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Neutral Zone - Pajeros Argentos 🧉

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🟡 REENCUENTRO CON LOS PRIMOS MISIONEROS🌳 #02 - Parte 1 de 2

El frío porteño se sentía distinto después de todo lo que habíamos vivido en la selva. Seis meses habían pasado desde aquellas noches entre el calor húmedo de Misiones, entre el roce de pieles sudadas y la complicidad de tres primos que se habían reencontrado en los instintos más primarios. Desde entonces, los recuerdos no habían dejado de rondarme, a veces con una paja nocturna y otras con una simple sonrisa cuando algún olor o sensación me llevaba de vuelta a aquel morbo tan puro y compartido. Nos habíamos seguido escribiendo, a veces con frases cifradas, a veces con audios que parecían inocentes pero estaban llenos de dobles sentidos. Cada tanto, una foto borrosa de un vaso de cerveza, una imagen de una prenda de ropa, (un calzón sucio o remera después del gimnasio) o un simple “Qué ganas de volver a vernos, primito” que no necesitaba más contexto. Y entonces, el mensaje definitivo: “Estamos en el depto que alquiló Juanse. Te esperamos.” Sin dudarlo, me metí en la ducha, me perfumé, y me vestí rápido. Nada demasiado calculado, pero lo justo para verme bien. Pantalón negro ajustado, remera básica, campera. Algo cómodo, algo fácil de sacar. Palermo estaba helado. La noche apenas había comenzado cuando estacioné el auto cerca del departamento de Juanse. Desde la vereda, vi la luz cálida filtrarse por las cortinas del quinto piso. Sabía que ellos estaban ahí, esperándome. Sabía que la noche recién empezaba. Al llegar al edificio, JM ya me esperaba abajo. Estaba recostado contra la pared con esa sonrisa de lado, medio burlona, medio provocativa. Apenas lo vi, me di cuenta de cuánto lo había extrañado. —¿Listo para la joda? —me dijo, con esa voz grave y un dejo de picardía en los ojos. —Siempre —le respondí, mientras me daba una palmada en la espalda y nos dirigíamos al ascensor. El viaje hasta el piso de Juanse fue en silencio, pero no un silencio incómodo. Más bien uno denso, cargado de expectativa. JM sacó el celular y tipeó rápido algo, sin dejar de sonreír. Un segundo después, se escuchó el sonido de un mensaje enviado dentro del departamento. Cuando la puerta del ascensor se abrió, la del departamento también lo hizo. Juanse nos esperaba ahí, apoyado contra el marco con una cerveza en la mano y la otra en el bolsillo del pantalón. —Te hiciste esperar, porteño —me dijo con su tono pausado y seguro. —La buena madera se hace desear —jodí, mientras me acercaba y le daba un abrazo fuerte. Su cuerpo musculoso era una pared de calor en contraste con el frío de la calle. Su perfume, una mezcla de acidez dulzona y cuero, me golpeó de inmediato, trayendo flashes de lo que habíamos compartido meses atrás. Entramos. El departamento de Juanse era amplio, minimalista, con luces tenues que creaban una atmósfera casi íntima. La calefacción estaba alta, haciendo que el contraste con el exterior se sintiera aún más marcado. Nos acomodamos en el sillón con unas cervezas. La charla empezó como cualquier otra: cómo les había ido en el viaje, qué habían hecho en la ciudad hasta ahora (estaban por trámites, lo único que los traía a Capital), recuerdos de la infancia y alguna que otra anécdota de Misiones que nos hacía reír. Pero en el aire flotaba otra cosa, algo que no hacía falta decir. Era JM quien siempre rompía la barrera, quien tenía la chispa justa para que la conversación virara de la nostalgia al deseo en cuestión de segundos. Y esta vez no fue la excepción. De un momento a otro, sin aviso, se puso de pie y se sacó la remera con una facilidad desvergonzada. Su torso, marcado y bronceado incluso en invierno, quedó a la vista mientras él se rascaba la nuca con falsa indiferencia. —Hacía calor, ¿no? —dijo, con esa sonrisa que ya me conocía. Yo solté una risa corta y miré a Juanse, que negó con la cabeza con una sonrisa entre divertida y cómplice. —Mirá que sos zarpado —murmuró Juanse, antes de girarse hacia mí con su mirada oscura y fija—. ¿Vos qué decís, porteñito? ¿Todavía te acordás de lo bien que la pasamos allá? Su mano, con la misma seguridad de siempre, se deslizó por mi muslo y subió, lenta pero firme, sin apartar su mirada de la mía. Sentí mi garganta seca y el calor subir por mi pecho. Todo volvía a empezar. La noche apenas arrancaba. CONTINÚA… Para conocer TODOS los detalles del reencuentro con los primos misioneros y la zarpada noche en Buenos Aires, entrá al link y con un pequeño aporte te enterás de todo. SPOILER ALERT: El espadeo en la ciudad fue tan intenso como en la selva… y la noche recién empezaba, quizás hasta pintaba una duchita de a tres... 🌆🔥🍆 PARTE 2 - LINK: https://shorturl.at/472al
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PARTE 1 de 2 - RELATO PAJERO: 🟢 EL TATUADOR BRASILEÑO 🇧🇷

¿Un tatuaje puede erotizar? Mejor dicho, ¿hacerse uno puede convertirse en una situación caliente? Con la adrenalina, el dolor que causa, la expectativa de que quede perfecto ese dibujo que nos hacemos en el cuerpo de por vida… No se me había cruzado por la cabeza hasta que me tocó hacerme uno con João, el tatuador brasileño. Había decidido hacerme un gran tatuaje de la cabeza de un lobo en mi muslo izquierdo, un símbolo que representaba mi espíritu libre y mi conexión con la naturaleza. Lo loco es, quizá, que es mi primer tatuaje, así que toda esta experiencia con la aguja entintadora es nueva. En general los locales de este tipo siempre tienen gente con mucha experiencia, llena de tatuajes, por supuesto. Y yo así, inexperimentado, esperaba que el tatuador sea amable y copado. Hablé con João por redes y me decidí a hacerlo… Fui a por mi cabeza de lobo, pasar por el ritual de tatuaje me haría más fuerte, como cruzar un umbral dónde del otro lado estamos los que lograron pasar por la experiencia fortalecedora de la carne dibujada. El aire del estudio de tatuajes estaba impregnado de un aroma a tinta y desinfectante. A pesar de que había elegido un diseño que llevaba tiempo pensando, sentía un cosquilleo nervioso recorrer mi cuerpo. Y al fin lo vi: João, un brasuca de cuerpo fuerte y buen humor, era el encargado de dar vida a mi diseño. Un brasileño alto, bien tatuado, con musculosa negra y ese cuerpo que te hacía pensar que se pasaba la vida entre el gimnasio y el estudio. Tenía un aire despreocupado, medio canchero, y el acento brasileño que se le notaba cada vez que hablaba. Cuando me miró, sus ojos oscuros parecían escudriñar mis intenciones y sonrió para darme confianza. —Oi, tá pronto? —me dijo, con una sonrisa ladeada. La vibra de su tono ya me había pegado en el cuerpo. Me senté en la silla, medio inseguro. No era solo por el dolor que se venía, sino porque ya me había dado cuenta de que, más que el tatuaje, había algo en él que me estaba generando una energía intensa. Me explicó el diseño, pero a decir verdad, no estaba prestando mucha atención. No podía dejar de mirar sus manos, grandes, con los dedos cubiertos de tinta, moviéndose con precisión mientras preparaba las agujas. ¿Cómo sería sentir esas manos sobre mi piel? La cercanía de su cuerpo, el calor que irradiaba, me empezaba a hacer sentir raro. Quiero que sepan que se le re contra marcaba el bulto, parecía tener una pija que incluso dormida era enorme. Haciendo el tatuaje en mi muslo izquierdo, iba a estar muy cerca de mi verga. ¿Y si se me paraba? ¿Cómo disimulás una erección en la cara del tatuador? —Hoy vamos a hacer un lobo, menino. —dijo mientras acercaba la aguja a mi piel—. Te va a doler un poco, pero tranquilo, es parte de la experiencia. El primer pinchazo fue como un chispazo que recorrió mi muslo. Cerré los ojos, tratando de concentrarme en el diseño que comenzaba a tomar forma, pero lo único que podía sentir era el calor de João muy cerca de mí, su respiración sobre mi piel. Cada vez que la aguja perforaba mi carne, el dolor se mezclaba con una sensación extraña, como una corriente de placer que me recorría todo el cuerpo. —¿Duele? —preguntó, riéndose suavemente, y me di cuenta de que mi pierna derecha se movía nerviosa, la otra la tenía que dejar bien tiesa para dejar trabajar a João. —No, está bien —mentí, tratando de contenerme. Pero no era el dolor lo que me preocupaba. El problema era la forma en que mi cuerpo estaba reaccionando: se me estaba parando la pija. CONTINÚA… Para saber cómo fue el tatuaje pajero con el brasileño João entrá al link y con un pequeño aporte te enterás de todo. SPOILER ALERT: Preparate para una historia cargada de tensión y deseo donde lo que empieza como una simple sesión de tatuaje se convierte en un juego de miradas, roces y sensaciones a flor de piel. João, el tatuador brasileño de cuerpo imponente y manos seguras, nos sumerge en un viaje tan doloroso como placentero. Entre el zumbido de la aguja y el calor de sus cuerpos, lo que comienza como un ritual artístico va desdibujando los límites de lo que es profesional y lo que es íntimo, hasta que sus pijas se encuentran en un momento de puro placer compartido. #frottagge PARTE 2 - LINK: https://shorturl.at/MBbSb
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PARTE 1 de 2 - RELATO PAJERO: 🔵 MI AMIGO EL COLO Y YO 🎮 🎮 #02

Les hago un resumen picante para ponerlos al tanto de lo que pasó en la primera parte con el Colo, así entran en calor para lo que viene. Imaginense una noche de verano, hacía un calor insoportable, de esos que te pegan la remera al cuerpo. Nos habíamos juntado en su departamento a tomar un vinito, ese tinto que te deja los labios marcados. El Colo, con su pelo rojo alborotado, siempre nos hacía acordar a una versión rústica de Van Gogh, con esa barba desprolija y unos ojos azules profundos. Tenía un cuerpo fibroso, de esos que no ves en el gimnasio pero que están tonificados de hacer laburo físico, con unas manos enormes, toscas, que te hacen pensar cualquier cosa menos en suavidad. Esa noche no teníamos apuro, así que sacó unas revistas porno viejas, de esas con olor a papel gastado, y nos pusimos a hojearlas. Las minas desnudas, con peinados de los 80, posaban en escenarios ridículos, pero a nosotros nos calentaba igual, por morbo y nostalgia de cuando éramos más chicos iniciándonos en la paja. Después de un rato, el calor y el vino nos soltaron, y nos largamos a pajeárnosla, cada uno con la suya, pero sin sacarnos los ojos de encima. Al principio, como les conté, cada uno se encargaba de lo suyo, pero esa noche fue diferente. El Colo, con esa pija gruesa que tenía, no la soltaba, y yo ya no podía pensar en otra cosa que en darle una mano… Me encantó también bajar y olfateársela. Mi olor propio me calienta pero el de él me genera un morbo inexplicable, olor a pija de macho, de mi amigo el Colo, que me la pone dura sin dudar. Bueno, igual, si no leíste o escuchaste el capítulo anterior les dejo los links… 📖 Leé: https://shorturl.at/gENX9 🎧 Escuchá: https://shorturl.at/6UDw0 Ahora sí, sigamos con lo nuestro… Esta vez quería animarme a ir más allá. Después de esa primera vez, no pude dejar de pensar en lo que había pasado. Todo parecía tan natural, tan cómodo entre nosotros, pero había algo más que me seguía rondando la cabeza. Hasta ese momento, lo más lejos que habíamos llegado era hacernos una paja mutuamente, pero ahora, la idea de chuparle la pija al Colo no se me iba de la mente. Me preguntaba cómo sería dar ese paso, cómo se sentiría tener su verga en la boca, sentir su calor, su dureza, escuchar sus gemidos cuando lo llevara al borde de la leche. ¿Sería raro? ¿Me gustaría tanto como lo imaginaba? El morbo me ganaba, y aunque sentía una mezcla de nervios y curiosidad, las ganas de probarlo se volvían imposibles de ignorar. Cada vez que nos veíamos, mientras jugábamos o charlábamos, la idea estaba ahí, en el fondo de mi mente, esperando el momento justo para salir a la luz. Y no sabía cuánto tiempo más iba a poder aguantar esas ganas… CONTINÚA… Para saber cómo fue el encuentro donde me animé a chupársela entrá al link y con un pequeño aporte te enterás de todo. SPOILER ALERT: Hubo sorpresas… porque siempre que uno se anima a algo, ¡hay recompensa! Pista: seis nueve. PARTE 2 - LINK: https://shorturl.at/47L93
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