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PARTE 1 de 2 - RELATO PAJERO PREMIUM: LOS MASAJES NATURISTAS 💆🏻‍♂️

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LOS MASAJES NATURISTAS 💆🏻‍♂️ ¿Será cierto lo del Final Feliz? Esta historia es una de las tantas que nos llegan de la Comunidad de Pajeros Argentos 🧉 y queremos compartirla con ustedes. De cómo un masaje naturista, al natural, se puede transformar en un juego de dominación caliente y excitante, con algunos susurros al oído. En esta oportunidad, el relato es de un veinteañero llamado Alan y su experiencia con uno de los masajistas naturistas, uno de esos que tienen un Instagram sugerente, que solo atienden hombres y que no se sabe bien si tiene o no el intrigante final feliz. Pero, ¿a quién no le gustan los finales felices? Alan, es un pibe de 25 años con un trabajo de oficina que lo tenía muy estresado y decidió que necesitaba bajar un cambio urgentemente. Un amigo del laburo le recomendó un lugar de masajes que, según él, era "la posta para relajarse en serio". Así que, sin pensarlo dos veces, Alan reservó una sesión. Solo vio el Instagram y le pareció copado, vio que el masajista parecía muy profesional, tenía cierta facha, el lugar aparentaba limpio. Sabría luego que el masajista se llamaba Mauro. Lo que Alan no vio en la descripción es que eran masajes naturistas… Totalmente al desnudo. El estudio estaba en un viejo edificio restaurado en Palermo, con una fachada que no llamaba mucho la atención, pero al entrar, era como meterse en otro mundo. Las paredes estaban decoradas con murales de paisajes naturales, y un suave aroma a incienso llenaba el aire, mezclado con una música relajante de fondo que te hacía sentir como flotando. Mauro, lo recibió con una sonrisa cálida. Era un tipo de unos 35 años, alto y grandote, con una presencia que imponía respeto, pero que a la vez transmitía una tranquilidad que te envolvía, te hacía sentir a gusto. Sus ojos tenían una chispa de amabilidad y su voz, profunda y suave, parecía tener el poder de calmar hasta a la persona más nerviosa. Parecía un chongazo sensible. - Hola, Alan, soy Mauro. Pasá, ponete cómodo -dijo mientras le señalaba una camilla en el centro de la sala, rodeada de plantas y velas encendidas que daban una luz tenue y acogedora. Colgada en la pared una TV proyectaba una cascada suave que emitía un murmullo relajante. - Este es un masaje naturista -explicó Mauro con voz baja y serena-. La idea es que te conectes completamente con tu cuerpo y el ambiente. Relajate y dejate llevar. - O sea, me saco… ¿todo? Mauro sonrió por la inocencia de Alan. - Sí, sí, quedate sin nada. Podés colgar ahí en los ganchitos esos -dice señalando en la pared.-; para que no te sientas solo me puedo quedar en pantalones cortos. - OK sí, no hay ningún problema. Alan, algo nervioso pero intrigado, se desvistió y se recostó en la camilla, cubriéndose con una toalla fina. Mauro se quedó en cuero y bermudas, con sus pies descalzos. Se acercó, sus manos firmes y cálidas se posaron en los hombros de Alan, y comenzó con movimientos lentos y seguros que rápidamente disiparon cualquier tensión inicial. El profesional de los masajes continuó con amplios toques en las curvas naturales de su cuerpo masculino, largas pasadas de barrido para encender la excitación y despertar los músculos. Los dedos de Mauro poseen magia propia. Se centra en el cuello, los hombros y otros puntos sensibles. Cuando se dirigía a las zonas carnosas como la espalda y los muslos, utilizaba los pulgares y las palmas de las manos para presionar y rodar, aliviando la tensión y estimulando el flujo sanguíneo, un elemento esencial para la excitación. Los movimientos de Mauro eran precisos y expertos, cada presión y caricia parecía estar diseñada para liberar el estrés acumulado en el cuerpo de Alan. La atmósfera era tan íntima y tranquila que el tiempo parecía detenerse. Alan empezó a sentir cómo cada músculo se aflojaba bajo el toque hábil de Mauro, y una sensación de paz profunda se apoderaba de él. Mientras el masaje continuaba, Alan notó que había algo más que simple relajación en el aire. La forma en que Mauro lo tocaba, la atención y el cuidado en cada movimiento, comenzaban a despertar una sensación en su verga que no podía ignorar. Su verga comenzó a despertarse. Es que Mauro también se centraba en zonas erógenas, esas que a menudo se pasan por alto, como la cara interna de los muslos, las nalgas y los pezones. Un poco de atención ahí puede catapultar un masaje íntimo al reino de lo inolvidable. - ¿Todo bien?- preguntó Mauro- Decime si algo te molesta. - No, no, vamos súper bien.-, dijo Alan. - Así me gusta. Las zonas erógenas son las joyas ocultas en el mapa del placer humano, zonas del cuerpo con mayor sensibilidad, repletas de terminaciones nerviosas que desencadenan la excitación sexual. Pueden hacer que a un hombre le tiemblen las rodillas y elevar un masaje erótico de “qué bien se siente” a “¡por favor, no pares!”. Además de los genitales, hay otros puntos que merecen atención. Las orejas, sobre todo los lóbulos, son puntos calientes sensoriales. Y Mauro, el masajista, combinó las dos de una manera espectacular. Se le acercó al oído mientras lo masajeaba y le dijo en un susurro: - Relajate, campeón, estás en buenas manos. Alán empezó a sentirse cada vez más relajado pero también más excitado. Mauro sabía cómo subir el calor. Cada vez que pasaba las manos cerca de sus muslos, subía y bajaba y parecía que tocaba “sin querer” los huevos de Alan por atrás. O también una tocada rápida de nalgas que rozaban sospechosamente la raya. No era molesto ni se sobrepasaba, simplemente acompañaba el estímulo y Alan, agradecido. Por suerte seguía boca abajo, su erección estaba aplastada sobre la camilla, no tenía que preocuparse… por ahora. Los dedos de Mauro deslizándose por su espalda, sus manos firmes en su cintura, todo era tan... personal. Mauro, por su parte, también parecía sentir algo especial. Su respiración era calmada pero profunda, y sus movimientos, aunque profesionales, tenían una suavidad que indicaba algo más. Había una química sutil pero innegable en el aire, una conexión que iba más allá del simple masaje. Cuando Mauro llegó a los hombros de Alan, se inclinó un poco más cerca, a sus oídos nuevamente, susurrando: - No te asustes, voy a usar una pistola masajeadora… Suena más fuerte de lo que es. - Jaja, OK dale. Alan seguía boca abajo con la cara apoyada en el hueco para ese fin. Veía el movimiento de Mauro por ahí, escuchaba los sonidos del armado de la dichosa pistola. Su cabeza iba a mil preguntándose qué pasaría ahora. CONTINÚA… Para conocer cómo sucedió ese masaje caliente dejá tu pequeño aporte y te enterás de todo. SPOILER ALERT: Mauro realmente sabe lo que hace y le encanta. Además de la pistola masajeadora, hay frottage y dominación mediante susurros al oído… ¡No te lo pierdas! 🔥 PARTE 2 - LINK: https://shorturl.at/wUDfZ
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