Aforismos reciclados para un martes por la tardeEl servicio secreto decidirá, primero, si el muerto merece ofrendas florales, y segundo, hasta donde es conveniente que llegue el aroma de las mismas. Siempre habrá un alma rota para un corazón descosido. Incluso los días nacidos a la intemperie son el inicio de un camino. El paso del tiempo dispara flechas envenenadas. Se ruega atentamente no confundir fortaleza con incapacidad para pedir auxilio. La historia humana parece reducirse a las mismas tragedias con distintas fechas. Al piso del recuerdo se lo limpia con lágrimas. La estadística no sufre remordimientos... Los que la diseñan tampoco. Al sueño de unos pocos lo financian las pesadillas de muchos. Cuando miro a los ojos a tu ausencia, no puedo sostenerle la mirada. El I love you de los políticos es un beso de Judas televisado. La poesía es más una necesidad de aprendizaje que de comunicación. Cada paso que damos es un camino que nos empieza a abandonar. Los mansos heredarán la tierra... Y será el terreno contiguo a algún basural. Tenía voz de ángel y semblante de verdugo... Era ambas cosas. La soledad nunca es neutral. O mata o enamora. Es incontable el volumen de sueños que derraman los suspiros. En la guerra incluso los momentos de silencio dejan un eco desdichado. La vida de los adultos se resume en comprar lo que no hace falta y votar al candidato que no nos representa. Los escritores utilizamos las palabras, no para dar a conocer algo, sino para ocultarlo. Toda insatisfacción puede ser un patrimonio si se la alumbra con la lámpara correcta. Conocer las palabras suficientes no implica saber las adecuadas. Las reseñas de los sueños más felices todavía no domestican pesadillas. Cuando se rompe una copa, millones de años fragmentados se desparraman por el suelo. La violencia no comienza con la acción, sino con el discurso, del que pide autodominio mientras golpea. ...Y sigue diciendo "no pasarán" la pancarta pisoteada por los mismos zapatos lustrados que patean el futuro hacia otra dirección... Lo peor de habituarse a la injusticia es que la indolencia sugiere no irritarse por temor a que suba el colesterol.Ver más
Apuntes sobre la poesía y los poetasLa poesía es como un perro que ladra; aunque a veces aprende a morder, para recortar con palabras un trozo del mundo a su imagen y semejanza. La poesía es una moto despintada transitando por resecos matorrales. El poeta interrumpe los silencios predicando malentendidos (comúnmente llamados metáforas). La poesía es el disfraz que se pone el alma cada vez que se desnuda. El poeta ve germinar un verso en cada nueva cicatriz; payaso en decadencia que aprende a improvisar entre las sombras; radar que verifica dónde persisten anfibológicos rastros de esperanza. La poesía ama, se lamenta, llora. Poesía es la astucia temblorosa de andar siempre a la deriva. Al poeta se le puede exigir que al momento de abordar lo tangible, sea un poco menos miope que sus contemporáneos; porque cuando no ejerce su rol como es debido, termina haciendo terrorismo literario. La poesía es un pulmón de madera pudriéndose en el fondo de un lago, pero que tarde o temprano consigue emerger. Es la búsqueda difidente de quien solo anhela vaciarse de contenido; asumiendo este ejercicio como la única forma posible de liberación. El poeta deambula, mueve la cola, implora. ¿Quién le manda al poeta a andar hurgando bajo el ala del sombrero la frase nunca dicha? El poeta esparce sus ideas descabelladas sobre el mar, engañando a la palabra en la perenne víspera de un imposible. Es verdaderamente poeta cuando anda garabateando su cuaderno en medio del incendio. (O a dos metros del apocalipsis). Para el poeta es el peor de los pecados transformar la metáfora en discurso (la metáfora no busca convencer sino hechizar). La poesía busca la destitución de lo imposible. La poesía sustituye a quien está de vacaciones de sí mismo, peatonal solitaria que cada tanto visita algún turista; anhelo del bienaventurado, danzando entre ventiscas de arena. Al mismo tiempo, esqueletos fachendosos recién salidos de un sepulcro nada santo, cansados de mirar siempre de afuera, se especializan en poblar de etiquetas la poesía, tratando de explicar lo inexplicable. - Y yo sigo sin conocer ningún avión que vuele más alto que los poetas -Ver más
Al final, la vida sigue igualEn algún lugar de la tierra está lloviendo oro. No sé en donde pero hay algo seguro... No es en un barrio humilde. Hay una tristeza infinita en la garganta del futuro. Lo se porque también he llorado en aquella intersección. Hay un pájaro que escribe aforismos en un espejo. Hay lagos que enferman, peces estresados, hay amaneceres inciertos. ¿A dónde irá la saliva que no pronuncia los verbos que nacen para morir? El preludio de la soledad es una nota desafinada. Al final, la vida sigue igual. Un graffiti propone blasfemar a viva voz que no existen el olvido, la distancia, y el beso sin resurrección. Hay una proclama silenciosa, y un viento que trae un rumor equivocado, y sicarios del juego maldito de la desnutrición. Nombres que al pronunciarse abren heridas, soledades en perfecta compañía. Sílabas, versos, sonidos, miradas, ritmos, esquemas, el gozo y la desdicha. Al final, la vida sigue igual. El dinero, confundido, se desdibuja, mientras lo que se devalúa es el corazón de nuestra especie. El alma se infla de impotencia cuando nadie observa al niño que mendiga. Hay quien peina la pobreza para que luzca mejor para la foto. No siempre alcanza el maquillaje. Hay vidrios rotos, dedos asustados, hojas amarillas engullidas por el pantano del inconsciente. Al final, la vida sigue igual. Sueñan los semáforos con un rato de descanso; bocas con labios eméritos subrayan sus insultos. En estos tiempos, apenas se distingue el gris del negro. Y observando con atención. Un ciento uno por ciento de lo que existe se está resquebrajando. Se incrementa el cansancio que acumulan las verdades desabridas. ¿Quién ha de negarnos los últimos metros cuadrados del paraíso? Al final, la vida sigue igual. Se vive a los gritos. Se habla a los gritos. Se sueña a los gritos. Incluso se piensa a los gritos. Cuando se debe decir algo importante, se hace silencio. Al final, la vida sigue igual. Si es que en el siglo XXI aún hay vida.Ver más
A esta altura de la vidaA esta altura de la vida es un lujo no andar jerarquizando discusiones que no ameritan ni un femtosegundo de tiempo, cada arruga es una verdad, solo que contada de otra manera. Humildemente nos atrevemos a pedir que si el porvenir ha de injuriarnos, lo haga al menos con la sintaxis adecuada, y nos enseñe a distinguir de lejos a los que acostumbran magullar para no ser heridos. Se pasa de largo y sin frenos de los faraones que se suben al techo de sus preguntas metafísicas, de las transgresiones maniobrables y las melodías de salidas de emergencia y escritorios sin estrellas. A esta altura de la vida el insomnio sabe ser un recuerdo atragantado, que no aprendió cómo sugerir que las ilusiones que activan el sistema nervioso central son ilusiones nada más. Los minutos, más que pasar, tintinean con heterogénea y caprichosa autoridad. Son los mismos que incluso agonizando se mofan de la tendencia de congraciarnos con las ampollas de nuestra alquiladiza estupidez. Son frecuentes los momentos que nos encuentran alérgicos a posibles alianzas con cualquier forma de entusiasmo, días que, con encandilada reverencia extraen un invierno tendencioso del monedero. Permanecen los amigos justos, aquellos que han demostrado un talento especial para encubrir nuestros miedos en tiempos de guerra y ayudarnos a comprobar la viabilidad de los despropósitos. Nos reconstruimos con partes incompletas, rogando que nuestra biografía no la escriba un autor novel. A veces nos sentimos tan pequeños que apenas nos creemos capaces de escalar una baldosa. A esta altura de la vida se van fortaleciendo los terremotos de cosecha propia, después de haber comprobado que las preguntas arrojadas al aire caen luego en forma de bofetón. Desde que la liebre persigue al tigre tenemos claro que no siempre los cauces normales son constructivos, y que no queremos ver ni en figurita a los que dominan la hipocresía a la perfección. Maquillamos decenios de males menores, rompemos la galleta de la suerte con un rifle de aire comprimido, con la insensatez onomatopéyica de pretender domar relojes susceptibles. Van quedando en el camino lagrimones que atrasan la llegada de la primavera; y cuando se arrima la felicidad, se tachan de apuro los renglones escritos anteayer sobre la caducidad de lo imposible. A esta altura de la vida son más las reglas que las excepciones, peinar canas no es una presunción, y entre las causas y los efectos ya no media tanto misterio residual. Las papilas gustativas con caprichos hereditarios deshacen el equipaje de su vehemente filosofía, se fundan con algarabía y beligerancia acorazada reproches sin rumbo como oportunidades pedagógicas. A esta altura de la vida ya está claro que madurez es algo más que ejercitar un par de responsabilidades temblorosas, y nunca falta una copa adicional de estremecimiento cuando las excusas son perfectas. Nada es tan memorable ni tan deplorable. Sacudirse los hombros es limpiar un desorden planetario. Saberse débil es ser fuerte, y cada amanecer sigue siendo un mapa de autopistas, solo que muchas están bacheadas. A esta altura de la vida se firma el empate con tal de no ser el borrador de un dibujante de tebeos…Ver más
A cara o ceca con monedas de cartónSon esos días en que una botella vacía es una brújula señalando el norte a los que esperan llegar al aeropuerto de la intuición. Son esas tardes en las que el amanecer es un sueño lejano, y el alba un viaje sin retorno, donde colisionan respiración y presentimientos. Son esas noches donde llueven cicatrices extranjeras, se besan al azar fotografías y se recuentan las sílabas de los estremecimientos. Son esas semanas de envenenar sombras, de disolver en el aire lo incomprensible, de apostar a cara o ceca con monedas de cartón. En lugar de ondear banderas, hay quien prefiere capturar relámpagos en un block cuadriculado… Son esos octavarios que resplandecen como balas que se desangran en ríos de inútiles verdades, en el disímil territorio de las pesadillas previsibles. Son esos meses de hacendar carcajadas de cabellos perfumados, de guardar decímetros de dicha para tiempos menos esbeltos. Son esos trimestres de mañanas afiladas por ambos lados, donde un campanario exhibe suturas como límites, obsequio de los siglos de los siglos. Son esos años de argumentos filosóficos más confusos que socráticos, de expropiar el lenguaje que predica caminos alternativos a la devastación. Hay quien prefiere aluzar el fondo del espejo con el opaco brillo de un corazón de barro… Son esos lustros en que unas hileras mal acomodadas de entusiasmo son lo único que nos pertenece en este mundo. Son esos septenios donde los perros ladran fascículos coleccionables, de damajuanas abarrotadas de medallas de oro falsificadas. Son esos decenios en los que el destino derrama melodías, donde la caligrafía de las emociones escupe letras hambrientas. Son esos quindenios de volver sobre el álbum de siempre, de asentirle a las imágenes, de regalar sonrisas tibias en forma de ladrillo. Hay quien prefiere naufragar en un espejismo, teñido de un decoro con faltas de ortografía… Son esos decalustros, crisantemos pisoteados por agrónomos borrachos, recital de eventualidades desnudas, ojos de cíclope, manos de odontólogo. Son esos siglos de soñar con golondrinas sin verano sobre renglones arqueados, saboreando el filo del helado corazón de los puñales. Son esos milenios de sabernos espectadores, desplumar altercados prehistóricos y diurnos, de ansiar tapar el cielo con paladas de somníferos. Son esas eternidades de escupir uvas y salvoconductos, de llegar hasta el fondo de la cancha y tirar un centro repleto de demagogia. Hay quien prefiere colgar un reloj en el margen derecho del resplandor de una ciudad sin tiempo…Ver más
Afuera es juevesAfuera es jueves, y una voz anónima completa la tercera decena de los misteriosos luminosos. Afuera es una gota de saliva del cielo, el caos parsimonioso de la vida consagrada al incordio. Adentro es cualquier otro día con sabor a tedio, vergüenza, escepticismo, a universo de semblantes manchados. Adentro es contar las sílabas, arrojar otro soneto a la basura, previo rictus de mandíbula descalza. Afuera la certeza termina de expulsar la última lágrima de la tarde, con su estado de ánimo en suspenso. Afuera, un timón hecho de arena encalla un corazón decomisado en un muelle de resacas perseverantes. Adentro, sintaxis del silencio, heredad abrupta de lo inútil, primavera de huesos doloridos. Adentro un par de manos tristes arrojan un expediente contra el fuego de la chimenea. Afuera, la nostalgia se derrumba imparcial, herética, minuciosa, monótona pero nunca intransigente. Afuera un café tibio se derrama sobre un manuscrito plagado de errores de ortografía. Adentro, un eco con reloj atrasado se pregunta a que hora se siembra el azar en los días con desaliento. Adentro, tos y tiempo son circulares, se repiten, se deshacen, resucitan; sin flores ni frutos, todo es atardecer. Afuera el agua aprende a callar ausencias, en un mediodía de llaves invisibles y aspecto borrosamente circunspecto. Afuera es una hoguera de proposiciones apodícticas que no cumplen su cometido de desterrar el frío. Adentro, ocho de cada diez uñas tienen espinas debajo, y una historia enredada que no se deja llorar. Adentro, las horas se suceden como dinastías malditas; florece inefable la pena hincando su mirada en lo incierto. Afuera es una sombra pequeña y aislada , pretendiendo atenazar lo inabarcable de un firmamento de oscuras transparencias. Afuera, tarde de adultos sin adultos, de poemarios con ceguera, de ciudades oscilando entre el cinismo y la orfandad. Adentro, letras de humo alternan entre el abrazo y la vergüenza, maniatando con tinta una metáfora. Adentro una piel absurdamente joven contiene un corazón que se retuerce coloreando su tristeza.Ver más