Leí esta novela hace un par de años. Tuve que releerla a vuelo de pájaro antes de escribir esta reseña, porque había olvidado muchos detalles. Escrita por Carlos Montero, autor español, cuenta la historia de Raquel, una profesora sustituta que viaja hasta el pueblo de Novariz, lugar de nacimiento de su marido Germán, para hacerse cargo de un curso. Pronto descubre que la profesora a quien reemplaza, Elvira, a quien todos llamaban Viruca, se ha suicidado en circunstancias poco claras. Cuando comienza a recibir notas amenazantes por parte de uno de sus estudiantes, comprende que quizá el grupo de alumnos haya tenido algo que ver con la muerte de la profesora. Es poco lo que puedo contar de la trama, porque la misma es muy compleja y llena de vericuetos y giros inesperados, así que en lugar de hablar de eso quiero describir brevemente algunas impresiones que me causó su lectura original, y la rápida que hice hoy. Muy bien escrita, la historia cuenta con varios ganchos que lo atrapan a uno desde el comienzo, lo intrigan y lo hacen querer saber de qué va aquello que va descubriendo poco a poco la protagonista, y por supuesto a la vez también el lector. Como muchas novelas de este estilo, el narrador cambia entre capítulos. En primera persona cuando nos muestra la perspectiva de Raquel, y con narrador omnisciente cuando se trata de las historias paralelas a la trama principal. Esa subtrama, tremendamente rica también en giros y revelaciones impactantes incluye el punto de vista de los estudiantes, particularmente de tres de ellos que son los que aparentemente tuvieron algo que ver con la muerte de Viruca y podrían estar detrás del acoso a Raquel. La historia claramente es digna de una película del género, y sé que existe una adaptación en formato miniserie que no he visto. Sin embargo, hay solamente un aspecto que no me cuadra y me hizo recordar un caso ocurrido curiosamente en España también hace algunos años: en 2021 el mundo de la literatura se vio sorprendido ante la revelación de que la autora Carmen Mola en realidad no existía, y sus novelas eran obra de tres guionistas de televisión llamados Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero. Cuando se descubrió esto leí algunos artículos y en ellos se decía que cuando un hombre escribe poniéndose en el sitio de una mujer suele cometer ciertos "errores" que podrían delatarlo. Recuerdo que al leer la novela de Montero tuve en varios pasajes la sensación de que algo no encajaba. Ciertas actitudes de los personajes femeninos me parecían exageradas al extremo (la fascinación por la ropa, la caracterización de derrochadora de alguna de ellas). Principalmente esto lo noté en lo que hace al aspecto sexual. Los personajes femeninos (no todos) aparecen con una voracidad sexual que me resulta inverosímil en algunos casos. Describe situaciones con términos demasiado explícitos para mi gusto, de una manera que me resulta bastante chocante. Me pareció exagerado, y en esos casos se me hacía demasiado evidente que el que escribe es un hombre. Si lo comparamos por ejemplo con "Te espero en el fin del mundo", allí también hay escenas sexuales, pero no se les dedica más de cuatro o cinco palabras. Basta con eso. Es lo único que me pareció un tanto fuera de lugar. Más allá de eso es una gran novela, y bien merecido tiene el reconocimiento que ha logrado.