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Revelarte / Bárbara B.

Arte
Invitame un Cafecito

Hasta las raíces.

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Hoy soñé con mi abuelo, armábamos unas plantitas para poner en un mueble. Cactus y suculentas la mayoría. Vi colores. Pensé en las raíces, en las suyas y las mías, y me di cuenta que no se tanto como quisiera, que pocas veces escuché hablar a mi abuelo de su mamá o de su papá, básicamente de su historia. Solo hablaba de su hermana ( sin mucho detalle) a la que le tenía un amor que también se le notaba en los ojos, pero que siempre era distante, no solo en los km que los separaba. Observo una incapacidad a demostrar afecto, a hablar en profundidad. Todo se daba por entendido, todo era superficial y de trabajo en sus conversaciones, todo se mantenía dentro de los parámetros de lo correcto. Ella con mucho más carácter que él y siempre maquillada. Siento que detrás de mi familia hay un silencio enorme que claramente no puedo descubrir de donde viene, pero que sin dudas en mi hace mucho ruido. Un ruido que me hace pensar en los casos de adicción que hubo en nuestras familias, en cómo reaccionaron ante esas adicciones, lo que hicieron y lo que no, pero sobre todo lo que ocultaron. Lxs escucho hablando de otros adictos como si sólo fuera algo ajeno, tengo las conversaciones en mi mente y recuerdo pensar lo hipócrita que me parecía que hablen del adicto que está afuera. Lxs adictxs son portavoces, son el síntoma de una familia enferma, de todo eso que se calla y se oculta. Lxs adictxs también incorporan conductas de esas escenas primarias, “pero si mis abuelos no consumían nada”, me digo y en ese instante entiendo lo que resonó en mi cuando pensé en las vacaciones de mi abuelo el otro día y en las de mi familia, y lo que comprendo es que mi abuelo fue un adicto al trabajo por mucho tiempo, más tiempo del que seguro pudo disfrutar algunas pequeñas cosas, sin embargo siempre hizo intentos por no perderse de eso. Era otra época, las pequeñas cosas quizás no habían sido resignificadas como ahora, seguramente no. Probablemente una corriente de mandatos lo empujaba fuerte a ser y tener todo lo que se debía. Pocas veces lo escuché enojarse, no puteaba, no explotaba. Se resignó. Todo lo que no sale se queda adentro, entonces el día que se cae se le hace un coágulo en la cabeza que no lo dejaba ni leer, ni trabajar, ni moverse muy bien. Lo operan y sale bien (no igual), pero queda con medicación - la medicación de la revolución - mi abuelo de ese momento puteaba, se enojaba y además se separó de mi abuela. Yo amé esa versión de él, más que a las otras versiones. Cuando dejó las pastillas volvió a la vida anterior, aunque ahora sí vacacionando un poco más. De todas formas se murió, en la calle y al lado de mi abuela, y probablemente de un acv, o eso dijo una médica que estaba por ahí. El silencio enferma. Mi abuelo fue la persona mas magnífica de mi vida, lo recuerdo hermoso, lo recuerdo presente. También lo veo ausente en su presencia, hubo algo que se quedó con él, que no pudo sacarlo, hizo lo que pudo, como todxs.
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