Transformar en arte la rutinaEn una entrevista con el periodista Javier Aznar, Xabi Alonso compartió una anécdota interesante. Reveló que la imagen de fondo de su celular era una obra icónica: “Muchacha en la Ventana” de Salvador Dalí. La tenía ahí porque, cuando era niño, solía ver esta pintura en la pared de su hogar y, en su ingenuidad infantil, creía que era una fotografía de su madre. Esta obra es uno de los múltiples retratos que el pintor realizó de su hermana, Anna María. Dalí logró transformar la rutina de su hermana en arte a través de esta obra, y luego, el joven Xabi, al mirar esta imagen, evocaba la cotidianidad de su madre observando el mundo desde la ventana de su casa en Donostia. La capacidad de convertir la rutina en arte era algo que Xabi Alonso ya demostraba como jugador. Su ética de trabajo y su dedicación en los entrenamientos se traducían en trazos de colores que embellecían el campo en cada una de sus intervenciones, ya fuera un control preciso o un pase magistral. Hoy, como entrenador del Bayer Leverkusen, Xabi Alonso sigue manteniendo esa misma filosofía. Lo que anota en su libreta y luego comunica en el campo de entrenamiento se convierte en arte cuando los jugadores lo ejecutan en el terreno de juego. Él comprende plenamente que son los intérpretes quienes realmente importan. En sus propias palabras: “No deseo que sea el Bayer de Xabi, quiero que esto sea un equipo”. El Bayer Leverkusen logra dominar tanto el tiempo como el campo gracias a su enfoque en la presión para recuperar el balón y mantener la tenencia del mismo. Sin embargo, Xabi Alonso es consciente de que esto no debe ser superficial. Como él mismo afirma: “El problema no radica en los pases cortos, sino en limitarse a jugar solo con el balón y olvidarse de atacar los espacios”. A pesar de que es el tercer equipo con el porcentaje más alto de posesión, es el que genera la mayor cantidad de ocasiones de gol. La confianza de los jugadores en su entrenador, en su filosofía, y en su labor potencia sus propias cualidades. Esta confianza es evidente en jugadores como Boniface, quien tiene la seguridad de anotar cada vez que visualiza el arco, o al brindarle a Florian Wirtz la libertad creativa que su innegable talento merece. Como bien canta el trovador cubano Silvio Rodríguez, “Los amores cobardes no llegan ni a amores ni a historias”. Xabi Alonso comprende que para evitar que la rutina se convierta en tedio, se debe ser valiente. Lo demostró cuando su equipo miró de frente al Bayern Munich sin bajar la mirada, incluso en el mismísimo Allianz Arena, donde tantos desafiantes llegaron con más arrogancia que coraje y fueron doblegados. El camino es largo, y todos sabemos que en la Bundesliga compiten 20 equipos, pero el Bayern Munich siempre se alza con la victoria. Sin embargo, Xabi está creando una obra digna de ser exhibida en un museo.Ver más
Blue MondayHace varios años, un viejo amigo llamado Juani me dijo: “El Barcelona de Guardiola era como el inicio de ‘Blue Monday’”. En esa sencilla frase encontré la definición más perfecta y descriptiva de cómo jugaba ese equipo, incluso superior a cualquier análisis táctico que pudiera encontrar en Twitter. La memoria emocional parece funcionar mejor con la música, y en mi mente surgieron imágenes de Messi, Dani Alves, Xavi e Iniesta pasándose la pelota al ritmo de la secuencia de sintetizadores de New Order. “Pa Pa Pa Pa” suena ante cada pase que se va acelerando — “Papapapa” — en los metros finales. ¡Gol del Barcelona! En 1983, Kraftwerk transformó el lenguaje del Tour de France (subidas, sprints, llano, pulsaciones, respiraciones) en un lenguaje musical, logrando una traducción perfecta que lo convirtió en una obra maestra. De manera similar, el fútbol también posee sus propios sonidos y ritmo que nos hacen vibrar. El sonido de la pelota al ser impactada con precisión, o el choque que resuena al encontrar la humanidad de un defensor que se interpone o el choque de piernas en una disputa. El fútbol va forjando su propia sinfonía. Cada entrenador compone su partitura única para que los futbolistas la interpreten; algunos con una maestría exquisita, mientras que otros se adentran de manera más tosca, como quienes empiezan a tocar la flauta en sus primeras lecciones para lograr un “2x10”. También están aquellos que anhelan que sus sonidos se destaquen con singularidad. Sin embargo, es la armonía gestada lo que pinta un paisaje de colores que deleita nuestros sentidos y acelera nuestras pulsaciones. Nuestro grito de “¡Gol!” hace estremecer al mismísimo Apolo, como ese estribillo en el que la banda hace silencio para que lo cante el público. Todo lo creado parece converger hacia ese momento culminante de éxtasis. En cambio, el “Uuuh” es tan frustrante como Nirvana tocando los primeros acordes de “Smells Like Teen Spirit” para luego cambiar a otra canción. Un entrenador argentino solía inculcar que su equipo “no debe jugar al ritmo de los bombos”. ¡Y con razón! Los protagonistas deben ser los que creen el ambiente, como una banda de punk cuyos acordes vertiginosos transforman el simple movimiento en el lugar en un salto, luego en un arrebato colectivo, culminando en un pogo de cuerpos sudorosos, revitalizados por el éxtasis sonoro. La individualidad se disuelve en la masa, creando una comunión entre la multitud y los artistas, como un rito mágico tejido en la melodía. Cada equipo tendrá su propio sonido: algunos evocarán la samba, otros la bachata, el rock progresivo, el grunge o incluso óperas que narran las travesías de un guerrero solitario. Cada partido es una canción y cada temporada es un disco que podemos guardar en nuestra memoria. Por eso, para aquellos que llegaron al final de esta reflexión, les dejo una pregunta: ¿qué equipos componen la playlist de su vida?Ver más
CambiosA todos nos cuesta enfrentar cambios. Ya sea cortarse el cabello, empezar una nueva carrera, mudarse a un lugar diferente y a nadie le gustó los A-Teens. Personalmente, nunca pude adaptarme a la idea de que Humberto Vélez ya no fuera la voz de Homero Simpson, o escuchar a Stone Temple Pilots sin Scott Weiland. El personaje de Guillermo Francella en ‘El Secreto de sus ojos’ lo decía de manera muy clara: “‘”El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios… pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín… no puede cambiar… de pasión”. Esto es especialmente cierto cuando hablamos de futbol. Uno no cambia de equipo, pero el equipo en sí está en constante metaformosis. Jugadores vienen y van, entrenadores llegan y se van, dirigentes también. Incluso hay clubes que modifican su escudo. Pero el hincha siempre estará ahí, observando cómo el río continúa su curso. Iniciar una renovación suele ser una experiencia traumática, especialmente cuando involucra a ídolos. Despedirse de alguien que te ha brindado horas de alegría y ha mejorado tu vida no es algo sencillo. El amor crea un fuerte apego y tomar decisiones con un corazón frío resulta complicado. En Liverpool esta temporada tenían decisiones complicadas que tomar, pero tenían en Jürgen Klopp la persona indicada para no tener que tirar abajo toda la estructura construida estos años, sino cambiar los engranajes necesarios en la sala de máquinas. Wijnaldum, Fabinho, Henderson y Milner conformaron el mediocampo más exitoso que los “Reds” han tenido en los últimos 30 años. No fue una tarea sencilla tener que separarse de ellos, especialmente de Milner, quien era el equivalente a Mike Ehrmantraut en el plantel: un profesional al que Klopp podía encomendar cualquier tarea, sabiendo que la cumpliría a la perfección. Klopp logró rejuvenecer el mediocampo sin perder la esencia y el estilo que él mismo estableció, algo parecido a la mejora que experimentamos al pasar de Encarta 98 a Encarta 2000. Endo llegó casi al final del mercado, como cuando encuentras esa camisa que necesitas para las fiestas de verano en una mesa de saldos de temporada, aportando veteranía y versatilidad al equipo. Mac Allister y Gravenberch brindan fuerza y control, dependiendo de lo que la situación requiera. Szobozolai, al igual que David Beckham en el pasado, nos muestra que es mucho más que una cara bonita y una buena pegada. La única pieza que falta en este rompecabezas es Thiago Alcántara, cuyas malditas lesiones nos privan de disfrutar de su elegancia en el campo. Los Beatles son John, George, Paul y Ringo. En Liverpool, esa formación es intocable. Sin embargo, en Anfield Road son más flexibles a la hora de permitir cambios, siempre y cuando quienes lleguen comprendan que nunca caminarán solos.Ver más
Nostalgia OchenteraElmor Shomudorov. Seguro que este nombre no les dice nada. De hecho, al principio, a mí tampoco. Pero al verlo jugar en Cagliari, tratando de moverse sin gracia con su altura de más de metro noventa, siendo flaco y desgarbado, y cabeceando cada balón que sus compañeros le lanzaban, me transportó a la década de los 80, cuando cada equipo tenía uno de esos delanteros tanque y los goles “de pescador” estaban de moda. Incluso su nacionalidad, uzbeka, me hace retroceder en el tiempo a la época de la Guerra Fría. Shomudorov podría haber sido el goleador del Dinamo Kiev, el Spartak Moscú o cualquier otro equipo de la antigua URSS, esos equipos que, con su orden férreo y el frío de la nieve, solían vencer a equipos europeos de gran renombre. También podría haber sido el villano de una película de acción de Hollywood. De esas donde el musculado protagonista, envuelto en la bandera estadounidense, hace explotar una base militar en nombre de la libertad. Ver a Shomudorov me transporta a una iluminada calle Corrientes en el que corre el incesante bullucio de la gente. Una Buenos Aires llena de recovecos secretos bajo la superficie, donde no existe lo prohibido y el arte es lenguaje. Estar en el Parakultural, envuelto en una espesa nube de humo de hachís, viendo tocar a Sumo o una performance de Barato Barea. Noches que parecen eternas, aunque en el bolsillo de la campera de cuero no tenga más australes. Shomudorov es luces de neón, synthpop en la discoteca y el aroma de una Coca-Cola recién destapada sobre el arcade de Donkey Kong. Los queridos 80. Una década que, olvidé mencionar, nunca viví. Y como dice Joaquín Sabina: “‘”No hay peor nostalgia que añorar lo que nunca, jamás, sucedió”.Ver más
El fútbol se refugia en las selecciones“Uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con extraños o indeseables”. Esta verdad, que el Negro Dolina explicaba en sus “Instrucciones para elegir en un picado,” se guarda en el inconsciente de cada futbolista, ya sea que esté jugando por el asado en el barrio o la final de la UEFA Champions League en Wembley. En un fútbol que cotiza en bolsa, se han ido perdiendo los rasgos de pertenencia. Camisetas, escudos, estadios, nombres, competencias, todo se puede vender al mejor postor. El último caso fue el de Newcastle United, cuyos hinchas celebraron cómo un título que su club lo comprase un fondo de inversión Saudí, no solo por el fin de la tiranía de Mike Ashley sino pensando que de esta forma vendrían estrellas y títulos al estilo del Manchester City, sin pensar que podría terminar como el Racing Santander. Con todos los “clubes-estado” y tantos otros pertenecientes a holdings o multimillonarios, las competencias se han ido transformando en torneos empresariales con poco más de emoción que un intercountry de los sábados. Los protagonistas están ahí, los hinchas están ahí, pero hay un aura de emoción que se ha ido perdiendo con el correr de los años. Es todo mucho más burocrático, frío, ajeno. Como si fuéramos visitantes de un exclusivo museo en el que podemos ver las obras desde lejos y sin tocar porque el dueño no quiere cerca a la chusma, cuando el fútbol es arte callejero y participativo. Este aburguesamiento también lo han sentido los propios futbolistas. “Wales. Golf. Madrid. In that order” fue la famosa bandera que Gareth Bale junto a sus compañeros de selección mostraron. Lo que el compañero Bale quiere expresar es: primero mis amigos, luego el hobby que me genera satisfacción y, por último, la empresa donde trabajo. “Ponerse la camiseta de la empresa” es una frase que escuchamos muchos de parte de algún obsecuente superior que nos quiere motivar a que vayamos con ganas a ser explotados. Es difícil trasladar este concepto al fútbol porque, para el hincha, la camiseta de su club es el símbolo más sagrado de su vida. Sin embargo, para los futbolistas no es más que el trabajo que les paga el sueldo. Desde la Ley Bosman en adelante, ha ido disminuyendo la cantidad de futbolistas que juegan para los clubes de los que son hinchas. Son profesionales y seres competitivos, buscarán ganar, pero sus sentimientos e intereses son diametralmente opuestos a los de los hinchas. Hacen su trabajo, como tú haces el tuyo. El último refugio que queda del fútbol amateur, ese donde se ve al “futbolista-hincha,” son las selecciones. Allí los jugadores dejan de lado el dinero y juegan por la camiseta, por los suyos, por su barrio, su gente y por cumplir el sueño que tenían desde niños: ganar un mundial. El chileno Eduardo Vargas o el alemán Lukas Podolski son ejemplos de jugadores que rendían mejor en sus selecciones que en sus clubes. Siempre hay un plus, como una llama interior que se enciende cuando escuchan el himno de su país. Lionel Messi hoy se le ve mucho más entusiasmado y enfocado cuando está en Argentina que en la luminosa París. Eden Hazard no se reiría al quedar afuera de una Euro como lo hizo cuando Chelsea eliminó a su Real Madrid. A pesar de las trabas que los clubes dueños de sus pases ponen para no cederlos a las fechas FIFA, su voluntad se termina imponiendo. Ese deseo de ir a jugar a la pelota con tus amigos, a pesar de que tus padres no te dejaran por tus bajas notas en la escuela. Este será nuestro último bastión. Que la gente en San Juan pueda ver a Messi; la de Thies pueda ver a Sadio Mané o la de Edmonton a Alphonso Davies. Que nuestros ídolos estén en nuestras canchas y con nuestras camisetas y que no nos conformemos solo con verlos por la tele con elegantes ropas de trabajo. Disfrutemos del fútbol de selecciones. Disfrutemos del fútbol.Ver más