la máscara decidido a romperla y contemplar el rostro de uno de sus oponentes. La garra destrozó la máscara y contempló un rostro sin nariz, boca, ojos y oreja. Había escuchado hablar de esos experimentos pero jamás pensó que se toparía cara a cara con uno de esos pobres desdichados. Personas que habían sido privadas de sus sentidos para poder fortalecer la mente en el plano esotérico. Despojado de su máscara, el hombre sacó su propia daga del bolsillo y empezó a acuchillarse una y otra vez el rostro deforme, el rostro sin cara hasta caer al suelo. —Pobres —dijo la mujer que había salido del compartimiento—. El sufrimiento les será eterno. —Uno de ellos está inconsciente y el otro está muerto. Dudo que sigan sufriendo. —Me refiero a los que escaparon —dijo la mujer y sacó de su bolsillo una vara de hueso, elegante, con forma de serpiente y en el medio lo que parecía ser la cabeza disecada y encogida de un infante con la que apuntó al hombre que estaba en el suelo—. Ahora ya no está inconsciente. —¿Qué es todo esto? —preguntó Balder molesto—. ¿Otra prueba? —¿Prueba? —Tu varita es extrañamente similar a la de ellos. —Si, claro que lo son. —¿Entonces? —Mi madre tiene un carácter bastante agresivo. Supongo que era su manera de decir que desaprobaba lo que hacía. Por eso los envío a atacarme. Tuve la suerte de sentarme al lado tuyo. Bah, suerte. Sabía bien con quien me estaba sentando. —¿Ah sí? —Claro que sí, cualquiera que tuviera un libro de historia sabría que ese anillo no es capaz de portarlo cualquiera. Era cuestión de mantener un perfil bajo, y que te hagas cargo de todo —respondió la mujer con una sonrisa y una pequeña caricia en su brazo. En otro momento, la actitud altanera de la mujer lo habría molestado, pero había algo en su sonrisa, o en su manera de manejar la situación que se sintió a gusto con ella. Después de todo, era más que valido haber sido un peón, la había subestimado, como a él lo habían subestimado en otro momento de su vida. —¿Cómo te llamas? —preguntó finalmente a la mujer, que al escuchar la pregunta le brillaron los ojos. —Podes llamarme Marian. ¿Me dirás tu nombre o te llamo Fenriz? —Fenriz está bien Marian. —respondió Balder.
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