Narrar historias me resulta fascinante. Tan fascinante como zambullirme en una hemeroteca y hurgar en archivos a los que casi nadie accede. Cada cafecito puede hacer que nos encontremos en una mesa imaginaria de un bar a compartir esas historias que tanto nos apasionan. Sin las ataduras ni las imposiciones de los medios: un mano a mano con el lector.