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𝗘𝗹 𝘂́𝗹𝘁𝗶𝗺𝗼 𝗽𝗼𝗲𝘁𝗮
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El arte hace los versos, pero sólo el corazón es poeta.
- Andrea Chénier
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Ya no hay Troya que conquistar para recuperarte ni épicas batallas para luchar con tenacidad bravía. No puedo más ser el héroe de tu historia y morir en el campo de batalla pronunciando tu nombre...
…
No hay ya más circo romano ni leones. Ya no puedo ser el gladiador que admires desde las gradas del Coliseo, por salir airoso de la condena del Emperador. Ya no puedo matarlo y marcharme de esta vida con honor dando un último suspiro en tus brazos.
Ya no hay caballos blancos a los que subirse para cabalgar raudo a tu rescate. No hay más indios que te atrapen ni hogueras de las cuales sacarte justo a tiempo.
No. Ya no.
No hay más carruajes para ir a buscarte ni calabazas para convertir en carrozas. Tampoco hay más zapatos de cristal para probar hasta encontrarte.
No hay más dragones con los cuales pelear para salvar a tu pueblo, para llegar herido después de la batalla y conseguir así la gracia de tu sonrisa.
No existen más brujas que te hechicen y te duerman en algún bosque perdido ni tengo ya el poder en mis labios para despertarte.
No hay más ciudades que conquistar en tu nombre, ni cascos ni espadas ni sables.
Ya no hay armaduras ni lanzas para batirme a duelo en una justa medieval por el derecho a cortejarte. Ni caballeros con los cuales enfrentarme.
No hay más mazmorras a las que treparse. Ni cadenas que romper para liberarte.
Ya no hay bosques en Sherwood donde encontrarme con vos a escondidas para declararte mi amor.
Ya no hay siquiera capas que poner sobre los charcos ni barro en las calles de los que protegerte. No tiene más sentido alguno caminar con vos siempre atento a que estés del lado de la pared, aun cuando siga haciéndolo. Ya nadie más lo hace. Ya casi nadie sabe de dónde viene esa costumbre.
Ya nada de eso existe, ya nada de eso tengo.
Pero tengo éstas, mis letras.
Mis letras son mi soga a tu balcón. Son mi caballo y mi carruaje.
Mis letras son mi bastión, mi fortaleza. Son el castillo donde protejo la pureza del romance, el eterno cortejo, la permanente búsqueda de tu sonrisa como el más alto premio a mi devoción. Acá soy el rey sometido voluntariamente a los deseos de su reina, soy el caballero andante dispuesto a luchar con los dragones que amenacen tu vida, el héroe siempre dispuesto a cabalgar por tus sueños.
Las letras son mi armadura, mi lanza, mi espada. Las letras son, amor mío, mi caballo de Troya.
Son mi coraje, mi honor y mi hombría.
Son mi rodilla apoyada en el piso en espera de que me nombres caballero de tus tierras.
Por eso, en esos días en que detengo el tiempo por un instante tan sólo para poder contemplarte, en esos días en los que logro atravesar tu belleza y te veo el alma, es tan maravilloso lo que allí hay, que voy en busca del caballo, la lanza y la armadura. Traigo del bastión toda la poesía protegida y la pongo en letras. Letras que revoleo en el aire, sin orden y sin gracia, con el único fin
y pretendida nobleza,
de ser el caballero que las pone a tus pies…
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