No soy un gran conocedor de la obra de Esther Díaz, y quiero comenzar diciendo esto como una forma de reconocer mis carencias y evitar colocarme en un sitial que no me corresponde. Sin embargo he asistido y he visto videos de varias de sus conferencias, y supe desde un principio que se trata de una mujer muy especial. Desprejuiciada, directa, sincera, rebelde frente a dogmas y roles impuestos por la sociedad y la cultura, Esther Díaz toma partido y defiende lo que cree con todas sus fuerzas. El hecho de vivir en una ciudad que se sigue sintiendo un pueblito, donde todos nos conocemos o somos parientes, hace que el discurso de esta autora resuene con mucha más fuerza: es el deseo, la palabra, la iniciativa y todo aquello de lo cual la mujer ha sido despojada a través de los siglos está presente en sus palabras. Todas esas negaciones, privaciones o imposiciones de la sociedad patriarcal se vuelven carne en el relato que la célebre intelectual hace de diversos episodios de su vida en este fantástico libro autobiográfico, que aunque tiene un carácter fragmentario, como ella misma lo reconoce, basta para conocer un poco más no sólo de la vida, sino de los más íntimos pensamientos de una intelectual de su relevancia. El libro consta de ocho capítulos, no narrados de manera estrictamente cronológica, pero hilados con maestría, que permiten un racconto de lo más significativo en la vida de esta filósofa, comenzando por la autoconciencia de su propia adultez al cumplir 50 años, y con permanentes fragmentos de otros instantes, más lejanos o recientes que van dando forma a un todo, a la extrema complejidad que constituye a una persona, sus deseos, recuerdos, alegrías y tristezas. Unas pocas páginas bastan para mostrarnos una vez más que el mundo no es un cuento de hadas: que hay maldad, injusticia, incomprensión, y que todo ello se multiplica si su víctima es mujer. Nuevamente volviendo al punto de partida, nos abruma con información de ese momento: sexualidad desenfrenada, drogas, la relación tumultuosa con sus hijos, el fantasma del suicidio y muchísimas otras angustias atravesaban su vida en aquel momento, y nos llegan a través de sus palabras haciendo que el lector casi pueda sentir en su piel el sufrimiento de la autora, quien se vuelve niña, adolescente, joven, adulta, adulta mayor y retorna una y otra vez a las distintas etapas como un artista frente al lienzo, para adornar, agregar detalles o retocar algo de lo que ha pintado anteriormente. Así siento a este libro y a su constante ida y vuelta. Como en una película, puedo imaginar el mundo en los diferentes momentos históricos, y todo ello se logra solamente gracias a la gran capacidad de Esther Díaz para dotar de cohesión a un texto que no se detiene un momento, como un torbellino de información y de vivencias. Múltiples referencias a la literatura argentina, a su historia y a los devenires políticos y económicos amenizan el relato y nos brindan un marco de referencias y abstracciones a las cuales aferrarnos cuando la narración se vuelve demasiado cruda. Es una obra valiente, de una mujer muy adelantada a su tiempo, que con una sinceridad absoluta cuenta sin tapujos episodios de su vida. Pese a lo trágico de muchos momentos, también hay instantes de risa o distensión, como es la existencia misma. Me ha parecido un excelente libro, y por supuesto que lo recomiendo con todas mis fuerzas.