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¿Me regala una moneda, joven?

La última respuesta (1980) Una inquietante hipótesis

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Se trata de un cuento de Isaac Asimov, una de las mentes más brillantes de la literatura fantástica, que incursionó en muchísimos otros géneros. En esta breve historia el autor nos muestra una interpretación diferente de lo que llamamos la "vida después de la muerte". El físico Murray Templeton sufre un infarto fulminante en su laboratorio, e inmediatamente es trasladado a otro plano de la existencia. No hay allí cielo ni infierno. Hay sí un Ser Superior, creador del universo y todo lo que hay en él. Eterno, omnisapiente, no puede sin embargo ser considerado bondadoso. Tras un breve intercambio entre Murray (o lo que queda de él) y la Voz, que es como se identifica este Ser Superior, al primero se le asigna una misión muy particular: debe pensar. Estará destinado junto a millones de otras "almas" a pensar por toda la eternidad. Murray no entiende cuál es la finalidad de esta misión, por lo que la Voz termina por explicarle que se trata simplemente de entretenimiento. Si bien el Ser Superior puede conocerlo todo, prefiere que otros piensen en su lugar, para hacerlo así más interesante. Explica que en su infinita existencia y saber quedan no obstante algunas cosas que no puede conocer, como su propio origen, puesto que existe desde siempre. Aunque tanto Murray como los millones de otros seres como él que fueron elegidos por la Voz se encuentran vinculados y cualquier cosa que aquellos piensen es inmediatamente percibida por esta, aproximadamente una vez cada siglo alguna idea nueva aparecía, lo cual sirve como entretenimiento para la Voz. Ahora bien. Lo que plantea este genial cuento resulta innovador, ya que presenta una visión radicalmente distinta de lo habitual, pero a la vez es inquietante pensar toda nuestra existencia terrenal, y la posterior, en caso de que exista, como una especie de espectáculo de marionetas cuyo único espectador es un Ser que está tan aburrido que prefiere no tomarse la molestia de averiguar qué pasará a continuación en la obra representada. La vida posterior a la presente, en tanto, sería aún más patética, puesto que se trataría de un pensar constante e inevitable, con el único fin de entretener Creador. Si esta hipótesis fuese la correcta, la vida en sí, casi en cualquiera de sus formas, sería absolutamente decepcionante. Pero yendo aún más allá, si pensamos a lo micro y lo macro regido por leyes similares, podríamos creer que cada inteligencia crearía otra subordinada, para usarla como fuente de divertimento. Quizá este sería el caso de la IA, creada por el hombre para darle respuestas que podría conseguir por sí mismo, pero que prefiere dejar que otro responda. Por supuesto que las limitaciones del conocimiento humano son muchísimas comparativamente con la de la Voz del cuento, pero igualmente creo que podría hacerse una analogía entre ambos escenarios. En unas pocas páginas, Asimov presenta una cuestión tremendamente profunda con gran maestría. Es un cuento que nos invita a reflexionar sobre la vida, la muerte, la eternidad y el saber, con una fluidez que hace que en unos pocos minutos podamos sumergirnos en esta historia que da mucho que pensar, dejando sobre todo una pregunta flotando en el aire: ¿Y si aquello que más se anhela, la Verdad que está más allá de nuestra capacidad de comprensión, no fuese más que una versión de la eterna condena?
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