El contenido a publicar debe seguir las normas de contenido caso contrario se procederá a eliminar y suspender la cuenta.
¿Quiénes pueden ver este post?
Para crear un post para suscriptores primero debes crear un plan
El prejuicio como argumento
Previo a relatar los hechos que se dieron en esta reunión, quiero hacer un breve descargo sobre los encuentros de amigos prometidos o planeados que nunca se dieron. De ahora en más las “no juntadas”. Es muy común, que luego de que un grupo de amigos o amigas se hayan encontrado para una comida, algún festejo, o bien, un encuentro circunstancial en el subte, se prometan o revivan la posibilidad de verse más a menudo, el famoso “tenemos que vernos más seguido”. Está de más decir que esas reuniones espontáneas, en la gran mayoría no se terminan concretando. A mi entender esto se da por la vorágine en la que vivimos, entiéndase: laburo, noviazgos, distancias geográficas o simplemente ganas. Las “no juntadas” están muy de moda y se hacen eco en memes, chistes o algunos tímidos reproches. Para evitarlas, desde mi humilde opinión, es clave pactar una fecha de encuentro concreta, lugar y fecha; también es muy importante coordinar bien horarios, si la juntada es más de dos personas. Así y todo, por más simples que parezcan las directivas mencionadas anteriormente, siempre termina siendo un laburo fino y desafiante llevarlas a cabo. Mi deseo para el lector o la lectora es que estas “no juntadas” sean cada vez menos.
Casi sobre las 21:00
Habían decidido hacerlo en la casa de Saavedra porque les quedaba cómodo a casi todos. Además, eran pagos que traían nostalgia y todos somos vulnerables a eso. El timbre sonó y el anfitrión se precipitó a atender.
“Soy Recoleta”, se escuchó del otro lado del portero electrónico.
Bajó a abrirle. Del otro lado de la puerta de acrílico estaba ella, elegante, muy maquillada y con una expresión en el rostro que mezclaba el miedo y algún desprecio. Cuando lo vio bajar a Saavedra, se sonrió genuinamente.
“Está lindo el depto, lo tenés bien cuidado”
“Se hace lo que se puede, no me gusta el despelote, me gusta estar tranquilo”
“¿Vienen todos?”
“Me confirmaron que sí”
Después de charlar un rato sobre cosas triviales, Saavedra puso una lista de reproducción, su favorita, con canciones del Polaco Goyeneche y otros tangos que sonaban al azar. Al cabo de unos minutos sonó el timbre nuevamente. Llegó Belgrano.
“No sabía dónde estacionar el auto, así que lo dejé en la cortada de la esquina, ¿es seguro por acá no?”, preguntó el recién llegado.
“Tranquilo, acá nunca pasa nada, te lo aseguro”, le contestó Saavedra mientras destapaba un vino que había comprado en el almacén de abajo.
El saludo entre Recoleta y el que llegó fue bastante amable y afectuoso. Belgrano siempre sintió algún tipo de atracción hacia ella, pero se retraía porque le parecía demasiado chapada a la antigua, lo que le volvía a reavivar esa atracción es que de a ratos, la sentía moderna. Como bien sabía que iba a estar ella en la juntada, se había puesto su mejor chomba Kevingston, una de color verde oscuro y el pantalón de gabardina beige.
“Siempre fachero vos, nene”, le comentó la dama.
“Para nada, recién salgo de la empresa, hoy fue un día de locos, igualmente gracias por el cumplido”.
Saavedra, como para no sentirse un celestino, mientras les entregaba las copas con tinto a cada uno, interrumpió y les preguntó si les gustaba el pimentón dulce. Se disponía a cocinar una salsa.
“Si tiene mariscos, por mí está bien”, contestó Recoleta
“Adhiero, pero, ¿no te parece mejor que pidamos pizza?, contestó el galante.
“No, por favor, son mis invitados y ya tenía planeado cocinarles”, replicó el anfitrión
Los dos invitados dieron el visto bueno y comenzaron a rememorar épocas pasadas. Recordaron aquella vez que a Saavedra lo confundieron con Nuñez. Fue en un corso cerca del Parque Sarmiento, un intendente que iba a realizar el cierre del evento intentó homenajear al viejo Nuñez y terminaron llamando al escenario al no tan jóven Saavedra. El bochorno fue total. Las carcajadas se apersonaron entre los dos amigos hasta que, de nuevo, sonó el timbre.
“Debe ser la nena”, comentó Belgrano.
“Villurca no viene…”, contestó el dueño de la morada.
“Me imaginaba, la moda no es para todos”, tiró Recoleta y le dio un sorbo a su copa.
La puerta se abrió y junto con Saavedra, entró Caballito. Tenía unos Levi´s clásicos, zapatos negros, camisa de textura áspera y una campera de cuero bastante vieja pero en buen estado.
“La próxima hacemos en casa, no saben lo lindo que está quedando todo…”, comentaba mientras se dejaba la campera en el respaldo del sillón.
“Sí, me comentaron, me alegra que estés creciendo”, complementó Belgrano,haciendo un ademán de brindis.
“¿Pensé que venías con tu amigo?”, inquirió Recoleta con sorna, que ya estaba un poco entonada.
“¿Cuál de todos?, estoy rodeado de gente amiga siempre”
“¿Te gusta el pimentón dulce?, voy hacer tirabuzones con bolognesa, se me terminaron los spaghetti”.
“¿Fideos vamos a comer?”, exclamó indignadisima Recoleta.
“Cuando venía para acá, me lo crucé a Palermo Soho, estaba re amanecido”.
“No creo que llegue, debe tener resaca y seguro se quedó con alguna mina el pendejo”, agregó Belgrano mientras revoleaba los ojos.
“O con algún tipo…”, agregó venenosa Recoleta.
“Bueno gente, somos los que estamos. ¿Me dan una mano poniendo la mesa?”.
Después de comer, pasaron a tragos. Saavedra tenía de todo. Belgrano prefirió un whisky “on the rocks”, como le gustaba decir. Caballito optó por un fernet bien cargado. Recoleta preguntó si había champagne, ante la negativa optó por una copa de vino blanco dulce y el anfitrión se sirvió una Hesperidina.
“¡La huésped que tenes mamita eh!”, comentó malicioso Belgrano a Recoleta
“De política por favor no”, pidió compungido Caballito mientras Saavedra ya se descostillaba de risa
“No está nunca la doña, me parece que anda por el sur”, contestó la dama levantando el guante a la pregunta
“Y...le conviene”, acotó Belgrano.
“Igual vos no te podés quejar, cada hijo de puta se te hospeda”, redobló la paquetona
“Listo, lo dijo”, aplaudió, literalmente, Saavedra.
Después le vino una pasada de factura a Caballito, porque le tiró los galgos a Monserrat mientras, todavía, andaba con San Cristóbal. Ligó también Belgrano, al que le recordaron que en pleno Shabat le hizo subir tres pisos a Villa Crespo. Desde ese día que no se dirigen la palabra.
“Abajo está San Telmo, le voy a abrir”. Cortó la cháchara Saavedra.
El viejo Telmo no cayó solo, vino con un muchacho francés que había conocido esa tarde. Lo que escabiaba el galo era titánico. Estuvo callado desde que entró al departamento. Entre los amigos se preguntaban si era mudo o no sabía nada de español.
“Cómo extraño la avenida Caseros”, le dijo la chetona a Telmo.
“Venite cuando quieras, abrimos unos lindos bolichitos. Lo que sí, no caigas con muecas de horror cuando veas a los artistas de Lezama”.
“Aaaah, pero vos sos un desubicado, cuanto prejuicio. Y eso que recién llegás”.
“Señorita de calles con arquitectura europea, todos los que estamos acá somos la expresión y el argumento del prejuicio”, le añadió Belgrano.
“No más alcohol para estos dos”, agregó Caballito y tiró un par de hielos en el vaso para el próximo fernet.
El francés seguía mudo. En eso suena el timbre y San Telmo dice:
“Palermito viejo nomás…”
“¿Cómo sabés?, le pregunta anonadada Recoleta.
“Mística, negrita…”, le contesta con voz de sabio
“Negrita será tu tía”, le retrucó la madame.
Saavedra le pidió a Caballito que atienda, porque ya se había cansado. Este accedió y fue. No volvió sólo, entró con Palermo Soho. Tenía un pork pie en la cabeza, remera de Van Halen y unos jeans achupinados que estaban a punto de asfixiarle las pantorrillas. Se lo notaba bastante agitado y sudoroso.
“Perdón, la re colgué, es que un amigo me invitó a una muestra de películas en VHS”
“Me cago en la puta”, reaccionó Belgrano
“¿En que viniste?, ¿ a trote?, inquirió Saavedra
“Es que me vine en bicicleta, una de caña de bambú artificial...es para no contaminar”, explicó.
“Bue…”, agregó Recoleta
“¿Contaminar qué cosa?”, preguntó realmente interesado San Telmo.
“El medioambiente, cuidado del planeta”, se adelantó explicando Caballito
“Exacto”, apoyó el recién llegado.
“Che quedó como para un plato de fideos con salsa de carne…”, ofreció el anfitrión
“Te agradezco, me estoy tratando de convertir en vegano”.
“¡Te felicito!”, saludó San Telmo que hace rato se había convertido al veganismo.
“Les traje unos regalitos…”, dijo el jovén del Soho y sacó del bolsillo seis porros.
“Ufff… a Reco no le den que ya está dada vuelta”, bromeó Caballito.
“¡Calmate las tetas!... a ver pasame uno que hace mucho que no fumo, ¿flores no?”, contestó la dama.
“Obvio, Reco, esta es una Sattiva Mummae. La traje de California”.
“Bueno, bueno, mucho ruido y poco olor a arveja quemada”, dijo Saavedra y arrancó uno.
Mientras el francés que había llegado con San Telmo estaba tirado en una silla medio dormido, los amigos fumaban y reían. Saavedra se levantó a recargar el vaso con vermú y quedó como un espectador desde una tertulia imaginaria. Le pareció que por más que se vean cada muerte de obispo, todo seguía igual, hasta el francés dormido en una silla, formaba una parte casi imprescindible de ese “paisaje” . No pudo evitar que se le dibuje una sonrisa. Volvió al grupo y con el vaso en mano, levantándolo bien alto, mientras todos lo miraron y prestaron suma atención, dijo:
“Por más juntadas como éstas, ¡Salute!”
Ver más
Compartir
Creando imagen...
¿Estás seguro que quieres borrar este post?
Debes iniciar sesión o registrarte para comprar un plan