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Ale , danza y yoga

Arte
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La hegemonía y la falta de representación

Antes que nada ESTE NO ES UN ATAQUE A LAS PERSONAS HEGEMÓNICAS. Sí al valor que se le da a la hegemonía. Modifiqué MI propia foto pq JAMÁS haría esto con la imagen de alguien más. Estamos acostumbrades a seguir un modelo existente, no tenemos tanto control sobre esto ya que depende bastante del sistema en el que vivimos. No hay oportunidades para todes, lamentablemente esa es una realidad y no una difícil de cambiar. Hace unos años lucho y trato de amigarme con el ambiente orientalista, la visión occidental, fantasiosa de la danza del vientre. Hay días en los que estoy bien y otros que no, trabajar de bailarina y profesora es muy difícil cuando, al mismo tiempo, querés respetar tus preferencias, tus valores, tu visión de la danza y estos van muchas veces en contra de ese sistema. Lucho también con las ganas de vocalizar esta bronca o no, porque a veces hacer públicas tus opiniones te perjudican: a veces es mejor mantenerse en silencio, hablar como hippie o repetir obviedades cuando alguien más ya lo dijo. No busco ser heroína ni cargar una bandera que no me corresponde, no busco popularidad ni que se me ponga de referente. Lo único que quiero hacer es vomitar un poco del peso que cargo porque si no se me hace todo muy cuesta arriba. Como comunidad hace unos años se nos hizo un pedido, cambiar el nombre del estilo. Al día de hoy, todavía hay quienes se niegan y se excusan para mantener el mismo camino. Se comenzó a hablar de hegemonía y se destapó otro bardo. Hay que hacer una diferencia: una cosa es tener un cuerpo hegemónico en la sociedad argentina y otra es un cuerpo hegemónico en la danza del vientre, tanto fusión como bellydance. Yo, por ejemplo, mi cuerpo – no mi apariencia, mis medidas – corresponden a un cuerpo hegemónico. En la danza no, ni mi apariencia ni mi cuerpo. No soy hegemónica para la danza desde los 17 años. Bailo de forma profesional hace unos 6 años (dejé otros trabajos para dedicarme a full a esto), compartí y comparto tiempo con muchísimas bailarinas (no voy a hablar de masculinidades), he visto a colegas haciendo dietas forzosas para mantenerse delgadas, a otras llegar al punto de casi desmayarse o desmayarse por olvidarse de comer o no hacerlo a propósito para no bailar hinchadas. Incluso me puse a dieta días antes de un evento para estar más deshinchada, ese día me indispuse, me inflé un montón y lloré por tener que bailar así. He visto a bailarinas hablar con total naturalidad como si no fuese grave, sino hasta recomendable, sobre anorexia y bulimia. También a otras consumir más alcohol que comida para parecer “divertida” en el escenario y mantener “la figura” (el no consumir comida para beber alcohol y mantenerse delgade se llama alcohorexia). Muchas operándose para parecer más jóvenes y delgadas, porque de otra manera perderían alumnes y seguidores. DEMASIADAS cargando la bandera de “gorda” o “curvy” por tener las caderas más grandes que las tetas. Repito, no estoy acá para ponerme en ese lugar. No soy gorda, no soy curvy a pesar que mis caderas midan más que mi cintura escapular; pero tampoco entro en el modelo hegemónico de danza del vientre occidentalizada: pelo largo, costillas y crestas ilíacas marcadas, dentadura perfecta, pelo largo, brazos delgados, blanca, joyas y telas que no nos pertenecen y que realmente no respetamos lo suficiente. La hegemonía nos caga el cerebro a todes, tanto a quienes luchamos para hacernos un lugar sin serlo así como quienes se esfuerzan de forma constante para serlo. También para quien se deprime o menosprecia por no ser hegemónica y para quienes no quieren aceptar serlo. El problema no es ser hegemónica, el problema es el valor que se le da. Cuando sos hegemónica tenés más posibilidades de conseguir trabajo, pero ¿por qué? En un ambiente tan chico como la danza del vientre fusión - fcbd creo yo que no tiene sentido. El belly es otro mundo porque esta muchísimo más comercializado, triste e históricamente tienen más trabajo quienes son hegemónicas e incluso quienes no son de países orientales. Pero en fusión/fcbd en Argentina donde quienes son público también bailan, enseñan y/u organizan eventos mantengamos este valor de adorar lo prefabricado, la idealización de la apariencia por sobre el arte me parece realmente estúpido. Nos estamos perdiendo de conocer a otres artistas, otras formas de trabajar. Perdemos público y futures profesionales porque no hay diversidad. La representación importa: si lo único que veo arriba del escenario son siempre a las mismas personas, el mismo estilo de vestuario, los mismos pasos – no el tipo de movimiento, los pasos o combos -, entonces es fácil creer que ese mundo pertenece sólo a ese tipo de personas. Pasa en todas las actividades artísticas. Parte del consumismo en el que nos metimos nos enseña justamente eso: querés dedicarte a esto, entonces te tenés que ver “así”. Sucede hasta en las empresas, si querés trabajar para una empresa de arquitectura no te vas a vestir como para trabajar en una estación de servicio (¿?). Es muchísimo más fácil tener alumnes y seguidores si sos una mujer blanca, delgada, con una apariencia sensual no hipersexualizada, con curvas que se marcan al igual que las costillas y las crestas ilíacas, sabiendo tapar tus “imperfecciones”. Repitiendo una y otra vez los mismos pasos mientras hablas de autodescubrimiento manteniendo un discurso de princesa de Disney: EEEEEEEXITO ASEGURADOOO. Y como tenés que competir con otres, porque otra no te queda, decidís ser inteligente: no tirar mierda, PERO JAMÁS compartir el contenido de alguien más a no ser que de alguna forma te beneficie. En Argentina, por ejemplo, compartiendo y etiquetando de forma exagerada a bailarinas extranjeras, pero jamás haciendo lo mismo con alguien local a no ser que ese alguien te esté haciendo un favor. Trabajamos en un ambiente que crearon algunas pocas personas y en vez de modificar lo que la historia nos enseñó que está mal, lo seguimos arrastrando. No hay lugar para lo diferente, y si lo hay no se lo respeta ni se lo premia de la misma forma. Si baila una gorda le dicen que es una fuega y la felicitan por animarse a bailar, hasta después son capaces de dar un discurso de como “la danza es para todas las cuerpas”. Pero más le vale a esa gorda ser simpática y no andar bardeando a la hegemonía porque, así como se le abrió UNA puerta, se le cierran miles. Como Chubutense viviendo en Buenos Aires hace años, lo mismo sucede cuando no sos de Buenos Aires: mejor que hables siempre de forma agradecida, sino pasas a ser una provinciana rencorosa. Ejemplo, tienen de ídola a una bailarina que se niega a usar Fat Chance Bellydance pq su búsqueda pedorra de google le dice que FAT es gorda y ella no es gorda. Copian los mismos vestuarios y combos, se cagan de hambre y hablan de cómo hay que entrenar todos los días, aunque sea un ratito sin pensar en qué carajo transmite realmente su mensaje. No observan sus propios privilegios antes de dar recomendaciones, ni siquiera se forman como docentes antes de dar clases porque si lo hicieran entenderían que no todos los cuerpos se mueven de la misma forma, tenemos que hacer adaptaciones individuales y eso no es un problema, es una realidad. Son capaces de excusarse en “no fue mi intención, no se lo tomen personal” en vez de aprender de sus errores y cambiar el discurso. Otra vez: resulta más fácil mantener las cosas como están, que alguien más haga el cambio y cuando ya sucedió hablar de cómo les parece re bien y siempre lo apoyaron. Cambiar el discurso hegemónico es MUY necesario en un ambiente que ya se ve golpeadísimo por la apropiación cultural y por el robo de contenido entre colegas. Es necesario que nos actualicemos de forma constante, que nos hagamos cargo de lo que hacemos y también de lo que no. Todes somos un poquito hipócritas, lo bueno es darse cuenta cuándo y cómo para cambiarlo: les puedo asegurar que si abriera un perfil falso con mi foto versión hegemónica no sólo superaría los 1000 seguidores, sino que podría trabajar de esto tranquilamente sin tener que esforzarme tanto. El cambio es individual y grupal.
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La hegemonía en la danza

Reflexión sacada de mi cuenta de IG Estuvimos hablando de hegemonía EN LA DANZA en mis historias, me llegaron unos relatos tremendamente dolorosos. Comentarios de profesores reconocides diciéndole a sus alumnes que tenían que adelgazar ya sea para continuar en la escuela o para bailar, o directamente no dejando que sean parte de una presentación por ser gordas. Hablando sobre salud, sobre lo que es correcto y lo que no solamente por la apariencia física de les demás. Mucho "jodete" poca reflexión. Muchas bailarinas no hegemónicas que fueron rechazadas en algún punto por no serlo y muchas hegemónicas que nunca tuvieron ese tipo de experiencia. Nos falta crecer muchísimo como comunidad, en todas: belly, fcbd, fusión: hay mucho más trabajo para las profesoras y bailarinas que se acercan más al modelo, a las llenas de joyas, a las blancas que para el resto. Se valora más la imagen que el contenido. Entendamos que hay personas que dejan de bailar porque no cumplen con estos rasgos hegemónicos porque la opinión general que reciben es que no perteneces al mundo de la danza. Tenes que tener un cuerpo determinado, ser carismaticx, apoliticx o un toque rebelde pero manteniendo una opinión bastante popular para no caer mal, para ser considerade artista, hasta para poder bailar como hobbie. Hay una falta de responsabilidad total de profesores, bailarines, organizadores y público en general. Si no sos parte de este modelo, se te cierran las puertas y sólo te las abren a algunes amigues, si estas dispueste a regalar tu trabajo, si preferís seguir y copiar al resto y si te dejas explotar por desesperación de ser aceptade y queride. Hasta una parte de quienes no son hegemóniques y sufrieron en algún momento de sus vidas esa discriminación se ponen con el dedito acusador a decidir quienes son les mejores del país, de Latinoamérica y del mundo desde la visión meramente consumista. Si queremos que las cosas cambien entonces tenemos que ser parte del cambio día a día, no esperar a que alguien más lo resuelva por nosotres. Cuestionarle a nuestres amigues, alumnes, colegas por qué prefieren seguir por este camino; cuando atestiguamos un maltrato de une profesore a une alumne no quedarse en silencio, y si no estamos preparades para la confrontación por lo menos acompañar a esa persona para que no sienta que es su culpa. Dejen de celebrar a artistas que se mantienen en posturas tibias, hipócritas o en silencio. Menos que menos dejen de apoyar a quienes son conocides por ser crueles, injustxs, misóginxs. Escuchen las voces que hace años nos piden a gritos un cambio, salgamos de la postura cómoda y arriesguémonos de verdad. Y a quienes piden que seamos pacientes, que no nos enganchemos, que demos tiempo, que se hace desde el amor: reflexionen sobre sus acciones y sobre lo que generaron. Es mucho más fácil acusar a quien no tuvo oportunidad sobre lo que le falta que ver que hicimos para ayudar a que las tenga o perjudicar para que no. Enlace: https://www.instagram.com/p/CQtg9-mFQX0/?utm_source=ig_web_copy_link
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Vacía tu taza

Cuenta la leyenda que el maestro estaba bebiendo té tranquilamente cuando el guerrero llamó a su puerta. Azorado por haber subido corriendo los muchos escalones que llevaban a la puerta del anciano, el guerrero se sentó frente a su anfitrión tan pronto pudo. Devoró con ansia las bolas de arroz que el maestro le ofrecía como cortesía y, con la boca aún llena, comenzó a explicar todos los títulos y trofeos que había acumulado con los años. El guerrero era joven, pero se había dedicado con fruición a sus tareas, por lo que atesoraba suficientes relatos y galardones como para mantener al anciano escuchando mientras el sol caía y se fundía con el lomo de las montañas. Ya era noche cerrada cuando el joven guerrero terminó de contar sus hazañas. “Maestro” -dijo entonces- “He venido a que me enseñe los secretos del conocimiento zen”. El anciano venerable le miró por encima de sus lentes de media luna y calló. En silencio, ofreció al guerrero una taza de té y comenzó a verter el líquido de una tetera pequeña y reluciente. Con aire distraído, como sin darle mayor importancia, sirvió el té hasta que la infusión rebosó la taza, derramándose por el costado del recipiente y manchando el mantel, la mesa y el suelo. “¡Maestro! ¡La taza ya está llena, no puede seguir sirviendo té!”, advirtió el impulsivo guerrero. “Exacto” -respondió su interlocutor- “Usted ha venido a mi casa para estudiar mis artes, pero ya trae la taza llena, ¿cómo creyó que podría aprender algo?”. Ante el silencio confundido e iracundo del guerrero, el maestro prosiguió con tranquilidad: “A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada”.
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