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Eva Luna

Arte
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Invitame un Cafecito

Salir de la zona de confort

"Cuanto mayor es el esfuerzo, más gloriosa será la victoria." Mutar, transformar, evolucionar, trascender, superarse, creer en uno mismo. Aun cuando haya voces que intenten apagarnos, aplastarnos, nosotros estamos allí: fuertes, aprendiendo, incluso cuando parece que abandonaremos nuestras batallas. Somos un conjunto de orugas en un proceso de transformación constante, crisálidas a punto de salir del capullo. Somos una inmensa nube de mariposas, flotando y volando contra nuestras propias tormentas. Por momentos, el viento estará calmo. Es allí donde aprenderemos a fortalecernos. Y aquí estamos, finalizando nuestro primer cuatrimestre en la Universidad Pública. Me llevo como aprendizaje que los límites se los impone uno mismo, y que a veces se necesita de esa inmensa nube de mariposas —llamada compañeros— para darnos cuenta de cuán bello, fuerte y poderoso puede ser nuestro vuelo.
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Constelación de lo perdido

Una nueva noche de desvelo. Te pienso, te recuerdo, te extraño. Hace un año que estoy así. ¿Y ahora? Ahora es peor. Ahora sé que ya no estás. Bueno, sí… estás. En mi cabeza, en mi recuerdo, en mi corazón. Y en el de todas las personas que te conocimos. ¿Cómo olvidarte? Si todavía estoy acá, impregnada por el impacto de tu noticia, por el golpe de tu ausencia. Te lloro… te lloraré cada vez que te piense. A veces me duele el pecho. ¿Existe acaso un consuelo para este dolor? ¿El tiempo? ¿Recordar con alegría los lindos momentos? ¿Cómo se transforma este dolor para que deje de ser duradero? ¿Se transforma? ¿O simplemente aprendemos a vivir con él, como quien aprende a respirar bajo el agua?
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Cuando aflojaste el caparazón

Te conocí como un hombre rudo. Malo. Me discutías por todo, cuestionabas cada una de mis acciones. Al principio, me provocabas molestia. Hasta que un día te vi de buen humor. Sonreías. Esa noche nos empapamos de cerveza barata, flores y música... Lloramos de la risa. Nos besamos bajo la complicidad de un cielo estrellado de verano. Me abrazaste fuerte, como si no quisieras soltarme jamás. Nos fundimos en ese abrazo, resistiendo tu propia frialdad. Y entonces aflojaste el caparazón, y te entregaste a compartir miles de momentos hermosos: mates con eucalipto, risas que parecían no terminar, chistes y complicidades que aún resuenan. Fuiste, sos y serás mi gran amigo, mi cómplice, mi amor eterno. Por siempre.
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Bosquecito del recuerdo

Árboles de eucalipto que eran podados por nosotros, y cuyas ramas usábamos para nuestro ritual del matecito. “Medicina ancestral”, repetías siempre, justificando así esa extraña costumbre. Recuerdo el crujir del piso al caminar por la casona antigua, en esa quinta generosamente prestada por un amigo. Tenía un subsuelo y un sótano misterioso, donde nunca nos animamos a entrar. Las paredes, llenas de telarañas que parecían observarnos, estaban cargadas, vaya uno a saber,de cuántas historias. Animalitos cruzaban nuestro camino: ovejas, chanchos, caballos, gallinas, gansos. A lo lejos, se veían las plantaciones de maíz del campo de los vecinos. Un auto estancado. Barro. Mucho barro. Pero éramos felices. Un amor fugaz e incandescente. Breve, pero perdurable en la memoria. Hoy te vas… te estás yendo lentamente, en una cama de hospital. Me toca ir a despedirme. Sos como una de tus plantas de tomate, esas que mirabas en silencio, apreciando su belleza y crecimiento. Tu sueño era la soberanía alimentaria. Salirte del sistema. Para siempre. Duele. Porque nunca solté tu recuerdo. Una chispa de ese fuego sigue encendida en mi corazón. Toca aprender a soltarte. Pero esta vez… definitivamente. El cielo se abre para vos. Abierto de amorosidad. Subí, subí... Lucas subí...
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No seas amiga de Fulana

¡Hoy asistí al tan ansiado operativo de lentes en mí barrio! Y entre alegría, risas, estusiasmo y aprendizajes decidí armar este posteo. Esta publicación va dedicada para Fulana. Acá la llamaremos así. Aunque muchos de mis amistades ya conozcan está historia. Fulana era una mami amiga del Colegio de mis hijos, con quién ya no me habló. Se encargó durante 3 meses, cada vez que me cruzaba, comentar sobre mis lentes rotos, mí acné en la cara, y cuánto defecto pretendía resaltar en mí. Diciendome: -"como podes andar asi, como consejo de buena amiga te lo digo". No importaba adelante de quién estuviéramos. Siempre que se acercaba a saludar, me terminaba convenciendo de mantener esa amistad. Con su falsa simpatía, sonrisa y chistecitos. Siempre hablaba por demás, lo hacía conmigo, estando yo presente, ausente y también de otras personas. Y luego emitía una comparación con su vida perfecta e hijos correctos. Hasta que un día, pude poner un límite. Y pedirle que no se acercará más a hablarme. Fulana indignada por mí sorpresiva actitud, se encargó durante quince días de perseguirme, saludarme aunque yo la ignorara, y quedarse en la puerta del colegio esperando que yo llegará a llevar a mis hijos, para luego caminar despacito atrás mio. Incluso algunas veces se quedaba en algunas esquinas del barrio esperando cruzarme. No aceptaba mí rechazo. Hubo un día que me escondí en casa de una amiga, y por las cámaras de seguridad de ella nos fijamos si Fulana seguía afuera. Desde el día que decidí no hablarle más, y habiendo soportado con fuerza y bronca su hostigamiento... Ya no me importaron mis lentes rotos enparchados con cinta. Porque sabía que tarde o temprano, habría de hacerme los nuevos. Tampoco me volvieron a salir de esos granos, y si me salía alguno, ya no tenía a Fulana recordándomelo para lograr que me sienta mal. Comprendí quizás que era producto de el estrés que me generaba Fulana en mí vida. Estrés, ansiedad y preocupación anticipadamente por pensar con que cosa nueva me saldría cuando la cruzará en ese día. ¿A qué voy con esto? 35 años voy a cumplir dentro de poco, y padecí situaciones de bullying, aún en la vida adulta. A veces cansa escuchar el versito repetitivo: "No se opina de cuerpos ajenos". Pero detrás de esa frase trillada, puede haber un montón de situaciones incómodas. Que generen malestar y angustia. ¿Que enseñanza le damos a nuestros hijos con estas acciones? Yo les enseñe a mis hijos a poner límites ante situaciones que nos generen malestar. Fulana le enseña a sus hijos a opinar de los demás todo el tiempo, a hostigar y burlarse de los demás. A veces el grupo de mamis del colegio, puede ser peor que el grupito de pibes que te hacía bullying en la secundaria. Deseo que nadie jamás tenga en sus vidas una Fulana como la que me tocó a mí padecer. Y si hubiera alguna, no teman en poner límites. Si es una amistad verdadera, nunca estaría cuestionando sobre tu cuerpo adelante de otros, o ante tu ausencia. Ni haciéndote sentir mal. Fin.
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Camino de hojas y mochilas

Camino de hojas y mochilas Manitos tibias, paso chiquito, cuatro caminos en uno se han vuelto. Sus mochilas, llenas de cuentos, de lápices, sueños, y un mundo infinito. El otoño alfombra con hojas doradas, la vereda vieja que pisa la infancia. Ríen, sus voces tejidas en danza, como si el tiempo no apurara nada. Princesas, colores, juguetes, canciones, la escuela les abre su puerta encantada. Y ellas caminan, sin ver las razones, sólo sabiendo que están acompañadas. Amigas primeras, eternas tal vez, de esas que quedan, aunque pasen los trenes. La vida comienza con pasos así, de la mano, rumbo al jardín.
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