PARTE 1 de 2 - RELATO PAJERO: 👀 EL PROBADOR DEL DESEO👖👕Primero lo primero, soy Alfred Jeropa. 47 años. Casado. Gay. Soy empleado administrativo, pero definitivamente eso no es lo que me define. Quizás lo que más hable de mí son mis dos pasiones, la música y la lectura. Todos los días de mi vida se pueden describir con una canción, con un libro, con una historia. Siempre he ido a recitales a ver bandas de rock, punk, electrónica. Y siempre he sentido las librerías, sobre todo las de usados, como una parte de mí. Como un momento donde puedo revolver entre libros hasta que uno me indaga y me propone contarme una historia. Y a través de esas historias, empezar a saber quién soy. En una de esas excursiones a librerías, veo un cartel de "Se buscan empleados de ventas". Hacía unos meses que me había quedado sin trabajo y me pareció buena idea trabajar con libros. Me acerco a la caja y pido información. Me dicen que buscan vendedores de literatura argentina. Bingo. Dejo mis datos y quedan en llamarme. Unos días después una entrevista, y listo. Tenía trabajo. Esto sucedió hace no menos de 20 años. Luego de los estudios médicos de rutina, y la firma de contrato, lo último que me quedaba era probarme el uniforme laboral. Bah, cuando hablo de uniforme me refiero a una camina, con un discreto logo de la librería. Fui a una tienda de ropa en la zona de Caballito. Acoyte y Rivadavia si no recuerdo mal. Ropa de trabajo. Un lugar un poco quedado en el tiempo, pero en el buen sentido. Muebles de los años 60 bien conservados. Iluminado con candelabros y con un ventanal grande que daba a Acoyte y dejaba entrar el sol de la mañana. Era verano, fines de enero, hacía calor, y como siempre, andaba en pantalón de futbol para todos lados. La mochila con un libro, una colección de cuentos de autores jóvenes latinoamericanos, y un disco en el discman (si, un discman. Googleen chicos) con el último disco de Radiohead. Cuando entro al local, veo a dos personas, una chica de unos 35 años, y un hombre de una edad similar, muy atractivo. Imaginé que eran hermanos porque eran parecidos. El tiempo me dará la razón Se me acerca la chica, le comento cual era la razón por la que venía y me dice que pase a la trastienda, donde está el sector donde se pueden probar y en caso de ser necesario hacer unos retoques a la ropa para que luzca mejor. Cuando me hace pasar me indica que me iba a acompañar y asesorar Matías, que era el chico que había visto antes. Matías, como ya dije era muy atractivo. Poco más de 1.80, apenas unos centímetros más alto que yo. Ojos verdes adornados con unas pestañas arqueadas que daban la sensación de atrapar tu mirada. Barba de días, de un tono rubio con un dejo de brillo rojizo interesante. Tenía puesto un pantalón de vestir entallado, con una camisa abierta, y debajo una remera musculosa blanca. Y en el escote de la remera, se dejaba ver unos pelos adornando magistralmente el pecho. Una elegancia masculina y sutil. No confundir con la arrogancia que suele aparejar la elegancia. En este caso era una elegancia con un toque natural. No era algo buscado. Era natural. Yo, en cambio soy todo lo contrario. 1.78, castaño claro. Ojos verdes con un brillo marrón en los bordes. Me dijeron que se los llama marmolados. Quizás sea la característica que más me gusta de mí. En ese momento era lo que se decía un cachorro. No gordo. Ni un poco de flaco. Era macizo. Velludo en el pecho y panza. Piernas firmes y grandes. Un pecho ancho que se transformaba en una cintura en V. Lindo chico. Lo digo extrañando mi yo de ese momento. Ya no me siento así. Cuando ingreso, me pide que me saque la remera para probar un par de camisas para ver cual me quedaba mejor, mientras cierra la puerta de la trastienda para tener más intimidad al sacarme la ropa. Me toma algunas medidas, en el pecho, la cintura, el largo y se va a la trastienda. Me pasa la primera opción de camisa y me la pruebo. Me paro frente a un espejo de cuerpo entero, levemente inclinado que le da un toque extraño a la imagen proyectada. Arriba de donde estoy parado hay una luz excelentemente ubicada, que mezclada con la resolana de la mañana me proyectan la imagen que veo en el espejo. Veo a Matías detrás mío viendo detalles del calce de la camisa. De forma sutil y sin malas intenciones, me acomoda la ropa, y se para de frente, me levanta la cabeza, acomoda los botones que habían quedado a medio abotonar y con suavedad y sin malas intenciones me roza la piel. Pasa varias veces la mano por la tela de la camisa, intentando acomodar la camisa para ver cómo queda. Me hace ver en el espejo, y me empieza a sacar la camisa para probar la segunda opción. En este caso, no me deja hacer nada. Hace todo él. Dándome pequeñas indicaciones para avanzar. Lo hace con firmeza y educación. "Levantá el brazo", "bajalo", "date vuelta", "levanta el otro brazo", "mirame", "levantá la cabeza". Siento que estoy a su disposición. Es un juego, para mí. Es su trabajo, para él. Se para detrás mío, hace pliegues en la camisa para que ajuste mejor a la cintura, coloca alfileres para que se sostenga, y pasa las manos por mi cintura, ajustando la camisa para ver como luce. Parado detrás mío, con sus brazos alrededor de mi cintura lo siento como un abrazo. Que solo existe en mi imaginación, pero un abrazo al fin. Mi cabeza empieza a viajar. El calor de sus manos mezclado con su suave perfume completa el cuadro. Me siento cómodo. Me gusta esa sensación. Es como que te cuiden y se preocupen por vos. Se que es una fantasía mía. Matías está trabajando, pero no puedo evitar sentir que me gusta. Me quiere ayudar, y la forma en la que lo hace me agrada. Se para frente a mí, y me acomoda la parte delantera de mi camisa, me roza suavemente el vientre al tomar la tela y me gusta más. Su cara es inmutable. Para él es un día más. Un cliente más. Para mí es una situación especial. Me comienza a sacar la camisa. Me pide 5 minutos para hacer los ajustes que marcó con alfileres, y comienza a trabajar. En la espera me doy cuenta que estoy en cueros, en medio de un salón, encerrado con un desconocido, sin saber bien que hacer empiezo a recorrer el lugar con la mirada. Una radio prendida. La Negra Vernaci se divierte con Peña hablando de De la Rúa y del país, mejor reír que llorar. Una ventana con cortinas encuadra la vista de un parque interno del edificio. Y luego Matías, sentado en una máquina de coser, que me descubre mirándolo y me sonríe. Luego de unos minutos vuelve con la camisa lista. Me la coloca, nuevamente las pequeñas instrucciones. El parado de frente a mí. Siento su aliento fresco sobre mi cuello al acomodar la ropa. Cerrando cada botón con cuidado, estirando la tela que se desliza sobre mi cuerpo. Cuando termina me pregunta si me siento cómodo con la camisa. Mi miro al espejo y le digo que sí. Y como chiste, le digo que me veo raro con la camisa formal, y con un pantalón deportivo debajo, pero que lo veía bien. De verdad me veía bien. No suele gustarme mi cuerpo, pero me veía bien. Me dice esperá. Pasa un centímetro por mi cintura y sin hablarme se da vuelta, desaparece unos segundos y regresa con un pantalón de vestir. Se para frente a mí. Me pide permiso, toma el pantalón deportivo de la cintura y me lo baja. Me lo saca con tranquilidad, ya no sé si es parte de su trabajo o lo hace para que vea el cuadro completo de cómo me vería al trabajar con esa ropa. Me ayuda a colocar el pantalón de vestir. Primero una pierna, luego la otra, lo sube despacio, lo ajusta a la cintura. Siento el roce de sus manos, sus dedos al acomodar el pantalón, en la cintura, y sobre todo, al colocar el botón de la cintura. Roza mi piel, mis pelos, esos pelos debajo del ombligo, ese camino entre un ombligo y una pija. Es vello púbico o vello corporal. Mucho no importa. Siento que sus dedos pueden sentir mis vellos. Eso no lo estoy soñando. Ya no es parte de mi imaginación. Ya es una realidad. Mi cuerpo reacciona. Mi pija ya no está flácida. Está camino a gomosa esperando un poco más para pasar al siguiente nivel. Matías sigue acomodando el pantalón, lo ajusta a la cintura, tira de las entrepiernas para que se vea mejor. Se para detrás mío y me pregunta como lo veo. Le doy un: Mejor de lo que pensaba que me iba a ver, me hiciste ver lindo con lo poco que hay. Se ríe y me dice que no me haga el humilde. Me siento expuesto. No expuesto por haber estado en paños menores. No expuesto por haber sido un juguete de Matías al probarme la ropa. Me siento expuesto por que mi cara se puso roja. Se vuelve a parar frente a mí, me desabrocha el botón del pantalón, y cuando abre la bragueta y comienza a bajar el pantalón, se lleva un poco, nada más que un poco, un par de centímetros, mi bóxer. nota mi erección hacia abajo. Al darse cuenta de esto, me acomoda el bóxer, que había bajado hasta la base de la verga. Se da cuenta que estoy erecto. Ya no puedo ocultarlo. Me dice que no me preocupe. Que a muchos les pasa. CONTINÚA… Disponible solo para quienes se animan a terminar lo que empezaron. Alfred Jeropa nos mete en un probador que no es cualquier probador: camisas, alfileres, medidas… y el roce de unas manos masculinas que terminan tocando más de lo esperado. 🔥 SPOILER PAJERO: Cuando Matías le baja el pantalón y nota la erección escondida en el bóxer, todo cambia. Lo que parecía un trámite laboral se transforma en un juego íntimo de roces, miradas y cuerpos que se buscan hasta acabar juntos, sin reglas y sin mandatos. 📌 LEÉ LA HISTORIA COMPLETA – LINK: https://shorturl.at/Bkd81Ver más
PARTE 1 de 2 - RELATO PAJERO: 📲 LOS CHATS JEROPAS ENTRE EL GAUCHO Y LAUTI 😈📆 Día 1 - VIERNES El Gaucho: Hola… Lauti: Hola, bro q onda? El Gaucho: ¿Que tal, che? Cómo te llamas? Lauti: Muy bien, ¿que hacías?, me llamo Lautaro, vos? El Gaucho: acá ahora tranquilo, día muy largo en el campo… soy Jacinto… ¿vos sos de Bs As., no? Lauti: sí, de Palermo. ¿Vos del campo, campo? ¿Posta? El Gaucho: jajaja, sí, de campo adentro. Acá hay más vacas que gente. Lauti: ajajja posta? que lindo igual. Quiero conocer El Gaucho: cuando quieras, el tren te acerca y yo te busco 😉😉 acá siempre falta gente. Lauti: no sé si sirvo de mucho, soy re citadino… nacido y criado acá El Gaucho: jaja, eso lo vemos… por ahí me sorprendés. Lauti: No puedo creer que sos de la comunidad pajera, ¿no? El Gaucho: jajaja, sí de pajeros argentos ¿no te sorprendas tanto? Por algo estamos acá chateando. Lauti: sí, obvio… pero me dio curiosidad. El Gaucho: jajaj, tranqui. Me encanta la paja y el morbo, a vos? Lauti: También, obvio jajaja. Por eso entré. Buena onda… ¿A ver esa pija? Te animas a mostrar? El Gaucho: Acá va, papá 📸 [envía foto] Lauti: Tremendo, amigo🔥 Muy gigante se ve eso, un buen macho pajero 📆 Día 2 - SÁBADO El Gaucho: che, porteñito… estás?? ¿cómo estuvo tu día? Lauti: bien, tranqui. ¿El tuyo? El Gaucho: día de laburo intenso… terminé bañado en transpiración. Jaja, soy bien gauchito. Lauti: jajaja, uff ¿posta? Olor a macho entonces… El Gaucho: jajaja, ¿te gusta eso? Lauti: No se, capaz sí… jajaj. El Gaucho: mirá vos… interesante. Lauti: ¿y vos qué onda? ¿Qué te calienta a vos? El Gaucho: la verdad… me calienta la situación. No sé, hablar así como ahora me pone alzado. La tengo gomosa. Lauti: mal, a mí también… estoy medio duro ahora jaja. El Gaucho: jajaja, cheee… así me ponés peor. Lauti: jajaja, esa era la idea, gauchito… El Gaucho: uh Lauti… qué peligro sos, eh… 📆 Día 3 - DOMINGO Lauti: Gauchito estás? El Gaucho: acá estoy… esperando que aparezcas vos. Lauti: estaba en la cama… pensando en… El Gaucho: ¿en qué pensabas, che? Lauti: en vos, un poco… El Gaucho: ¿en serio? Mirá vos… Lauti: y sí, me dejaste pensando mucho ayer. El Gaucho: me imagino… vos a mí también me dejaste re manija Lauti: ¿posta? Contame… El Gaucho: ayer terminé con la mano ocupada antes de dormir… Lauti: ufff… qué imagen me diste. El Gaucho: jajaja, esa era la idea. Lauti: posta te re imagino, con tu olor de campo, bien a lo macho, salvaje… jeje El Gaucho: mirá vos, Lauti… me gusta que te cope eso. Mirá que yo soy bien rústico, eh… Lauti: jaja, mejor. Quiero olfatearte todo. El Gaucho: ufff, qué ganas, Lauti. Quiero que vengas ya acá y nos saquemos las ganas los dos. Lauti: sí, mal. Yo también necesito eso… El Gaucho: ¿te animás? Lauti: sí… quiero verte y estar en bolas juntos, por primera vez. El Gaucho: uff, me volviste loco ya… quiero ver esa cara que ponés. Lauti: yo quiero verte a vos, tocarte… olerte bien cerca. El Gaucho: ya estoy re duro solo de imaginarlo. Lauti: yo también… El Gaucho: Te mando audio. 🎙️AUDIO EL GAUCHO: “Mmm… Lauti… si supieras lo que te haría ahora mismo, nene… te tengo contra la pared del galpón, con ese lomito tuyo bien pegado al mío. Te agarro del cuello y te digo al oído todo lo que me calentás… CONTINÚA… ¿Querés saber cómo sigue..? Hacete el aporte y desbloqueá el encuentro más esperado. SPOILER ALERT: Lauti viaja al campo. El Gaucho lo espera en cuero. Se huelen, se frotan, se masturban piel contra piel. El olor, el sudor, la tensión… y un final explosivo con toda. 🔥 Para los que entienden que la calentura también entra por la nariz. PARTE 2 – https://shorturl.at/D8mHIVer más
PARTE 1 de 2 - RELATO PAJERO: 💪 NUESTRO PROFE NACHO 👱🏻♂️👨🏽🦱🧔🏻Sinopsis: Luis y Tobías entrenan juntos, se calientan juntos… y fantasean con su profe Nacho, el rubio imponente que domina el gimnasio de Parque Chas. Lo que empieza como un juego compartido entre pareja y pajas mentales, termina en una noche ardiente donde el deseo se hace real, los cuerpos se entregan sin límites y el sudor deja de estar solo en las pesas. Una historia de lujuria, complicidad y nuevas formas de amor masculino. 🔥 Nuestro profe Nacho es puro gimnasio emocional y físico. Con barra libre de placer. 💪 NUESTRO PROFE NACHO 👱🏻♂️👨🏽🦱🧔🏻 En el tranquilo barrio de Parque Chas el tiempo corría más despacio que en el centro de la ciudad, aquí todos los vecinos se conocen, se cuidan, comparten el día a día como si fuesen familia. En él funcionaba el gimnasio al que asistían Luis y Tobías, quedaba a unas pocas cuadras del subte, en una esquina florida donde todos los días la transpiración se mezclaba con música electrónica suave, el golpe metálico de las pesas y los gemidos contenidos de esfuerzo. Era un gimnasio de barrio, con buena onda, lleno de tipos que entrenaban fuerte pero sin boludeces. Ahí, Nacho reinaba. El entrenador estrella. Rubio, de melena semi larga y cuerpo perfectamente simétrico, Nacho no era solo un entrenador: era una figura. Alto, de voz serena, brazos tatuados y siempre con olor a macho musculoso mezclada con perfume amaderado. Sabía cómo corregir sin ser soberbio, cómo motivar sin gritar. Todos lo respetaban. Y varios lo deseaban, aunque pocos lo admitieran. Luis lo conoció primero. Empezó en las clases de spinning, de las siete de la tarde, que Nacho daba dos veces por semana. Luis, con su cuerpo robusto, barba tupida y una energía intensa que lo rodeaba, no pasó desapercibido. En la segunda clase ya estaban charlando entre series. En la cuarta, Nacho se sabía su nombre. Tobías, en cambio, lo conoció después. Entrenaba musculación por la mañana, en otro turno. Era venezolano, de cuerpo moreno, definido, y una voz ronca que hacía girar cabezas. Aunque era más joven, tenía una actitud madura y tranquila, y pronto conectó con Nacho por la forma de entrenar. Técnica, dedicación, pocas palabras. Luis y Tobías eran pareja, aunque no lo exponían demasiado en el gimnasio. Cada uno tenía su espacio, pero compartían charlas, anécdotas y un código silencioso. Un día, entrenando pecho, Tobías mencionó a Nacho. Luis se rió. —¿También te clavás pajas mentales con el profe? —¿También? —contestó Tobías, levantando una ceja—. ¿O sea que vos…? Desde ahí, la conversación creció. Las fantasías dejaron de ser silenciosas y se convirtieron en juego entre ellos. Comentaban los movimientos de Nacho, los gestos, su forma de apoyar las manos al corregir una postura. En casa, en la cama, lo traían a la conversación más de una vez. Fantasías compartidas. Escenarios hipotéticos. Deseos no resueltos. Con el paso de los meses, la relación con Nacho se fue afianzando. Un mate compartido, una conversación en el vestuario. Una charla de más después de una clase. Mensajes por Instagram, donde empezaron a cruzarse reacciones y stickers con dobles intenciones. Risas. Guiños. El terreno se iba preparando, aunque ninguno lo sabía del todo. Luis y Tobías comenzaron a invitarlo a planes sociales. Una birra después del entrenamiento. Una pizza un sábado por la noche. A veces Nacho aceptaba, otras no, pero siempre dejaba la puerta abierta. Hasta que llegó aquella fiesta en la terraza del dueño del gimnasio. Un cumpleaños informal, mucho calor, tragos y piel al aire. Y el cruce. Ese cruce en la cocina, entre botellas vacías y música baja. La charla que se alargó, las miradas más lentas, el roce al pasar. Y la propuesta inesperada: —Nacho, ¿querés venir a casa un rato? Y Nacho aceptó. Ahí fue cuando todo lo imaginado, lo hablado, lo fantaseado... se volvió real. CONTINÚA… Disponible solo para quienes se animan a terminar lo que empezaron. Para saber qué pasó esa noche con Luis, Tobías y su profe Nacho, dejá tu aporte y descubrí cómo tres cuerpos ardientes pueden desatar una tormenta de deseo en la intimidad del hogar. 🔥 SPOILER PAJERO: Aparece un juguete… Jeje. Lo que parecía una fantasía compartida se volvió una entrega total. Sudor, lenguas, juguetes y una conexión que cruzó todos los límites del gimnasio. Esa noche, Nacho se dejó entrenar por primera vez. 📌 PARTE 2 - LINK: https://shorturl.at/qa9hdVer más