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Andrea Marone

Arte
Colaborá con un cafecito

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SOPA, SOPERA, SOPITA, ABSORBE sopaipilla, sopapea, ensalada orégano, pimienta, provenzal con sal, sin sal, celusal, cibulette. Ensalada mixta, criolla césar, ensalada rusa. La clásica ensalada pero, con lechuga hidropónica. Nada de lechuga chamuscada achura enchastrada en la heladera sino lechuga burguesa, hamburguesa rozagante, rocinante. Recipiente de vidrio en el alféizar de la cocina. Sin una fibra de tierra parasitaria en las hojas. Sostengo las raíces babosas con las yemas de mis dedos: las estrujo, las traigo, las extirpo la ira me consume pabilo a cuentagotas debe ser la manera de organizar el mundo que duele un poco.
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UNA MUCHACHA CAMINA A LAS SEIS PM POR LA ALAMEDA. Es verano el desierto nos apelmaza esquina Córdoba y San Martín menduco triángulo de las bermudas. Todos pasan nadie está. Los libreros toman birra, los libros usados se queman al sol. Zona de cotillón y casas de tela (retazos en oferta, seda, gamulán) Se refracta el sol en las bolsas de nylon de los transeúntes. La piba tiene el pelo seco, decolorado medio pajizo. Cumbre del agua oxigenada. Una línea gruesa delineando el párpado bien negra como marca de crayón, falda de cuerina descubriéndole los músculos y medias en red. Facha noventosa, algo vintage, un toque dramática piel trigueña ensombrecida por tatuajes en cada rincón de su fragilidad. Los brazos ahogados con pulseras de tachas. Sostiene una mochila, parche cosido de banda de rock. Adentro, como la sangre que pugna por salir de la costra: leche en polvo, una vela número cuatro de parafina azul. ¿Y el niño? no juega más bien se esconde entre los postes bancos municipales y las caderas de mamá. Hijo de la luna. Tiene ojos transparentes, no es vampiro pero el sol daña su piel. El pelo resplandece como un foco de tungsteno y la piel tan blanca, blanca que las flores de los jazmines le tienen envidia. Podría perderse entre los riscos cuando nieva en la montaña, por fin impropio, por fin desdibujado el cachorro albino de mamita punk.
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TRAS SABOREAR EL DULCE TODAVÍA TIBIO entro en trance soy poseída. En mis párpados cerrados conspiran los frutos por nacernos. Hablan con la trayectoria del caer de sus pétalos. Fértiles por saldar la herida ensayan partos mudos. Su semilla engrosada con el barro todavía se fragmenta entre las raíces. Cascarón de huevo. Es que hay un dolor silencioso desde donde ocurre lo vivo. Y agonizan hojas, tallos conjuran cantos para alivianar la quemazón. Cae la melodía que es agua espesa entre las piedras del arroyo. Cae cada nota por mi sumergida piel de manzana. Bebe del río y remonta la calandria. Su vuelo repite una coreografía que es un himno de la vida nacida a la intemperie. El ritmo es invisible. Dibuja en el cielo figuras trágicas. Bocanada de piedad que consigue sublimar el equilibrio frágil del instante irrepetible.
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El fondo de las cosas es opaco. No está allí la preciosa serenidad que prometiste Claudia Masín UN CARDUMEN DE PÁJAROS ARRABALEROS en las puertas de salida del edificio prendiéndose fuego. Fuego lapislázuli, gema engarzada. Ciento cincuenta palomas giran en círculos dejan caer sus plumas sucias al cemento. En la ventana estoy yo sin ninguna aspiración de huida. Estas alas de gorrión carbonizadas agitan el sueño como se agitan las cortinas con el viento en una casa frente al mar: la imagen es la cornisa. Paso la vida buscando la emancipación de este vértigo; una razón que justifique el abismo; persiguiéndole el rastro al amor propio; una concavidad en donde guardarme de la intemperie. Siento miedo del resultado de los análisis. Siento miedo de mi desinterés al precio de los bitcoins. Los perros vagabundos me contagian las pulgas y las plegarias de los homeless me hacen daño como sentimos picazón cuando se entierra una espina de cactus entre los dedos. Todo lo que alergia se soluciona con agua por eso construía diques entre tu cuerpo y mi cuerpo donde sumergir la única calma posible y hacer de ese incendio una llama donde guardarnos de la inminente caída.
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Desarticulación cubista

A Paul B. Preciado SALÍ DE LA DUCHA con la piel enrojecida el agua caliente apéndice del sol perpendicular en la pared me calcé un chaleco de mi abuela, las medias de mi vieja, y fui hasta la cama con los pasos de quien almendra la costra enmohecida en su vientre. * LO QUE TENGO PARA DECIR me atraganta. Prefiero recorrer con el pulso inexacto los sabores de la infancia: la manzana rallada con canela, la cajita de caramelos, un guiso humeante y no la guerra en los ángulos de mi cuerpo donde la nostalgia coagula el olvido. * HUBO, HAY, HABRÁ batallas anónimas: mi útero estridente de flores de plástico para que no se mueran para que los insectos no hogareñen las hojas. * MI CUERPO PLASTILINADO por las manos santas de un médico regurguita por la boca de Zeus un apenas visible milagro. La curva necesaria. Y los ramos de rosas, quién los arroja ¿ hieren mis palmas. * LA CANTIDAD EXACTA Y SUFICIENTE de polvo en los poros. Azúcar de mascabo mi pelo, una luciérnaga mi cruz en los rincones oscuros y soy una silueta a acuarelar en la pared pincelada a pincelada. Con las muñecas amortajadas sujeto mi cadena. Una cicatriz rencorosa llevándose la voluntad de habla y aun así mi sangre resulta dulce como el agua limpia y en los espejos el que no soy tiene un gemir de niño en incubadora. * DECIR MI CUERPO ES AJENO como quien desentierra a una tortuga cuando se aviene el verano. Que mi cuerpo sea una desarticulación cubista gota de sodio en la laringe. Quisiera que no pero hoy el cuerpo es un síntoma un error claustrofóbico no es la vista, no es el tacto, no ocurre infinito en el presente: Y decir yo es como decir Y decir yo es como decir mi padre; con el párpado a media asta y su cuerpo zigzagueante se detiene en cada pájaro en cada hormiga sin saber que lo que hace no deja de ser poesía. * Y DECIR YO ES COMO CREER QUE un límite un encierro encapsula un conjunto de ahoras que topan ni desencadenan en nada. Hacen del contorno una prueba de fe, dónde empiezo ¿ el aullido doliente de los pájaros decimos que cantan un río seco solo arrastra de barro, dónde termino ¿ y si hubiese un límite, qué es el otro ¿ ¿Qué es esto que me sale del lenguaje? Si se siente el pulso a dónde está la guerra ¿Por qué hay un hueco en aquella trinchera con la profundidad de la garganta? De un daimon de algo que cabe en la palabra inconmensurable pero no deja de desear nombrarse otra cosa, de otra forma. Si se siente el pulso, dónde está la guerra.
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